domingo. 16.11.2025

Valdeorras ante el mapa de la memoria: siete fosas y un pasado que sigue pidiendo ser contado

El mapa interactivo del Gobierno sitúa cientos de enterramientos en Galicia; en Valdeorras hay al menos siete localizados (entre fosas exhumadas, dignificadas y no intervenidas) que recuerdan a las víctimas de la represión franquista

La publicación del mapa interactivo de fosas del Gobierno, elaborado junto a RTVE y el Instituto Cervantes, ha reabierto en toda España un debate que nunca terminó de cerrarse: ¿cómo convivimos hoy con los vestigios físicos y emocionales de la violencia franquista? Según los responsables del proyecto, cualquier persona vive en España a menos de 50 kilómetros de una fosa común. En Galicia, donde se superan el centenar de localizaciones documentadas, la comarca de Valdeorras aparece marcada por varias historias singulares, algunas conocidas desde hace décadas, otras semiocultas entre la vegetación o la memoria oral, y todas ellas unidas por el rastro de una misma represión que atravesó aldeas y concellos.

Ese mapa utiliza como base, entre otras fuentes, el Censo de Víctimas de la Secretaría de Estado —con decenas de miles de registros— y se actualizará periódicamente para incluir nuevas exhumaciones e identificaciones. Para Galicia, y en particular para la provincia de Ourense, el proyecto localiza más de un centenar de enterramientos recogidos en los registros consultados. En la comarca de Valdeorras figuran al menos siete fosas y enterramientos recogidos en los inventarios públicos y en trabajos de investigación local

Soulecín, Carballeda y A Veiga

En O Barco, la fosa de Soulecín, en Sampaio, es uno de los ejemplos más poderosos de esa memoria que permanece abierta. Allí fueron enterrados Domingo Rodríguez y Amelia López, ejecutados extrajudicialmente en octubre de 1939. La familia decidió que el lugar nunca fuese exhumado, precisamente para que el paso del tiempo no borrase la huella de la violencia sufrida. En 2004 el concello instaló una lápida que dignifica el espacio, convertido ya en un símbolo local del dolor y la resistencia.

No muy lejos, Carballeda de Valdeorras, guarda la historia de otro enterramiento. En 2003 fue exhumado en Soutadoiro el cuerpo de un guerrillero antifranquista que había huido años antes del penal de los trabajadores de Casaio. Había vivido cinco años en la montaña y murió en 1949, víctima de un disparo realizado por un miembro de su propia partida. La Guardia Civil recuperó el cuerpo entonces para su identificación, pero volvió a enterrarlo en el mismo paraje agreste, de difícil acceso, donde más de medio siglo después sería localizado y recuperado.

A Veiga conserva otro capítulo de esa memoria fragmentada. En el cementerio de Xares se cree que reposan los restos de Antolín Murias, asesinado por antiguos colaboradores y enterrado primero en el lugar del crimen. Más tarde se habría trasladado su cuerpo al camposanto, donde fue inhumado sin lápida en la zona conocida popularmente como la “esquina de los suicidas”. Ninguna intervención científica ha confirmado hasta hoy esos testimonios orales, pero su persistencia ayuda a comprender cómo la memoria popular ha mantenido vivas historias que nunca llegaron a los archivos oficiales.

Al margen de Valdeorras estrictamente, pero íntimamente vinculados por geografía e historia, aparecen los lugares localizados en Viana do Bolo. En la zona de San Mamede, vecinos de varias generaciones hablan de una fosa abierta en 1936 en la cuneta de la antigua carretera A Gudiña – A Rúa, donde habrían sido enterrados dos hombres identificados como Manuel Blanco Pousa y Aurelio Domínguez Arias. También en Fornelos de Cova se ha documentado otro enterramiento no exhumado, pese a las excavaciones realizadas en 2010 que no pudieron completarse debido a obras posteriores. Y en San Pedro do Castro sí se intervino, recuperando e identificando los restos de una víctima cuya fosa ha quedado dignificada.

 

Cada una de estas localizaciones, dispersas entre aldeas y montes, refleja un capítulo distinto del conflicto y de la represión que siguió a la guerra. Algunas son fruto de ejecuciones inmediatas tras el golpe militar; otras responden a muertes posteriores en el contexto de la guerrilla antifranquista; varias han llegado al presente solo a través del relato de los vecinos. Pero todas forman parte de un mismo mapa emocional que explica buena parte de la identidad histórica de Valdeorras.

El nuevo catálogo estatal, que reúne miles de fichas y señala lugares concretos en cada comarca, aspira a convertirse en una herramienta de consulta y de trabajo para investigadores, familias y administraciones públicas. A la vez, evidencia las carencias todavía existentes: fosas sin intervenir, testimonios sin verificar, víctimas sin nombre y capítulos que continúan dependiendo de la memoria oral para no desaparecer. 

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