
El Bono Alugueiro Mocidade vuelve a estar disponible en Galicia. La Xunta ha autorizado una nueva convocatoria de estas ayudas destinadas a jóvenes menores de 36 años, con el objetivo de facilitar su acceso a la vivienda mediante una subvención de hasta 250 euros al mes. Pero en O Barco de Valdeorras, donde los alquileres son casi un bien de lujo, la medida no soluciona el problema de fondo.
Porque, ¿de qué sirve una ayuda para pagar el alquiler si no hay pisos para alquilar? Y, cuando los hay, ¿qué joven puede permitirse pagar 500 euros en una localidad de 14.000 habitantes? María Iglesias, agente inmobiliario en O Barco, lo tiene claro: «Toda ayuda es buena, pero si no hay vivienda, de poco sirve».
La escasez de viviendas en alquiler en O Barco no es nueva, pero en los últimos meses la situación se ha agravado. Iglesias lo explica con un dato contundente: «Este mes se han vendido dos pisos que estaban en alquiler. Es decir, en lugar de sumar oferta, la estamos perdiendo».
La demanda, en cambio, sigue disparada. A diario recibe llamadas de personas que buscan un hogar y no lo encuentran. «Hoy mismo, antes de quedar contigo, me han llamado tres personas preguntando por alquileres. Desde el hospital, por ejemplo, me han dicho que una médica con dos hijos necesita un piso de tres habitaciones, pero no hay nada», cuenta.
Con una oferta tan reducida, el precio del alquiler ha subido sin freno. Iglesias recuerda su propia experiencia: «Cuando llegué a O Barco, pagaba 300 euros por mi piso. Ahora el mismo cuesta entre 450 y 500 euros». Una subida que, unida a los gastos de suministros, convierte la vivienda en un reto para muchos inquilinos. «Un cliente pagó 400 euros de gasoil en un mes por la calefacción y decidió bajar la temperatura al mínimo el siguiente», relata.
Por qué hay tan pocas viviendas en alquiler
El problema tiene varias raíces. Por un lado, muchos propietarios prefieren vender en lugar de alquilar. «Quieren evitar problemas: gastos de comunidad, posibles impagos, inquilinos que puedan dañar la vivienda… Aunque yo nunca he tenido incidentes con arrendatarios, el miedo sigue ahí», explica Iglesias.
Por otro, hay viviendas cerradas, sin intención de ser alquiladas ni vendidas. Iglesias menciona casos de vecinos que mantienen pisos vacíos simplemente porque no necesitan el dinero. Y luego están los inversores que compran propiedades para reformarlas y alquilarlas, pero a precios cada vez más elevados. «Tengo clientes que han comprado tres o cuatro pisos para alquilarlos, pero claro, eso también encarece el mercado», señala.
La falta de obra nueva es otro de los grandes frenos. En O Barco hay suelo disponible y edificios que podrían rehabilitarse, pero las promociones avanzan a un ritmo lento. «Se están construyendo adosados cerca del Mercadona y hay algunos proyectos en La Puebla, pero hablamos de plazos largos», explica Iglesias.
Mientras tanto, muchas personas optan por trasladarse a municipios cercanos como A Rúa o Sobradelo, donde los alquileres son algo más asequibles. Otros no tienen más remedio que recurrir a pensiones durante meses hasta encontrar una vivienda. «Tengo un cliente que lleva cinco meses en una pensión porque no encuentra piso», cuenta.
A pesar de la alta demanda, las constructoras locales parecen reacias a invertir en nuevos proyectos. Iglesias ha buscado promotores en Madrid para que apuesten por O Barco, pero el elevado coste de los materiales y el miedo a no vender dificultan la viabilidad de las promociones.
Sin soluciones a la vista
El Bono Alugueiro Mocidade puede ser una ayuda para algunos jóvenes en O Barco, pero no resuelve el verdadero problema: hay pocas viviendas en alquiler y las que hay son demasiado caras. Si no se construye más y si no se incentiva a los propietarios a alquilar, la situación seguirá siendo insostenible.
Mientras tanto, las conversaciones sobre la falta de pisos son el pan de cada día en supermercados, bares y plazas. Iglesias lo resume con una anécdota: «Hace unos días, un chico me dejó las llaves de su piso porque se iba. Justo en ese momento, dos chicas se acercaron a preguntarme si podían alquilarlo. Les dije que no, que el piso se iba a vender. Pero la desesperación de la gente es tal que buscan cualquier oportunidad».
Y así sigue O Barco, con una demanda creciente y una oferta que no responde. Con jóvenes que quieren independizarse pero no pueden, con trabajadores que llegan a la comarca y no encuentran dónde vivir, y con precios que parecen más propios de una gran ciudad que de una localidad de tamaño medio.
Y las ayudas, por bien intencionadas que sean, seguirán sin poder solucionar lo que realmente importa: que simplemente no hay suficientes viviendas donde vivir.