sábado. 23.08.2025

Albaredos, un año de trabajo arrasado en horas

El viñedo de la bodega Alvaredos-Hobbs, arrasado por el fuego a días de la vendimia, pierde el 70% de la producción y afronta la incertidumbre de 2026 con la voluntad de seguir luchando
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Alvaredos, un año de trabajo arrasado en horas

Los racimos siguen colgando de las cepas, pero ya no sirven. El calor los abrasó y el humo los cubrió de un velo oscuro. Las hojas, arrugadas y quebradizas, parecen de papel chamuscado. La tierra, ennegrecida, guarda la huella del incendio que arrasó Valdeorras y parte de Quiroga. Así están hoy las viñas de la bodega Alvaredos-Hobbs, en Albaredos, Montefurado (Quiroga, Lugo), donde cada año se producen vinos bajo la Denominación de Origen Ribeira Sacra.

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«As uvas estaban preciosas, as mellores que lembro, e en quince días iamos recollelas», cuenta emocionada Cecilia Fernández, enóloga de la bodega. La vendimia, que suele rondar los 20.000 kilos de uva (más de 60.000 botellas de vino que nunca llegarán a descorcharse), se ha perdido por completo. «Calculamos unha perda do 70% da viña e do 100% da uva produtiva, porque co que queda non se pode elaborar un viño de calidade».

El incendio avanzó con una violencia inesperada, impulsado por rachas de viento de hasta 50 kilómetros por hora. «A viña non ardeu, achicharrouna a temperatura. Foi como pasarlles un soplete por enriba», explica. Las llamas, que saltaron de ladera en ladera, arrasaron incluso parcelas que parecían salvadas. «Pensabamos que libraramos, pero cando o lume veu dende o sur, levou todo por diante».

La pérdida no es solo de un año de trabajo: también supone la desaparición de toda la inversión necesaria para mantener viñas en bancales de fuerte pendiente, donde cada cepa exige atención diaria. «Non é só esforzo e tempo, tamén o diñeiro que custa mantelas», recuerda.

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Y el futuro está lleno de incertidumbre: «É un dano do 100% este ano, pero non sabemos se o vindeiro poderemos recuperar a produción. Todo depende de como broten as plantas. Se o fan nas xemas produtivas, haberá esperanza; se non, tamén o ano que vén pode estar perdido».

En medio de la tragedia, Cecilia busca un resquicio para transformar la pérdida en aprendizaje: «Quizais poidamos aproveitar esta catástrofe para aprender. Imos facer probas, pequenos ensaios de vinificación co que quedou, aínda que non sirva para comercializar. Queremos entender como responde a uva a situacións extremas, porque lamentablemente isto non é un feito illado. O cambio climático e os incendios seguirán estando aí, e temos que buscar como traballar con iso».

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Aun así, el dolor es inevitable. «O primeiro día estaba en shock, con brigadas e bombeiros por todas partes. Ao día seguinte, ao percorrer as viñas soa, foi cando me derrubei. É demasiado esforzo, demasiadas horas, para velo así».

Algunas imágenes quedaron grabadas en su memoria. «Atopar tres corzos nunha das parcelas queimadas foi moi duro. Miráronme coma preguntando: “¿e agora que?”. Deixamos as portas abertas para que polo menos puidesen entrar e comer algo. Xa que a min non me serve de nada, que o aproveiten eles».

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La solidaridad no ha tardado en llegar, aunque la enóloga señala la mejor manera de ayudar: «Todo o mundo ofrece apoio e agradécese, pero o importante agora é que a xente siga consumindo produto local. O rural precisa ingresos, porque veñen tempos moi duros».

El pueblo fue uno de los más afectados en Quiroga por el incendio. Además de los viñedos, el fuego se llevó una de las pocas casas habitadas permanentemente. Hoy los restos aún son muy visibles y también las consecuencias. La luz la recuperaron hace un día y aún no tienen agua corriente.

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En Alvaredos, donde la Ribeira Sacra se asoma al Sil con viñas centenarias en terrazas imposibles, el fuego ha dejado cicatrices profundas. Para Alvaredos-Hobbs, y para tantas familias viticultoras, queda la esperanza de que la vida vuelva a brotar entre las cenizas.
 

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