Según el DSM5, la distimia es un trastorno del estado de ánimo que afecta la percepción que tiene la persona sobre sí misma y el entorno que la rodea. Sus primeros síntomas suelen aparecer temprano, antes de los 21 años, pero también se puede manifestar de forma tardía, en la adultez. Afecta a entre el 5-6% de la población a nivel mundial. La distimia o trastorno depresivo persistente es un tipo de depresión leve que se mantiene a lo largo del tiempo.
Por desgracia, quien padece distimia no suele ser consciente de que tiene un problema, piensa que tiene una personalidad depresiva y se conforma, asumiendo los síntomas como características de personalidad, creyendo que ella simplemente es así. Como resultado, no suele buscar ayuda especializada.
Los signos de la distimia se aprecian en diferentes áreas:
- Emocional. Tristeza crónica, desesperanza, sentimiento de culpa, inutilidad y pesimismo. La persona con distimia pierde la motivación para emprender las tareas cotidianas y a menudo siente que los problemas cotidianos la superan.
- Conductual. Llanto ocasional, irritabilidad, incapacidad para asumir responsabilidades, disminución de la productividad y una marcada indiferencia social. Es habitual que la persona se aísle y prefiera pasar solo/a la mayor parte del tiempo pues las actividades sociales le son indiferentes.
- Cognitivos. Dificultad para tomar decisiones, problemas para concentrarse, pensamientos negativos recurrentes y dificultades para recordar información importante. La persona puede sufrir una serie de distorsiones negativas que le hacen percibir el mundo bajo un mirada pesimista.
- Somáticos. Falta de energía, fatiga, insomnio o hipersomnio, cambios en el apetito y sensación de malestar generalizado.
Por supuesto, cada persona es diferente, por lo que no experimentará todos los síntomas ni de la misma manera.
Diferencias con la depresión
En ocasiones los síntomas de la distimia se confunden con los de la depresión, aunque en realidad se trata de dos trastornos diferentes. La depresión mayor, por ejemplo, incapacita a quien la padece para desarrollar las tareas de su vida cotidiana porque sus síntomas suelen ser muy intensos.
Quien sufre depresión tiene que enfrentarse a diario a muchísimos retos, el mero hecho de levantarse de la cama se convierte en una tarea difícil. Aunque los síntomas del trastorno distímico interfieren en las tareas diarias debido fundamentalmente a la falta de energía y motivación, en realidad no le impiden cumplir con sus responsabilidades.
Otro aspecto fundamental que diferencia la tristeza de la depresión es la cronicidad. En el caso de la depresión los síntomas deben mantenerse la mayor parte del tiempo durante al menos dos semanas, pero para diagnosticar un trastorno distímico es preciso que los síntomas perduren durante al menos dos años. Asimismo, la depresión puede presentarse de forma brusca, casi siempre precedida por un evento traumático o estresante puntual. En cambio, la distimia tiene un comienzo insidioso cuya intensidad va aumentando progresivamente y perdura en el tiempo.
Causas
- Bioquímica. Las personas con distimia tienen niveles más bajos de algunos neurotransmisores a nivel cerebral, como la serotonina, la dopamina y la norepinefrina.
- Estructuras cerebrales. Algunas áreas del cerebro de las personas con distimia funcionan de manera diferente.
- Herencia y genética. Las personas con antecedentes familiares de depresión leve o distimia tienen un riesgo mayor de desarrollar el trastorno en algún momento a lo largo de su vida.
- Problemas en el vínculo con nuestras figuras de referencia. La relación de apego en nuestra infancia con nuestros cuidadores marca nuestra personalidad y nuestra forma de amar y de amarnos, de ver la vida y de vivir. Cuando no nos hemos sentido queridos, importantes, valorados o hemos sentido que somos suficiente podemos arrastrar a lo largo de nuestra vida una forma de sentir y de sentirnos tamizada por la tristeza y el desánimo. Nos falta algo, unas necesidades que no fueron cubiertas en la infancia y que nosotros de adultos no sabemos cómo cubrir.
- Características personológicas. Determinados rasgos de personalidad, como una escasa tolerancia a la crítica, una baja autoestima o una sensibilidad extrema, aumentan el riesgo de desarrollar un trastorno distímico. Las personas que se dejan vencer por la adversidad y tienden a percibir los sucesos cotidianos desde un punto de vista negativo también tienen una mayor vulnerabilidad a desarrollar el trastorno.
La distimia afecta prácticamente todas las áreas de la vida. Provoca dificultad para cuidar de uno mismo, de manera que se podrían adoptar hábitos de vida poco saludables que terminan dañando la salud. Por tanto, genera más vulnerabilidad a sufrir diferentes enfermedades, desde la hipertensión y la diabetes hasta patologías cardiovasculares. También la distimia acelera el proceso de envejecimiento y afecta a la respuesta inmune del organismo.
El trastorno distímico suele generar una pérdida progresiva del sentido de la vida, de manera que se pierde la confianza en las capacidades y en lo que uno es capaz de hacer. Si a esto se le suma la falta de energía y el sentimiento de tristeza crónica, es usual que el rendimiento en el plano laboral o académico termine resintiéndose
Tratamiento
- Descubrir el origen y los factores desencadenantes de la distimia.
- Modificar los pensamientos o creencias desadaptativas que alimentan el trastorno.
- Reprogramar las vivencias negativas o traumáticas para que dejen de causar daño.
- Recuperar la confianza en ti mismo y fortalecer la autoestima.
- Afrontar las situaciones importantes desde una perspectiva más realista y optimista.
- Gestionar mejor el estado de ánimo y recuperar las ganas de disfrutar de la vida.