
Ni siquiera el cercado de 1,20 metros fue suficiente para proteger al rebaño de Francisco, que este lunes volvió a vivir una escena que se repite con demasiada frecuencia: el ataque del lobo. Cuatro ovejas y una cordera murieron destrozadas. Pudo recuperar el cuerpo de dos, pero otras tres no aparecen, posiblemente estén devoradas en distintos puntos del monte. «Lo único que encontramos fue sangre y lana», asegura.
El ataque se produjo en pleno día. Fran había soltado a las ovejas sobre las diez y media de la mañana y, cuando volvió a las dos de la tarde, notó que faltaban cinco. «Busqué por el tramo, pero ya las habían sacado por debajo del cierre. Solo encontramos dos, muertas. Las otras no aparecieron», relata. No es la primera vez que le ocurre. «En 2023 me mataron once».
La situación ha llegado a un punto límite. De los ganaderos que había en la zona, solo quedan él y otro compañero. «Los demás ya vendieron las ovejas», cuenta. Pero incluso quienes resisten están planteándose dejarlo. «Yo antes tenía 20. Ahora me quedan 15. Pero esas ya no crían. Quedan estresadas. Y no compensa volver a empezar».
Presencia constante y cada vez más cercana
La presencia del lobo en la zona es constante, visible y preocupante. «Ya vemos tres al día. Y cruzan por la carretera a plena luz, a 70 o 100 metros de las casas», explica. Aunque algunos expertos vinculan esta cercanía con los incendios, Fran es tajante: «En 2023 no hubo fuegos y ya atacaban sin parar, aquí en Larouco y en Freixido».
El ganadero considera que hay una superpoblación de lobos y que es necesaria una actuación decidida por parte de la administración. «Deberían permitir cazar, o al menos buscar otra solución. Cuando acaben con las ovejas, lo siguiente serán los perros. A mí ya me mataron un mastín. Juegan con él, lo cansan, lo distraen y después lo atacan entre todos. Son muy inteligentes, saben lo que hacen».
La situación no solo genera pérdidas económicas, sino también una gran frustración. «Ahora estaban para parir en Navidad. El dinero es lo de menos. Lo peor es restablecer el animal», lamenta. Además, el sistema de compensación no cubre las verdaderas consecuencias del ataque. «Te pueden pagar la oveja, pero ¿y las que quedan estresadas y ya no crían? ¿Y el cierre? ¿Y el tiempo perdido buscando restos para que no te multen por abandono?».
Porque, además del ataque, el ganadero tiene que lidiar con la burocracia. «Si no encuentras los restos, te pueden sancionar. Es como si hubieras abandonado el animal», denuncia.
Una llamada a la Xunta y al Seprona
Francisco hace un llamamiento urgente a la Xunta y al Seprona: «Que nos ayuden, que busquen soluciones. Si no, tendremos que dejarlo». Recuerda que mantener un rebaño en condiciones cuesta dinero, y cada vez es menos rentable. «Los cierres más altos valen un dineral. Y las ganancias son mínimas. Solo mantenemos esto porque ayuda a limpiar el pueblo y prevenir incendios. Pero así no se puede seguir».
El testimonio de Francisco no es único. Otro vecino de Larouco perdió hace dos semanas un carnero de 100 kilos, también a manos del lobo. «Se lo comieron al lado de casa. Ya nadie se libra», comenta. Desde Larouco, los ganaderos piden que la normativa se adapte a la nueva realidad. «Los lobos han cambiado su comportamiento. Vienen cada vez más cerca y atacan de día. Esto tiene que cambiar», insiste Francisco, cansado de una lucha desigual.
Y concluye con una frase que resume su desesperanza: «Nos están ganando».