
Seguro que casi todos —por no decir todos— de nosotros, conocemos a alguna persona, o, mejor dicho, a varias personas, que tienen adherido a su nombre de pila un mote o apodo.
Es más, en muchos de estos casos, es muy probable que esa persona responda con más celeridad si es requerida por su mote que si lo es por su nombre real.
Quizá en los medios rurales esté más extendido lo de apodar a los vecinos, pero constato que en ámbitos más urbanos también se da esa circunstancia.
No voy a indagar de dónde parten, ni tampoco voy a entrar en profundidad sobre los orígenes de éstos, pero algunas veces tienen su lógica y otras no; ya sean por características físicas, profesionales, etcétera. Lo que está claro es que, en gran medida, se llegan a heredar y perpetuar a lo largo de las franjas generacionales. Y, aunque pueden llegar a parecer en algunos casos hasta peyorativos, yo creo que, hoy que todo se intenta coger con pinzas, el que es poseedor de un mote, tiene un plus de identidad mayor.
La Historia ha sido siempre un ejemplo de apodos, como pueden ser los casos de Alejandro “Magno”, Ricardo “Corazón de León”, Juana “La Loca”, José Bonaparte “Pepe Botella” … etcétera.
También en el deporte está muy extendido su uso. En el fútbol, por ejemplo, a quién no le suena “El Pelusa” (Maradona), “O Rei” (Pelé), “La Pulga” (Messi), “El Buitre” (Butragueño).
Otra modalidad deportiva muy dada a tirar de apodos es el ciclismo. A estos ejemplos me remito: “El Caníbal” (Eddie Merckx), “Perico” (Pedro Delgado), “El Pirata” (Marco Pantani), “El Profesor” (Laurent Fignon), “Purito” (Joaquín Rodriguez) … y así, un sinfín de héroes del pedaleo.
Personalmente, podría citar a amistades como “El Papasmoscas”, “O Feixe”, o “Rinardy”. Como anécdota queda que, en mi última novela “La Sed del Charco”, me permití la licencia de incluirlos con su mote como personajes de ficción. Bueno, que ellos me perdonen, concretamente los metí dentro de una prisión. Sus motes me dieron pie para homenajearlos así.
Aunque geográficamente, también hay zonas en las que tienen más incidencia que en otras. Pero vamos, que, si me paro a pensar, existir… existen en todos los territorios.
En la zona de Trives, son conocidos algunos, (Pacita es mi fuente informativa), como pueden ser “Xacheguei”, “O Estampero”, “Os Pulpeiros”, etc. En mi pueblo (Pena Folenche) están todavía presentes, aunque sean en la memoria, “El Loro”, “El Maduro”, “As Chitas”, “O Grilo”, y el más emblemático tal vez, ya que hasta dio nombre a la cantina que allí hubo, y que a día de hoy todavía permanece en pie, aunque sea sin vida y cerrada desde hace décadas. Pero, de piedra presente todavía, conservamos ese espacio social que fue la cantina que regentaba “El Zorro”.
Por la zona de Montefurado estaba “O Peseto”, que según tengo entendido por un amigo mío y familiar suyo, era el taxista de ese pueblo. En Anguieros también se ha heredado el apodo de “O Furgoneto” por parte de sus progenitores, y como tiene que ser en estos casos, con mucho orgullo. ¿Por qué? Pues porque como indicaba al principio del artículo, un mote, apodo, alias… tiene un peso y una carga de identidad, y eso otorga siempre un plus de personalidad.
En lo que a mí me toca, por la rama paterna, se les conocía en la Serra de Queixa como “Os Carballos”. Y por la rama materna, en el bajo Aragón (Mora de Rubielos) vengo de la familia de “Los Majos”. No seré yo el que me queje eh, no.
Ya, para finalizar, tengo que decir que, guardo en la memoria otra gran selección de motes ingeniosos, de personas a las que he conocido —bares… qué lugares, y viveros de motes– y a las que, a modo de homenaje, me permito la licencia de aquí nombrar… por su mote, claro está: “El Poeta”, “El Chiclana”, “El Curruco”, “El Paterna”, “El Pimpinela”, “Tres Pelos”, “Casi Dios”, “El Barri”, “El Berziano” …