Biobra vivió este fin de semana una celebración muy especial: los cien años de Olga López López. Los festejó rodeada de sus hijos —Marilé, Rocío, José Manuel y Arturo—, así como de sus diez nietos y seis biznietos, que viajaron desde lugares tan distintos como Namibia, Holanda, Madrid, Pontevedra, Ponferrada, O Barco y la propia Biobra. En total, cuarenta personas, incluidos también los amigos más íntimos, se reunieron para acompañarla en un día inolvidable.
La mesa presidencial fue uno de los detalles más comentados: sumaba nada menos que 297 años. A Olga la acompañaban su hermana América, de 96 años, con quien convive, y su prima Ofelia, de 101, recordada en el pueblo como la repostera que endulzó bodas y celebraciones, incluidas las de Marilé y Rocío, con dulces hechos en su casa de Biobra.
Hubo un momento especialmente emotivo cuando los nietos y biznietos aparecieron con camisetas estampadas con la conocida imagen de Olga durante la protesta por la defensa de la Serra da Enciña da Lastra, cuando los antidisturbios desalojaban a los vecinos que se oponían a la cantera. Para la familia, fue una forma sencilla de recordar la fuerza y la convicción con las que ella se implicó en aquella lucha vecinal.
Sus hijas Marilé y Rocío aprovecharon la celebración para recordar la vida de su madre, siempre ligada a Biobra. “Siempre aquí, toda la vida”, repetían al contar que Olga nació, creció y se casó en el pueblo, igual que su marido, del que enviudó hace ya años.
La vida familiar estuvo marcada por el trabajo en el campo: vacas, ovejas y todo lo que permitía salir adelante. Olga también cosía, casi siempre como un intercambio entre vecinos. “A veces ayudaban en algo y ella hacía los vestidos”, explican sus hijas.
La familia rememora también el empeño de Olga para que sus hijos estudiaran. Las mayores fueron primero a O Barco y luego a Ponferrada, “porque mamá luchaba para que aprendiéramos”. Cada uno siguió después su propio camino, pero los padres permanecieron siempre en Biobra. Hoy Olga vive con su hermana América y con la ayuda de Betty, cuidadora de confianza desde hace años.
La historia de la familia está muy unida al pueblo y a sus maestras, que en su día llegaron a vivir en la casa familiar. A Olga le encantaba ese ambiente, cuentan sus hijas, porque “era una forma de aprender y de saber más”.
El cumpleaños número cien fue, sobre todo, un homenaje a una mujer que siempre estuvo al lado de los suyos y de su tierra. Un día lleno de cariño y memoria, como la propia vida de Olga.
