
Roncar no siempre es inofensivo. En muchos casos, puede ser el síntoma visible de una patología que interrumpe el descanso, agota el cuerpo y multiplica el riesgo de sufrir enfermedades graves. Se trata de la apnea del sueño, un trastorno respiratorio que afecta a una parte importante de la población, pero que sigue infradiagnosticado, especialmente en mujeres.
«La apnea obstructiva del sueño se produce cuando las vías respiratorias se colapsan de forma repetida durante más de tres segundos mientras dormimos. Esto provoca caídas de oxígeno en sangre y microdespertares que impiden un descanso reparador», explica la doctora Xenia Mota, otorrinolaringóloga responsable de la unidad especializada en esta patología en la Clínica Recoletas Ponferrada.
Fatiga al despertar, somnolencia durante el día, dolores de cabeza matutinos, bajo estado de ánimo o incluso síntomas que se confunden con la depresión son algunas de las señales que deberían hacer saltar las alarmas. Sin embargo, en la mayoría de los casos los pacientes no acuden al médico por esto. «Suelen venir por los ronquidos, a veces acompañados por su pareja, y desconocen que hacen apneas. En consulta hacemos un primer cribado con exploración y cuestionarios, y si hay sospechas, solicitamos una polisomnografía», detalla Mota.
La polisomnografía es la prueba de referencia para diagnosticar esta patología. Consiste en un estudio del sueño de ocho horas en el que se registra la actividad respiratoria, el nivel de oxígeno en sangre y otros parámetros como la presión en tórax y esófago. El resultado permite saber cuántas pausas respiratorias se producen por hora y su gravedad.
El tratamiento de elección es el CPAP, un dispositivo que introduce aire a presión positiva mediante una mascarilla para evitar el colapso de las vías. Pero no todos los pacientes lo toleran bien. «Ahí es donde entra la cirugía. No es el tratamiento estándar, pero sí una alternativa para quienes no se adaptan al CPAP o necesitan una solución complementaria», indica la especialista.
Las intervenciones varían según el caso. Algunas personas mejoran tras una cirugía nasal, mientras que otras requieren actuar sobre la orofaringe, ya sea eliminando amígdalas o mediante faringoplastias que amplían el espacio respiratorio. «Cada paciente es distinto. Hay quien no se da cuenta de que respira mal por la nariz, y eso ya agrava la apnea. Al mejorar la vía aérea, mejora también la calidad del sueño», asegura Mota.
Las causas pueden ser anatómicas —como una cavidad oral estrecha o un paladar blando poco firme— o estar relacionadas con factores como el sobrepeso, el consumo de alcohol o sedantes. «Todo lo que relaje la musculatura o reduzca el paso del aire empeora la situación», explica. Y añade un matiz importante: «En las mujeres es más difícil de detectar. No siempre roncan, pero pueden presentar dolores de cabeza, bajo estado de ánimo y fatiga crónica. Muchos casos se confunden con depresión».
Tratar la apnea no solo mejora el descanso. Reduce el riesgo de hipertensión, infartos y accidentes. De hecho, según datos de la DGT, entre el 15 % y el 30 % de los siniestros de tráfico están relacionados con la somnolencia diurna. «No es ninguna broma. Si se sospecha que hay un trastorno del sueño, hay que consultar. Dormir mal no siempre es estrés o cansancio. Puede haber una causa real detrás, y tratarla mejora la vida del paciente… e incluso puede salvarla», concluye la doctora Mota.
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