
Después de 26 años dedicados a la salud y el bienestar de los niños en O Barco de Valdeorras, el doctor Manuel Caramés se jubila. En cada consulta, cada diagnóstico y cada conversación con las familias, Manuel ha dejado una huella que va más allá de su trabajo profesional: se ha convertido en un miembro querido y valorado de esta comunidad. Hoy, al decir adiós a su carrera, su despedida se siente en muchos hogares de O Barco, donde los recuerdos y el agradecimiento hablan de la calidez y el compromiso de este pediatra.
Una vida dedicada a los más pequeños
Manuel Caramés llegó a O Barco «por amor», como él mismo cuenta. Natural de Zamora, estudió medicina en Santiago de Compostela. Su llegada a la capital de Valdeorras fue fruto de su relación con Antonia, su compañera de vida, a quien conoció durante sus años universitarios. A pesar de las dificultades para encontrar estabilidad en aquellos tiempos, Antonia consiguió una plaza interina en Sobradelo, y Manuel decidió acompañarla, lo que dio un giro a su vida profesional.
Siempre tuvo claro que quería trabajar en atención primaria, le gustaba el contacto cercano con los pacientes. Por eso, cuando tuvo la oportunidad de hacer la especialidad, se inclinó hacia la pediatría. Desde entonces, dedicó su carrera a ver crecer a generaciones de niños, y con el tiempo llegó a atender a los hijos de quienes fueron sus primeros pacientes: «Estos últimos años estoy viendo niños de madres que yo atendí cuando eran pequeñas”» relata. Este vínculo intergeneracional refleja no solo el impacto de su trabajo, sino también el cariño y respeto con que ha tratado a cada niño y a cada familia.
Los cambios en la atención pediátrica y el amor por su comunidad
En sus primeros años, Manuel formó parte de un equipo de cinco pediatras que compartían tanto la atención hospitalaria como la primaria. Trabajaban juntos para cubrir toda la comarca de Valdeorras, desde Viana hasta Trives, y cada uno llevaba una especialidad, lo cual evitaba en muchos casos derivaciones a Ourense. «Realmente funcionamos muy bien», recuerda Manuel, aunque con un toque de nostalgia por tiempos que describe como de colaboración efectiva y apoyo mutuo entre colegas.
Sin embargo, con los años y los cambios en el sistema, se reduce el número de pediatras y las competencias de los que quedaron en atención primaria. Manuel recuerda con especial gratitud a su compañera, la doctora Martínez, con quien siempre compartió no solo trabajo, sino también una sólida amistad y un apoyo incondicional. «Fuimos perdiendo competencias», explica, y muchos casos fueron derivados a Ourense para tratar determinadas especialidades. Ese sistema conlleva más esfuerzo y desplazamientos para las familias, pero parece que «los pediatras de Ourense son más listos» comenta con ironía.
Reflexiones sobre la medicina rural
En estos años, Manuel también ha sido testigo de los cambios demográficos en Valdeorras, y como muchos habitantes de zonas rurales, ha notado el descenso en la natalidad. Aunque la población infantil se mantiene en unos 950 niños por cupo, gracias a la llegada de nuevas familias procedentes de Hispanoamérica y del norte de África, «los nacidos de aquí sí que bajaron mucho», comenta Manuel, observando cómo el envejecimiento y la despoblación afectan a esta y otras comunidades rurales.
Agradecimientos y recuerdos
En su carrera, Manuel ha vivido momentos buenos y malos, pero sobre todo, siempre ha sentido gratitud. En su mirada hacia atrás, reconoce la satisfacción de haber podido ayudar a las familias de O Barco, y aunque el camino no siempre ha sido fácil, siente que ha tenido suerte: «He tenido muchísima suerte de no cometer ningún error». Su rostro cambia, cuando recuerda los momentos más duros que ha vivido en estos años de servicio a Valdeorras. Sin duda alguna, aquellos en los que tuvo que comunicar diagnósticos difíciles a los padres de algún menor, una tarea que siempre intentó vivir con empatía y en la que sintió el peso de la responsabilidad y el dolor compartido con las familias.
El futuro de Manuel: una pasión que continúa
Con su jubilación, Manuel cierra una etapa, pero permanecerá en O Barco, donde continuará ejerciendo su segunda pasión, la interpretación, una de sus grandes pasiones desde 2009. Ahora, tendrá más tiempo para trabajar en Gargallada. Se dedicará a ensayar y a actuar en esta compañía que está actualmente renovándose con nuevos integrantes. Aunque la jubilación implica dejar atrás una parte importante de su vida, el teatro le permite seguir aportando a la comunidad de una manera diferente.
Una huella que perdura
Para el doctor Caramés, jubilarse significa dejar una labor que va mucho más allá de la medicina. Ha sido un amigo, un confidente y un apoyo para muchas familias, alguien que ha vivido cada historia con cercanía y compromiso. Hoy, O Barco pierde un pediatra que ha marcado a varias generaciones, y lo hace con el agradecimiento de saber que su huella perdurará en cada niño, en cada madre y en cada padre que pasó por su consulta.
Puedes escuchar la entrevista completa aquí.