jueves. 05.06.2025

Un lugar en el mundo

El escritor Juan Álvarez López «El Letrastero» reflexiona este mes, muy apropiado para ello, sobre las vacaciones. «Cuando me hablan del verano, mi memoria súbita me sonríe levemente; rebobinando a mi mente, como lo hacían aquellos radio-cassette de los ochenta»

                Huele a vacaciones, escuché hace poco por la calle a una pareja. Y sí, cuando llegan estas fechas, no hay duda que se nos lanzan encima un sinfín de sensaciones que cada uno relacionará con aspectos, vivencias o algún compendio de épocas vividas de una vida.

Yo, que suelo dejar a las sensaciones del pasado, correteando a su libre albedrío por las cornisas del pensamiento con los ojos tapados por la venda del destino, no dejo de sorprenderme, pues jamás se caen al vacío.

Y si eso ocurriese, ya se encargarían las sonrisas de guardia de extender los paracaídas de la infancia, y así, amortiguar el golpe. Es hasta satisfactorio, eso de planear levemente ante los porrazos que en ocasiones el destino nos expone.

                A mí, me sucede que cuando me hablan del verano, mi memoria súbita me sonríe levemente; rebobinando a mi mente, como lo hacían aquellos radio-cassette de los ochenta cuando pulsabas el botón del Rewind.

¿Y a dónde me llevan? Pues principalmente a mi pueblo (los que tenemos pueblo sabemos a lo que me estoy refiriendo).

Me vuelven a meter en la piel que tal vez nunca he mudado del todo, porque siempre me negaré a dejar de ser aquel niño. Primero, porque cada vez me siento más identificado con él, y en segundo lugar… porque el mundo adulto con sus injusticias, sus guerras y sus desigualdades, se me antoja más indigesto y difícil de masticar, pues a partir de una cierta edad ya no tragas con todo y las ruedas de molino son apartadas de nuestro menú principal.

Mirador de Pena Folenche

                Igual que Rafael Alberti escribió con la mano ardiendo “Háblame del mar marinero”, yo, desde mi humilde vestimenta de Don Nadie, bajo mi condición de folenchero de cabo a rabo, os hablaría de A Pena (Folenche).

Pero, si soy sincero, ahora que estamos con los pies metidos en el charco de otro estío, las pocas neuronas que me quedan disponibles al servicio de un tecleo, con el helado entablando conversación con el café (y gotas) en mi estómago…  se me están quedando rezagadas entre la cuesta de Santo Domingo y la calle Estafeta, por no decir que, entre los recodos del Tourmalet alguna que otra siesta se me escapó sin avituallamiento alguno y nadie le dio caza.

                Otra vez, volveremos a nuestra aldea, a nuestro pueblo, a nuestra parroquia. Otra vez, sentiremos como el tórax se expande cada vez que abrimos la vieja casa familiar.

Otra vez, serán los recuerdos, las ausencias y nuestras experiencias con las alforjas cargadas de felicidad, las que salgan a nuestro encuentro y nos susurren al oído un “Qué bien, os estábamos esperando”, que nadie más que nosotros logrará escuchará.

                Curiosamente, hace poco, tuve un encuentro casual con dos colaboradores del programa “Cuarto Milenio”, concretamente Aldo Linares y Javier Pérez Campos, los cuales investigan, estudian y abordan casos paranormales y sucesos extraños.

Tras saludarles y disfrutar de su amabilidad, les hablé de una zona: de As Terras de Trives; de la magia y el misterio que se respira en cada uno sus rincones, etcétera. Sin embargo, olvidé comentarles que cuando cierro la puerta de casa a la hora de regresar, siempre tengo la sensación de que no se queda vacía y sin vida.

Tampoco les dije nada acerca de que se me nubla la mirada, y veo arriba una sombra que mueve la rueda de afilar a la vez que de ésta salen chispas.

Qué bien lo expresó Yosi en la canción de Los Suaves “El afilador”: “Está regresando a casa, en donde se ahoga el sol y va cerrando los ojos para poder ver mejor…”

Feliz verano.

Un lugar en el mundo