

Leticia Sanabria quería volver a Paraguay. Tenía 29 años, trabajaba en un club de alterne de O Barco de Valdeorras y, según contó uno de sus amigos más cercanos, planeaba enviar más de 9.000 euros el día que murió. El dinero estaba guardado en casa. No tenía cuenta corriente y confiaba en conocidos para realizar las transferencias, porque ella sola no podía enviarlo todo de una vez.
Su intención era empezar una nueva vida lejos de allí, según relató el testigo. Nunca llegó a hacerlo. Fue hallada muerta en su casa el 10 de septiembre de 2021, con marcas en el cuello. La autopsia confirmó que murió por asfixia.
Este martes 25 de marzo, en la segunda jornada del juicio que se celebra en la Audiencia Provincial de Ourense, diez testigos comparecieron ante el jurado popular que deberá decidir si la única acusada Fátima A., su compañera de piso, con quien compartía también trabajo en el mismo club, es o no culpable del homicidio de Leticia.
Uno de esos testigos, amigo de la víctima, aseguró que Leticia tenía previsto enviar una suma importante de dinero el mismo día que apareció muerta. Según relató, la joven había contactado con varias personas para repartir los envíos, como ya había hecho otras veces. «Me dijo que quería dejar esa vida. Iba a mandar todo el dinero a su familia», explicó. Añadió que Fátima le debía 11.000 euros y que Leticia le había expresado su preocupación: no sabía cómo iba a recuperarlos.
El control que supuestamente ejercía la acusada sobre ella fue un tema recurrente en varias declaraciones. Un exnovio de Leticia relató que no podía hacer nada sin que Fátima estuviera al tanto. «El día de su cumpleaños la llamó varias veces para que volviera al piso. Ella quiso irse a pie para evitar que nos viera juntos», contó.
Otro hombre, con quien Leticia mantenía una relación en el momento de su muerte, explicó que la joven le pidió ayuda para enviar una parte del dinero, y que, esa madrugada, después de hablar con ella por teléfono, recibió un mensaje fuera de lo habitual. «Tenía emoticonos, y ella nunca usaba. Me pareció raro», declaró.
Pero sin duda uno de los testimonios más esperados fue el de la mujer que estuvo dieciocho meses en prisión preventiva por este caso y que, tras quedar fuera de la causa, compareció el martes como testigo. Amiga de ambas, contó que esa mañana Fátima la llamó para quedar, algo que no era habitual. Durante el café, la acusada se mostró inquieta y habló de la relación de Leticia con un exnovio. Más tarde volvió a llamarla, esta vez para decirle que Leticia estaba desmayada.
Cuando llegó al piso, encontró a Fátima alterada y al cuerpo de Leticia inmóvil. Intentó reanimarla por teléfono con las indicaciones del 061, pero pronto se detuvo. «Tenía marcas en el cuello, la cara pellizcada, estaba rígida y algo morada», recordó. Aun así, Fátima insistió en hacerle el boca a boca. «Le dije que parara, que ya no estaba». La habitación estaba revuelta. El armario, abierto. La ropa, por el suelo.
Cerró la jornada la declaración de una vecina del edificio. Aseguró haber oído pasos y un golpe seco la noche de los hechos. Más tarde, dijo haber sentido miedo: Fátima hizo comentarios que revelaban un control preciso sobre sus movimientos y los de su familia.
El juicio continúa este miércoles con la declaración de los agentes de la Guardia Civil encargados de la investigación. Será una jornada clave. El jurado deberá decidir si el crimen fue producto de una discusión entre compañeras o si, como sostienen las acusaciones, que piden penas de prisión de entre 12 y 20 años, detrás hubo algo más: dinero, control y una vida que Leticia ya no quería seguir viviendo.