sábado. 13.09.2025

Jesús Rodríguez, la pasión de un palista que nunca se cansa del Sil

Ha bajado el Sil más de treinta veces y ha ganado veinte. A punto de cumplir los 50, Jesús Rodríguez sigue llegando a la línea de salida con la misma ilusión que aquel chaval que se enganchó al piragüismo en un curso de verano
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Jesús Rodríguez, la pasión de un palista que nunca se cansa del Sil

Jesús Rodríguez ha ganado veinte veces el Descenso do Sil. Lo dice sin darle demasiada importancia, como si los triunfos fueran solo parte del camino. En general, es un hombre comedido, de esos que restan valor a sus victorias y prefieren hablar de sus compañeros o del club. Pero basta que alguien mencione la cita del Sil para que se ilumine: ahí sí que deja escapar un orgullo distinto, casi juvenil, que delata cuánto ama esta prueba.

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Su historia con el río empieza a escasos cien metros de casa, donde creció esperando cada año la gran regata. «Era un evento que esperábamos todo el año», recuerda. Un curso de verano bastó para engancharlo y, décadas después, sigue bajando con la misma ilusión de entonces. Este 2025 volverá a la salida en la edición número 57 del Descenso, con la misma motivación que el primer día.

Hoy, además de palista, es directivo del Fluvial O Barco, un club que vive uno de sus mejores momentos, con cerca de ochenta licencias y una cantera de treinta niños. Habla de ellos con entusiasmo, convencido de que en el futuro vendrán más alegrías. «Este año vamos a estar casi todos entre los cinco primeros», asegura, sin ocultar que el nivel es alto y que la regata puede ser memorable.

Rodríguez conoce ríos de toda España y de medio mundo, incluso disfruta mucho del prestigioso Sella, pero insiste en que el Sil es único: corto, intenso, con corrientes que sorprenden a los que llegan de fuera y con un público que convierte cada tramo en una fiesta. «Es la mejor prueba organizada de toda España», afirma con convicción, agradecido al Concello de O Barco por volcarse cada año en la organización.

Habla también de los vuelcos, de esos momentos que recuerdan que el río manda. «Algún año también volqué», reconoce sin dramatizar, porque para él el piragüismo es más que el resultado: es disfrutar, aprender, compartir. Tal vez por eso no se detiene en contar sus títulos, aunque sean incontables, y prefiere hablar de la experiencia de cada regata.

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Lo cierto es que detrás de su trayectoria hay muchas horas de entrenamiento. Jesús puede permitírselo porque su trabajo como bombero le da turnos de 24 horas con tres días de descanso, lo que le permite aprovechar las mañanas para entrenar. «Si tuviera un horario de oficina sería imposible», admite, recordando a muchos compañeros que no cuentan con la misma oportunidad.

Y aun así, el invierno en Valdeorras se complica: cuando las centrales eléctricas sueltan agua, el Sil deja de ser navegable y toca desplazarse hasta el embalse de A Rúa, con todo lo que eso implica. «Al final pierdes la tarde entera», lamenta.

La crítica va más allá: la falta de infraestructuras convierte cada desplazamiento en una odisea. Frente a Pontevedra, con cuarenta clubes y una red de comunicaciones que facilita la práctica, en Valdeorras los viajes suman horas y restan opciones. «Volvemos a lo mismo: las carencias de comunicación e infraestructuras», señala con resignación, consciente de que esa desventaja limita el desarrollo del deporte en la comarca.

Este año descenderá en K2 junto a Miguel Fernández Castañón, un referente con récord en el Sella. Pero Jesús no lo plantea como un reto de marcas, sino como otra oportunidad de vivir el río y sentir el ambiente. Y cuando llegue a la zona del Cachón, abarrotada de público, volverá a encontrarse con ese aplauso que le acompaña desde que era niño.

A punto de cumplir los 50, asegura que se encuentra en plena forma. No lo dice con vanidad, sino con la satisfacción de comprobar que todavía puede medirse con rivales mucho más jóvenes y mantenerse en la élite de un deporte exigente.

Así es Jesús Rodríguez: discreto en la mayoría de sus logros, pero incapaz de esconder la pasión que siente por su río. El Sil no es solo una competición; es parte de su vida, y cada descenso, un reencuentro con lo que más quiere.
 

Jesús Rodríguez, la pasión de un palista que nunca se cansa del Sil