
Seis días después de que comenzara el incendio en Seadur, Larouco, en Valdeorras poco a poco comienzan a desaparecer las llamas del horizonte. La calma llega con la constatación de que ya se han quemado más de 20.000 hectáreas, que el fuego ha afectado a cada uno de los nueve concellos de la comarca y que el paisaje ha cambiado para siempre. Los alcaldes hablan ahora con una mezcla de alivio —porque lo peor ha pasado— y de tristeza por unas pérdidas que se cuentan en casas, templos, viñedos y servicios básicos alterados.
Larouco: donde empezó todo
La alcaldesa de Larouco, Patricia Lamela, recuerda con cansancio los primeros días, cuando las llamas se desataron en Seadur: «Chegou un momento que eu xa non podía máis», confiesa. Su municipio fue el origen de un incendio que se extendió imparable por Valdeorras, y esa circunstancia pesa en el ánimo de sus vecinos. Varias viviendas quedaron reducidas a cenizas, lo que obliga a familias enteras a empezar de cero. Con todo, Lamela destaca que los servicios básicos siguen funcionando: «A auga está ben», asegura, subrayando al menos un punto de estabilidad en medio de la destrucción.
O Barco: iglesias quemadas y un incendio sin comparación
En O Barco, el fuego dejó tras de sí dos símbolos devastados: las iglesias de Fervenza y Cesures. El teniente de alcalde, Aurentino Alonso, compara lo vivido con el gran incendio de 2022: «Aquel foi moi duro, pero este desbordou totalmente aquel», reconoce. Practicamente todos los pueblos de las dos laderas del concello se vieron afectadas, excepto Éntoma y O Serro.
La magnitud no solo se mide en hectáreas calcinadas, sino también en esfuerzo humano: varios voluntarios de Protección Civil tuvieron que ser atendidos por intoxicación de humo, ejemplo de la entrega de quienes lucharon contra las llamas durante varias horas seguidas.
Y aunque la situación mejora, aún existe riesgo en algunos puntos: «ainda seguimos tendo algún foco concretamente na zona de Xagoasca e por riba de Vilanova, que están actuando os medios aéreos, e dispois na zona de Vilariño tamén había algo que estaba controlado».
A Rúa: «unha zona de guerra sen bombas»
La alcaldesa de A Rúa, María González Albert, describe su concello como «unha zona de guerra sen bombas». El 90% del territorio municipal está arrasado y la vida cotidiana se ha visto alterada en aspectos básicos: el agua no es potable, la basura se acumula porque no se puede recoger con normalidad y el aire sigue impregnado de humo.
A esto se suma la angustia por el futuro inmediato, pues hay 200 empleos industriales en juego tras los daños registrados en las instalaciones de Autoneum.. «É o que máis me preocupa agora mesmo», insiste, consciente de que la supervivencia de esas empresas es esencial para que A Rúa pueda rehacerse tras la catástrofe.
Petín: todo negro entre Mones y el pueblo
«Está todo negro, desde Mones hasta Petín», lamenta la alcaldesa Raquel María Bautista. Su descripción refleja el dolor de un municipio que vio cómo varias casas se perdían en el avance de las llamas en Mones y Santa María. La tristeza se mezcla con la incredulidad por episodios como el del vecino detenido acusado de provocar un incendio, una injusticia en palabras de la regidora, ya que es una persona muy querida y que ayudó en muchos concellos a salvar vidas y casas. Bautisa comenta que, volviendo el lunes del juzgado de Trives, donde la jueza lo ha dejado en libertad provicional con la obligación de presentarse cada 15 día en el juzgado, quiso ir a ayudar a apagar un foco activo. Ella le dijo que ahora lo que tenía que hacer era estar con su familia.
O Bolo: el golpe a los viñedos
En O Seixo ardieron dos viviendas y en Celavente otras cinco, aunque ninguna habitada todo el año. El alcalde, Miguel Ángel García, reconoce problemas de basura y comunicaciones, y alerta de daños importantes en viñedo y ganadería. Vivieron un auténtico infierno, reconoce. Aun así, destaca la respuesta vecinal: «Gustaríame dar as grazas a todos os voluntarios, os que viñeron cos tractores e as cisternas. Sen eles moitas casas non se salvarían».
Carballeda: entre el alivio y la tristeza
En Carballeda, la alcaldesa María Carmen González habla con más serenidad. Su Concello ha sido uno de los menos castigados, a pesar de que entraron dos frentes. El domingo por la noche, el fuego procedene de Porto y A Veiga, aunque estaban preparados y lograron pararlo. El lunes, desde O Barco llegó a Casaio. Las brigadas del concello pudieron controlarlo. «Fuimos afortunados», resume. González cuenta también cómo desde el primer momento las pizarreras respondieron a la llamada de ayuda y sacaron sus máquinas para ayudar a crear cortafuegos y limpiar el terreno.
Pero el daño a la comarca ha sido grande: «La tristeza es enorme», añade. Su reflexión apunta más allá de este incendio concreto: «Las casas heredadas que se abandonan, los montes olvidados… todo eso se convierte en combustible». Palabras que suenan a advertencia de futuro, recordando que la despoblación y el abandono rural son factores que agravan la magnitud de los fuegos.
Nueve concellos tocados por el fuego
Larouco, O Barco, A Rúa, Petín, O Bolo, Carballeda, Rubiá, Vilamartín y A Veiga: los nueve concellos de Valdeorras han sentido el paso de las llamas en mayor o menor medida. Ahora el incendio se desplaza hacia Quiroga y León, pero en la comarca queda la certeza de que, aunque el fuego se marche, su huella permanecerá mucho tiempo en el paisaje y en la memoria de los vecinos.