
Por un día, O Barco de Valdeorras se convirtió en epicentro del ciclismo internacional. La etapa 17 de la Vuelta Ciclista a España partió desde la villa y Onda Cero Valdeorras quiso vivirlo a pie de calle, con un programa especial en directo en pleno centro. Los micrófonos se abrieron a las autoridades, hosteleros, ciclistas y vecinos, que pusieron voz a una jornada histórica.
El director de Turismo de Galicia, Xosé Merelles, fue el encargado de cortar la cinta de salida y después, siguió los primeros kilómetros de la carrera desde el coche del director. No dudó en subrayar el alcance de esta cita. Reconoció que la huella de los incendios de este mes de agosto todavía se nota en varios parajes del recorrido, pero quiso mirar hacia adelante: la salida desde O Barco era, dijo, «una oportunidad única para que Valdeorras se muestre al mundo».
Recordó que la Vuelta desplaza cada día a más de 2.000 personas entre corredores, equipos y organización, lo que significa hoteles llenos y restaurantes trabajando a tope. Galicia añadió, lleva años colaborando con la carrera porque es un socio estratégico en la promoción turística y la comarca no podía perder esta ocasión.
Ese mismo impacto lo vivió en primera persona José Luis Casas, propietario de la cafetería Dulce y Salado, que acogió el set de Onda Cero. Apenas tuvo respiro en toda la mañana. «Ha sido como juntar el Entroido, los Reyes y las fiestas del pueblo en un mismo día», resumió. Las mesas llenas, la cafetera sin descanso, la cristalera cubierta de espaldas de cientos de personas que buscaban resguardarse de la lluvia mientras la caravana ciclista se desplegaba en las calles. «Nunca había visto tanto despliegue en O Barco: policías, equipos, organización… Ha sido impresionante», reconocía entre cafés servidos.
El análisis de un campeón
En medio del ambiente festivo, también hubo espacio para la mirada experta. Óscar Freire, triple campeón del mundo, se acercó a los micrófonos para analizar una etapa que describió como «corta, nerviosa y dura». La lluvia y el viento añadían incertidumbre y podían abrir la puerta a sorpresas. Aunque señaló a Almeida como firme candidato al triunfo, recordó que «en días así puede ganar cualquiera». Para él, esa es la magia del ciclismo.
Freire no pasó por alto las protestas que en jornadas anteriores habían alterado la carrera. Defendió el derecho a manifestarse, pero pidió respeto para los corredores: «Son profesionales que llevan todo el año preparándose y patrocinadores que invierten mucho. Esto es deporte y hay que dejar que la gente disfrute de él».
La retransmisión también dio voz a la afición local, representada por dos miembros de la peña ciclista Valdeorras Bike. Uno de ellos, Víctor Delgado, con solo 17 años, contó que empezó a montar en bici durante la pandemia y que llegó a formar parte del equipo Cortizo antes de dar un paso atrás por el desgaste mental de la competición. Hoy sigue disfrutando de la bicicleta sin presión, en salidas con amigos y compañeros de la peña.
A su lado, Diego Seco aportó la visión más veterana. Conoce bien el terreno y describió el Morredero, puerto final de la etapa, como «una ascensión casi sin descansos, con un desnivel constante del 8 o 9%». Para él, el duelo entre Vingegaard y Almeida era el gran atractivo de la jornada, aunque sin descartar sorpresas. Y ambos coincidieron en destacar la magnitud del despliegue: «No tiene nada que ver con otras veces que vimos pasar la Vuelta. Con miles de personas alrededor, el impacto económico se nota sí o sí».
La señal televisiva llevó las imágenes de O Barco a 190 países. Entre cafés, paraguas y banderas, la comarca se mostró al mundo como escenario de una de las grandes rondas ciclistas. Fue un día de deporte, pero también de negocio y de ilusión. La etapa 17 en O Barco se recordará como la jornada en que Valdeorras salió a la calle para mostrar su pasión por el ciclismo.