
En Quiroga, un rebaño de ovejas ignora deliberadamente las hojas del viñedo y del olivar. No es casualidad: han sido entrenadas para ello. A unos metros, un robot segadora recorre las parcelas con la misma misión. Ambos sistemas están siendo evaluados en el marco del proyecto AGRI-ROVENAT, una iniciativa que une ciencia, tecnología y tradición para fomentar un modelo agrario más sostenible y atractivo en zonas despobladas.
La experiencia piloto se desarrolla en fincas de la empresa Ouro de Quiroga, en plena Ribeira Sacra. El objetivo es conservar y controlar la cubierta vegetal natural del suelo, sin recurrir, para eliminar las malas hierbas, a herbicidas ni maquinaria pesada, reduciendo así la erosión y protegiendo la biodiversidad. En paralelo, se estudia la calidad de los cultivos y del paisaje, pero también la viabilidad económica del sistema para agricultores y emprendedores.
«Buscamos alternativas de manejo respetuosas con el medio que, además, faciliten el trabajo y ofrezcan productos de alta calidad», explica Carmen Martínez, directora del Grupo VIOR de la Misión Biológica de Galicia (MBG-CSIC) y coordinadora científica del proyecto. «Si funciona en una zona tan compleja como esta, puede replicarse en muchas otras».
Una de las claves del ensayo es la técnica de aversión inducida. Desarrollada por la Universidad Autónoma de Barcelona, consiste en generar en las ovejas un rechazo natural hacia las hojas de vid y olivo tras consumir una pequeña dosis y asociarla con una sensación de malestar leve. De este modo, los animales se alimentan solo del manto vegetal que cubre el terreno, sin dañar los cultivos.
El ensayo incluye también un robot segadora teledirigido, fabricado por la empresa gallega Millasur. Además de evaluar su eficacia frente al pastoreo, el proyecto comparará ambos sistemas con el desbroce manual tradicional.

Pero AGRI-ROVENAT va más allá de la gestión agrícola. El análisis científico se completará con un estudio sobre la calidad de la leche producida por las ovejas en función de su entorno: viñedo, olivar o rosa —en el caso de una finca en Asturias donde se cultiva una variedad tradicional para uso en perfumería—.
Financiado por la Unión Europea y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, el proyecto cuenta con la participación de la Fundación General CSIC, el Grupo VIOR, la Fundación Laboral Santa Bárbara (FUSBA), el Instituto de Productos Lácteos de Asturias (CSIC), y empresas como Ovejas y Corderos S.L., Aromas del Narcea y Ouro de Quiroga. También colabora personal con diversidad funcional, implicado en el manejo del robot y en las tareas de campo.
Más allá de los datos, Carmen Martínez destaca el impacto que podría tener este modelo en el relevo generacional. «El campo sigue asociado a un trabajo duro y sacrificado, pero podemos ofrecer alternativas que permitan vivir en las aldeas con un buen nivel de vida y desarrollar trayectorias profesionales vinculadas a la ciencia, la tecnología o la robótica».
Los primeros resultados llegarán este otoño. Las conclusiones definitivas, en 2027. Si todo va bien, en el futuro no será extraño ver ovejas «selectivas» y máquinas inteligentes compartiendo finca para ayudar a mantener vivo el rural.
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