jueves. 21.09.2023
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«Estoy muy contenta de que mi hijo vaya a estudiar en un colegio rural»

Aulas enclavadas en paisajes naturales que cortan la respiración, embriagadores perfumes silvestres que se cuelan por las ventanas, un puñado de alumnos multinivel en cada clase y muchas ganas de aprender. Estas son algunas de las peculiaridades de la escuela rural.

Nerea Diéguez, profesora del CEIP de Manzaneda no tiene dudas, «no cambiaría dar clase en Manzaneda por nada». Ella es una de las profesoras del medio rural que se ha reincorporado a su trabajo en un colegio un tanto peculiar. Aquí no hay una (o varias) clases por curso, sino que niños de diferentes edades están juntos; es un colegio rural.

Nerea  es natural de Manzaneda, pero realizó todos sus estudios en Ourense por lo que conoce las diferencias, ventajas e inconvenientes de ambas educaciones. Con toda esta información y tras valorar los pros y contras sentencia: «estoy muy contenta de que mi hijo vaya a estudiar en un colegio rural».

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Aunque en algunas ocasiones ha sido denostada dentro del panorama educativo, lo cierto es que las cifras avalan la metodología de los centros rurales. Uno de ellos, el CRA Mestra Clara Torres de Tui, en Pontevedra ha sido nombrado mejor escuela de España mientras que el famoso y archinombrado informe PISA otorga excelentes resultados a Castilla y León; una de las comunidades autónomas con mayor número de centros de este tipo.

Son varias las peculiaridades que los profesores destacan de este tipo de centros. La atención suele ser más individualizada debido al menor número de alumnos por aula. Asimismo, las clases multinivel fomentan la autonomía de los pequeños y la responsabilidad de los más mayores.

Ejemplo de ello son los colegios de Vilamartín de Valdeorras, A Veiga, Casaio, Rubiá…o el propio de Manzaneda donde hay una treintena de alumnos de diversas edades repartidos entre los ciclos de infantil y primaria.

En total ocupan tres aulas, una para los más pequeños, otra para el primer ciclo de primaria y una tercera con el resto. «Es una educación muy rica puesto que los más pequeños están escuchando lo que estudian los mayores y al revés», enfatiza Nerea quien admite que para ella como profesora también es un reto. «Los mayores, además cuidan de los pequeños. A veces son los de más edad son los que explican a los pequeños. Así repasan y se sienten mejor, se independizan», explica y es de esta manera como los alumnos amplían su curiosidad y el profesor resuelve las dudas que le surjan y alimentan esa reciprocidad.  Crecen así la autoestima, las habilidades sociales

Quien escucha por primera vez cómo es la enseñanza en un colegio rural siempre se hace la misma pregunta ¿cómo se organizan los profesores? A diferencia de lo que se pueda pensar, los maestros coinciden en que a nivel personal y académico un colegio de este tipo es muy enriquecedor. Y es que estas agrupaciones generan aulas heterogéneas con unas necesidades y dinámicas muy diferentes de las de los centros urbanos, por lo que los profesores deben asumir metodologías distintas.

En el caso de Nerea se ha volcado en trabajar por proyectos, planteando temáticas y documentación a través de libros, póster u ordenador. El profesor guía para que los pequeños lleguen a la información y los mayores profundicen en ella. Después exponen el proyecto en común de tal modo que aprenden todos al nivel que necesitan.

A diferencia de colegios situados en núcleos urbanos mayores, los centros rurales se retroalimentan de su entorno. Cabe destacar el papel dinamizador y de cohesión del territorio que ejercen, que en muchos casos se convierten en sede cultural del pueblo.

En esta línea, Nerea acentúa el entorno privilegiado en el que se ubica el colegio de Manzaneda. «Si ahora tratamos el otoño no es en un libro, salimos y lo vemos» ejemplifica destacando que Manzaneda es un estupendo lugar para vivir, «no solo en verano».

Si incide Nerea en que los colegios rurales, en ocasiones, sufren discriminaciones por parte de la administración. «No podemos acceder a ciertas iniciativas porque no llegamos a la ratio de alumnos, pero somos un centro igual que los demás y los alumnos estudian lo mismo consiguiendo unos excelentes resultados».

Y esos buenos resultados no son solo percepción de los profesores, sino que están avalados por los padres de los alumnos, como es el caso de Iria González cuya hija acude al colegio de Manzaneda. «El hábitat en el que vivimos es maravillosa, porque estamos rodeados de entorno rural que ofrece muchos recursos, pero la escuela está siempre presente en la vida de los vecinos», advierte Nerea quien señala que el centro educativo está integrado en la vida del pueblo y tiene un contacto directo con la historia y cultura del lugar. «Todos los vecinos y familias colaboramos con la escuela y eso tiene muchos beneficios para la educación de los niños».

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El tipo de atención, casi personalizada, es otra de las labores que Iria destaca. «Las maestras pueden adaptarse al ritmo individual de cada alumno. Si uno de ellos necesita refuerzo en un área, los profesores tienen esa posibilidad de adaptarse», subraya Iria quien no solo advierte ventajas en la formación sino también en la creación de la personalidad de los niños. «Influye en su autoestima, porque hay unas personas volcadas que tienen el tiempo para estar con ellos», puntualiza.

«Son múltiples ventajas. Los pequeños están muy cuidados por los mayores. Los mayores desarrollan un habito de cuidado de los pequeños. Es como una pequeña comunidad, una sociedad pequeña que de cara al futuro les da muchas ventajas porque saben convivir», puntualiza. «Está comprobado su buen resultado a nivel académico Es una fortuna», destacó «Las maestras conocen el entorno, a lo niños y es la clave para saber actuar cuando surge una necesidad».

Iria también acentúa la seguridad del medio rural como otro beneficio del entorno. «La relación de calidad que hay entre los vecinos redunda en beneficio de los pequeños», puntualiza señalando que su hija es muy feliz en el centro. Iria es natural de Castro Caldelas, pero estudió en Ourense, «cuando lleve a la niña a visitar mi escuela alucino porque tenía un patio reducido en comparación con el suyo, también por cómo se daban las clases», destaca.

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Iria reconoce que serían necesarios más niños en la escuela. «La despoblación del rural está ahí, es un problema», advierte.

Iria está tan enamorada de este tipo de educación que impulso la creación de una casa niño en Manzaneda. «Es en mi propia casa, aunque adaptada con los elementos de seguridad necesarios. La educación es lo más parecido al cuidado maternal porque acogemos niños desde los tres meses a los tres años. Es muy importante el vínculo familiar en los primeros años por eso trabajamos de esta manera, adaptándonos al ritmo de cada niño y atendiendo sus necesidades fisiológicas y emocionales», explica. 

Pero no siempre la historia es tan halagüeña. Y aunque los niños siguen disfrutando y aprendiendo los recursos no siempre llegan. Así ocurre en Casaio donde tan solo hay una profesora para los alumnos de diferentes grados. La misma persona encargada de las labores administrativas y de todo lo que supone un colegio con tan solo un responsable. Una labor que tiene su mejor cara con los alumnos, los cuales alcanzan sus objetivos educacionales a pesar de la falta de recursos.

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Eso, cuando todavía seguimos imbuidos en una pandemia en la que los colegios rurales se han convertido en un freno al coronavirus. El menor número de alumnos por aula, la relación familiar entre muchos de ellos y un mayor espacio han sido ventajosos a la hora de afrontar «la nueva normalidad».

Pero lo cierto es que todos los profesionales consultados coinciden en que el cierre de un colegio acerca al municipio a su muerte. «Hay colegio por lo que en el pueblo se asientan familias con niños, eso lleva a que haya servicios y en definitiva vida», concluyen.

«Estoy muy contenta de que mi hijo vaya a estudiar en un colegio rural»