
A sus ochenta y nueve años, Román Pérez Blanco ha dedicado toda su vida a la misma profesión que su progenitor, la de zapatero. Con apenas cinco años de formación decidió abrir una pequeña zapatería en un pueblo a las afueras de Tui, donde vendía calzado artesanal a medida para sus clientes.
Por aquel entonces, la profesión era muy distinta que a la que conocemos a día de hoy. La elaboración del calzado se realizaba manualmente, empatando las piezas con ayuda de una máquina de coser. «Hoy existen unas colas que lo pegan todo, pero de aquella no había y se remediaban las cosas cosiendo», explicaba.
Para la elaboración completa de un par de zapatos a medida y adaptado al pie del cliente, Román necesitaba un día completo de trabajo, haciendo uso, únicamente, de una máquina de coser y un banco de finisaje —con más de 100 años de antigüedad— que le servía para pulir y rematar el calzado. Este trabajo manual también le permitía arreglar todo tipo de objetos elaborados con piel como sillas de montar a caballo o bolsos.

Además, así como su padre le inculcó el gusto por la profesión, quiso enseñar el oficio a su hijo mayor que, lamentablemente, después de varios años trabajando con su progenitor, no quiso continuar con el legado. «La profesión de zapatero por aquel entonces estaba poco valorada. Era necesaria, porque había clientes que necesitaban calzado hecho a medida y duradero, pero ahora está mucho menos valorada», destacaba.
Después de trabajar toda su vida en la zapatería, con sesenta y ocho años decidió jubilarse, pero su devoción por el oficio no dejó que se retirase por completo del mundo del calzado. «Llevo muchos años jubilado, pero aún a día de hoy hago alguna cosa para mis amigos y familiares».
Y es que una profesión tan valiosa e importante hace muchos años, actualmente ha quedado olvidada para las generaciones más jóvenes. «Hoy en día hay mucho calzado que no compensa arreglarlo. Por ejemplo, un cliente compra unos zapatos por diez euros y el zapatero le va a cobrar lo mismo, pues los tira. La profesión como la conocía se ha olvidado», explicaba.
Román se ha convertido en uno de los pocos zapateros que perduran en la elaboración de calzado artesanal en el rural gallego. De hecho, una de las muestras más importantes de los materiales y utensilios de los que se valían los antiguos profesionales de la comarca para la creación de los zapatos se recogen en el museo del concello de Vilariño de Conso, donde se puede conocer en profundidad una de las profesiones más antiguas y olvidadas en la actualidad.