domingo. 08.06.2025

Día de Todos los Santos en el cementerio de O Barco: calidez y tradición

El cementerio de O Barco vivió un Día de Todos los Santos especial, con temperaturas inusualmente altas y una afluencia constante de familias que se reunieron para honrar la memoria de sus seres queridos

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Cementerio O Baco

El cementerio de O Barco de Valdeorras amaneció cubierto de flores y recuerdos en un Día de Todos los Santos inusualmente cálido. Desde primera hora, el aparcamiento recibía un constante goteo de visitantes. Algunos llegaban en coche, otros a pie, pero todos con el mismo propósito: honrar la memoria de sus seres queridos. «Qué bonito y limpio está» comentaban un par de mujeres nada más entrar en el cementerio.

En el ambiente se percibía una mezcla de respeto y cercanía; vecinos que quizá hacía tiempo que no se veían se saludaban con una sonrisa y una palmada en la espalda, compartiendo un momento en ese espacio tan especial, donde la tradición y el recuerdo se entrelazaban. La actividad era pausada, pero constante, limpiando sepulturas, retirando flores secas y colocando con mimo los nuevos ramos.

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A diferencia de otros años, la jornada se vivió sin lluvia. «Siempre llueve, menos este año», comentaba una mujer mientras caminaba en manga corta, igual que muchos otros que llevaban las chaquetas en la mano o las dejaban en los coches debido al calor. Un hombre, bromeaba con que «se le quemaba la cabeza». El tema del clima se escuchaba en muchas conversaciones y destacaba la particularidad de este año.

Flores, cuidado y tradición: el homenaje en cada tumba

Las tumbas y nichos lucían espléndidos, adornados con flores de todos los colores: rosas rojas, blancas y amarillas, margaritas, lirios y otras variedades que embellecían cada rincón. Algunos optaban por grandes centros florales y otros preferían pequeños ramos. Unos llevaban flores y centros comprados, mientras que otros escogían ramos silvestres. Los tonos vivos y el perfume de las flores llenaban el espacio de vida y color, creando un contraste entre la solemnidad del lugar y la belleza de los arreglos.

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Un hombre mayor daba instrucciones a sus acompañantes para que limpiaran y decoraran la lápida de su ser querido. Otros, con la ayuda de escaleras, adornaban los nichos más altos, mostrando una dedicación que iba más allá de la simple tarea de colocar flores. En un nicho, una mujer de mediana edad, acompañada por un hombre, organizaba un enorme centro de flores blancas y violetas. «Eran las que le gustaban a papá», le explicaba a su acompañante con cariño, recordando en voz baja algunos de los caprichos que su padre siempre le concedía de pequeña.

Familias y vecinos unidos en la memoria

La familiaridad entre los vecinos se manifestaba en pequeños gestos. Una mujer ofrecía a otra un «poco de verde» extra que había traído, mientras ambas trabajaban en sus respectivos arreglos. En otro rincón, las regaderas que el ayuntamiento había dispuesto para el uso de los visitantes permanecían casi intactas; muchos habían traído sus propios utensilios.

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La paz del lugar solo se rompía por las suaves conversaciones de quienes compartían anécdotas y recuerdos, y por las pruebas de megafonía para la misa y la bendición que se celebraría por la tarde. Mientras el sol iluminaba las lápidas y el cielo mostraba solo unas pocas nubes, el cementerio de O Barco se convertía en un espacio de reencuentro y homenaje, en el que cada flor y cada palabra honraban a quienes ya no están.

Día de Todos los Santos en el cementerio de O Barco: calidez y tradición