
«O impacto ambiental é brutal, e a non actuación pode ser motivo ata dun delito medioambiental». La advertencia de Froilán Pallín, secretario xeral de ADEGA (Asociación para a Defensa Ecolóxica de Galicia), muestra la realidad de lo que está ocurriendo en Valdeorras. La hacía este jueves, en una comparecencia conjunta con los alcaldes de O Barco, A Rúa, Vilamartín, y O Bolo y de Petín (aunque no pudo acudir).
El mensaje fue directo: si la Xunta de Galicia y la Confederación Hidrográfica Miño-Sil no actúan de inmediato, las lluvias que se avecinan podrían convertir los montes calcinados de Valdeorras en una trampa de barro, ceniza y contaminación para las captaciones de agua.
Ante la falta de respuesta de las instituciones superiores, ADEGA y los cinco concellos (ninguno gobernado por el PP) se han organizado para realizar este fin de semana una acción simultánea de voluntariado ambiental, con más de setenta personas llegadas de distintos puntos de Galicia. Su objetivo: frenar la erosión, proteger las traídas de agua y reducir el riesgo de arrastres en las zonas más dañadas por el fuego.
Las labores se desarrollarán en As Arcas (Petín y A Rúa), el rego de Fontei, el río Leira o la lomba de Peniquillón en O Barco, además de otros puntos del entorno de Casaio y Pena Trevinca. Serán dirigidas por técnicos de ADEGA con apoyo de Protección Civil y con la colaboración logística de los concellos.
Pallín recordó que la entidad fue pionera en este tipo de programas tras los incendios de 2006 y defendió la creación de un voluntariado galego estable e integrado para actuar durante todo el año. «Non queremos que o voluntariado sexa man de obra barata, senón un axente necesario na restauración dos montes queimados», explicó.

El alcalde de O Barco, Aurentino Alonso, fue claro: «Pedimos entrevistas á conselleira de Medio Ambiente e á de Medio Rural, e nin sequera nos recibiron. Copiaron ideas, pero non executaron nada». Alonso agradeció la implicación de ADEGA y lamentó que la administración autonómica haya respondido con “papel y silencio” a un problema que amenaza con convertirse, dijo, en una «emergencia medioambiental».
Desde A Rúa, María González Albert denunció que los convenios propuestos por la Xunta trasladan a los concellos la responsabilidad de la restauración. «Pasaron dous meses e non se fixo nada. Todas as captacións son superficiais e, se non se actúa, haberá días en que non teñamos nin auga para ducharnos», advirtió. González añadió que «Non temos nin os recursos nin as competencias necesarias, pero si a vontade».
También el alcalde de Vilamartín, Enrique Álvarez, mostró su preocupación por los riesgos que se avecinan: «As ladeiras están calcinadas; se chove forte, todo sairá arrastrado». Mencionó aldeas como O Mazo, San Miguel, barrios como A Rodeleira o Arcos, en riesgo de sufrir inundacións y cortes de auga. «E se unha tormenta chega de noite, podemos ter un problema moi gordo», alertó.
El alcalde de O Bolo, Miguel Ángel García, cerró la comparecencia con un tono tan sereno como revelador: «ADEGA foi a única asociación que chamou á nosa porta para ofrecer colaboración. Temos moito traballo pendente e hai zonas ás que é difícil chegar, quen queira axudar, será benvido». Su frase condensó la situación: los municipios están dispuestos a hacer todo lo que puedan, aunque saben que la magnitud del daño supera sus medios.

Los voluntarios serán recibidos oficialmente este viernes, a las 18:30 horas, en el albergue municipal de Vilamartín, antes de iniciar tres días de trabajo en los montes quemados de estos municipios de la comarca. «O voluntariado é necesario, pero non abonda. Se non se actúa agora, o dano será irreparable», insistió Froilán Pallín al cierre. En Valdeorras, el fuego ya pasó, pero el riesgo apenas acaba de empezar.