Los microtraumas, explica la doctora Rosa Molina, psiquiatra y divulgadora, son experiencias que, sin llegar a ser eventos extremos, tienen un impacto emocional significativo, sobre todo si se repiten o se producen en un contexto de vulnerabilidad. «Cuando pensamos en trauma, solemos imaginar grandes acontecimientos como una agresión o un atentado. Sin embargo, hay otras situaciones menos evidentes que, por su acumulación o por la sensibilidad individual, pueden marcar de la misma manera», explica Molina, que ha publicado un libro sobre estas heridas emocionales y su impacto en niños y adolescentes.
Estas experiencias pueden surgir en la infancia y la adolescencia en forma de violencia verbal, rechazo, abandono emocional o acoso escolar. Situaciones que pueden parecer insignificantes a ojos de un adulto, pero que dejan una profunda huella en la psique de un niño.
Uno de los aspectos más preocupantes de los microtraumas es que moldean el desarrollo del cerebro, especialmente en edades tempranas. La psiquiatra señala que estas heridas pueden alterar la forma en que los niños procesan la realidad y las relaciones. «El cerebro de un niño o un adolescente está en construcción. Si vive experiencias difíciles en su entorno cercano, estas determinarán cómo se configura su manera de pensar, de gestionar las emociones y de relacionarse con los demás», comenta.
En la vida adulta, las consecuencias pueden manifestarse en dificultades de concentración, alteraciones en el sueño, hiperalerta constante, ansiedad o sensación de peligro inminente. También pueden llevar al aislamiento, a la evitación de ciertas situaciones o a la somatización, es decir, dolores físicos sin causa médica aparente. «Lo llamamos microtrauma, pero las consecuencias pueden ser enormes», advierte Molina.
La buena noticia es que estos efectos pueden mitigarse. No estamos condenados a cargar con estas heridas toda la vida. «Siempre existe la posibilidad de recuperación. Puede ser un proceso más o menos largo, dependiendo del caso, pero es posible salir adelante y mejorar nuestra funcionalidad emocional», asegura la especialista. Para ello, el papel de los adultos que rodean al niño es fundamental.
Los padres, pero sobre todo los docentes y figuras de referencia, pueden ser claves para mitigar el impacto de estos pequeños traumas. «Siempre se dice que cuando alguien ha vivido una experiencia traumática, ya sea de gran impacto o un microtrauma, un docente puede ser esa segunda oportunidad. No tenemos por qué estar marcados de por vida», señala.
Pero, ¿Cómo podemos detectarlos?, y lo que es más importante, ¿Cómo podemos evitarlos? La doctora Molina lo tiene claro. Escuchar a los niños y validar sus emociones es un paso esencial. A menudo, sin mala intención, se minimizan sus sentimientos con frases como «no es para tanto» o «tienes que ser fuerte», cuando lo que realmente necesitan es sentir que su malestar es comprendido.
También es clave ofrecer entornos seguros y estables, donde se sientan protegidos. En muchos casos, los padres repiten sin darse cuenta modelos de crianza aprendidos en su propia infancia. «Muchas veces educamos como nos educaron a nosotros, sin cuestionar si es la mejor manera», comenta Molina. Esa tendencia a silenciar o negar emociones puede parecer inofensiva, pero a largo plazo tiene un impacto negativo en el desarrollo emocional.
Y parte de este trabajo hay que hacerlo fuera de casa. El sistema educativo juega un papel clave. Para la psiquiatra, es imprescindible que la educación emocional forme parte del currículo escolar. «El sistema educativo debería incluir formación en emociones y estrategias de afrontamiento, al igual que se enseñan matemáticas o ciencias», defiende. Conocer las emociones, saber cómo se manifiestan y aprender a gestionarlas ayudaría a los niños a crecer con mayor resiliencia. «La salud mental infantil está empezando a recibir más atención, pero todavía queda mucho por hacer. Lo importante es que los niños y adolescentes no crezcan en un entorno donde sus emociones sean ignoradas o invalidadas», añade.
A pesar de la complejidad del tema, Rosa Molina insiste en que nadie está condenado por sus microtraumas. Con las herramientas adecuadas y el apoyo necesario, —incluso profesional— es posible construir una vida más plena. Su trabajo, tanto en consulta como en la divulgación, está ayudando a miles de personas a comprender mejor su mundo emocional y a afrontarlo con mayor conciencia. Su libro Tus microtraumas y sus conferencias son un paso más en esa dirección.
En la charla en la que participará este martes 25 de febrero, a las 19:30h en el Teatro Lauro Olmo de O Barco, dentro de los Encuentros Familia-Escola organizados por la Asociación Vagalume, bajo el título «Educando saludablemente», tratará de arrojar luz sobre una realidad silenciosa pero muy presente. Ahora, el reto es seguir profundizando en la educación emocional, tanto en las familias como en las escuelas, para que las heridas invisibles no marquen el futuro de los más jóvenes.