El verano dejó una huella profunda en Valdeorras. Más de 30.000 hectáreas ardieron, el fuego avanzó durante días y la preocupación fue constante en pueblos y aldeas. En muchos puntos, las llamas no llegaron más lejos. Se toparon con los viñedos, con esas franjas de cultivo que rompieron la continuidad del monte y ayudaron a frenar su avance.
Ese contexto reciente explica el paso que acaba de dar el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Valdeorras, que ha firmado un convenio con Fire Wine, una marca europea de certificación desarrollada por el Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC). Con este acuerdo, Valdeorras se convierte en la primera denominación de origen de Europa en formalizar una colaboración de este tipo.
Fire Wine es una iniciativa vinculada al proyecto europeo Fire-RES, centrado en analizar cómo preparar los territorios frente a incendios cada vez más extremos. No se trata de un plan de extinción ni de una medida directa contra el fuego, sino de una herramienta que reconoce y visibiliza el papel de determinados paisajes agrarios en la prevención y mitigación de los incendios forestales, en un contexto de cambio climático e incendios cada vez más virulentos.
Durante la presentación del convenio, el presidente del Consejo Regulador, Marcos Prada Ginzo, destacó que formar parte de este proyecto es una forma de reforzar el compromiso de la denominación con el territorio. Una idea que conecta con una realidad cada vez más evidente en zonas rurales como Valdeorras: el viñedo no solo produce vino, también ordena el paisaje, mantiene caminos y accesos y actúa como elemento de protección en caso de incendio.
Por su parte, la investigadora Soazig Darnay, especializada en gestión del paisaje y desarrollo rural, explicó que Fire Wine no evalúa la calidad del vino, sino la ubicación y función de las parcelas vitícolas dentro del territorio. En comarcas vitivinícolas de montaña, con viñedos en laderas y bancales, estas superficies agrícolas pueden funcionar como cortafuegos naturales, facilitar el acceso de los servicios de emergencia y ayudar a reducir la intensidad del fuego.
En el caso de Valdeorras, esta certificación resulta especialmente significativa. La propia configuración de la denominación permite que una parte muy amplia de su viñedo encaje en los criterios del sello, algo que no ocurre en otras zonas más extensas o con modelos de cultivo más intensivos. Además, muchos de estos viñedos rodean o se sitúan cerca de núcleos habitados, creando una especie de cinturón de protección en un territorio donde la dispersión de viviendas es cada vez mayor.
El convenio tiene una vigencia inicial de cinco años, prorrogables, y va más allá de una etiqueta identificativa. Incluye acciones formativas, asesoramiento técnico y actividades divulgativas dirigidas a viticultores, bodegas y agentes locales, así como encuentros abiertos para explicar a la población el papel que desempeña la agricultura en la prevención de incendios y en la gestión del paisaje.
Desde el punto de vista del sector, el acuerdo supone también un reconocimiento al trabajo de los viticultores, muchos de ellos pequeños productores que mantienen cultivos en condiciones difíciles y con costes elevados. Este verano, además, algunos asumieron un sacrificio añadido: el fuego respetó pueblos y montes, pero se llevó parte de la vendimia.
Con este convenio, la D.O. Valdeorras suma una nueva línea de trabajo a su estrategia reciente, que ya la llevó a convertirse en la primera denominación de origen española en ser partner oficial de la WSET, la entidad formativa más prestigiosa del mundo del vino. Ahora, el foco se amplía al territorio y al paisaje, en un momento en el que entender el viñedo como parte de la protección del rural resulta más necesario que nunca.




