
A Lola Doporto se le nota en la voz, en los gestos y en la mirada: está feliz. Rebosa energía, ilusión y una actividad que no cesa. Desde la última vez que hablamos con ella, su presencia en el mundo cultural no ha hecho más que crecer. Sellos, exposiciones, homenajes… y una emoción que no disimula al hablar de todo lo que está viviendo.

Su última obra convertida en sello —«As pandereteiras»— viajará por el mundo como antes lo hicieron «O Gaitero» y «O Afiador». Nacida de la colección Morriña de estrelas, esta pintura rinde homenaje a la música tradicional gallega y, sin pretenderlo, se ha convertido en símbolo del Día das Letras Galegas 2025, dedicado por primera vez a las cantareiras vivas. «Fue una coincidencia preciosa», confiesa Lola, aún emocionada.
El sello, el matasellos y la postal conmemorativa se presentaron en un acto celebrado en el Liceo de Ourense, que la artista vivió como un regalo. La inauguración oficial tuvo lugar el viernes 16 de mayo con la actuación del grupo “As da Faísca”, que prolongan el legado de las cantareiras, homenajeadas este año en el Día das Letras Galegas.

El acto contó con la presencia de numerosas autoridades, entre ellas el presidente del Parlamento de Galicia, Miguel Ángel Santalices; el diputado de Representación Institucional de la Diputación de Ourense, Rosendo Fernández; el presidente de la Sociedade Filatélica Miño, José Barros; el presidente de la Federación Gallega de Sociedades Filatélicas (FEGASOFI), José Luis Rey; la vicesecretaria de la Federación Española de Sociedades Filatélicas (FESOFI), MarilaAbad; y el alcalde de O Barco de Valdeorras, Alfredo García.
Y también alguien muy importante para ella, su oncólogo Jesús García Mata que no solo la acompañó durante su enfermedad, sino que conoció desde el principio el poder curativo que tenía para ella la pintura. «Nos emocionamos los dos. Aquellas mujeres que yo pinté alegres, con luz, eran también un homenaje a las que, como yo, pasamos por eso».

Lola no solo transforma el dolor en arte; lo convierte en esperanza. Y lo hace con una autenticidad que conmueve. «Mis cuadros están llenos de vueltas, de dudas, de pruebas. Sé lo que quiero contar, pero no siempre cómo hacerlo. Y cuando lo consigo, me sorprendo yo misma».

Ahora prepara con entusiasmo su próxima exposición, en julio, en el monasterio de San Martiño Pinario, en Santiago. Será la primera vez que Morriña de estrelas llegue al final del Camino, como ella misma dice. Allí mostrará también sus maniquíes y nuevas obras creadas con pigmentos venecianos que trajo de un reciente viaje a Italia. «Estoy muy activa. Quiero llevar al menos seis cuadros nuevos. Dos ya están terminados y me emocionan solo de verlos».

Mientras tanto, sus personajes siguen viajando. A veces físicamente, como su gaitero, que vive ahora en un salón suizo. A veces emocionalmente, a través de las postales y las cartas que aún perviven y que ella misma, reconoce, sigue escribiendo cada Navidad. «Hace años que tengo esa costumbre» cuenta. Este año serán las primeras en llevar mis propios sellos y postales, algo muy especial.
Y ella, sin duda, también lo es. Una artista que pinta desde la memoria, desde la emoción y desde una fortaleza que ha sabido transformar en arte. Y que, afortunadamente, no piensa parar.
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