viernes. 19.04.2024

Valdeorreses que viven en el extranjero se enfrentan a la burocracia y a la posibilidad de volver en Navidad

Es la época navideña la idónea para unir a las familias, sobre todo aquellas cuyos miembros valdeorreses viven en el extranjero. Pero 2020 no es un año al uso y hasta las navidades son diferentes. Varias familias valdeorresas no podrán sentar a todos sus miembros en una misma mesa, aunque bien es cierto que los dispositivos tecnológicos permiten al menos, la comunicación.

En Somos Comarca, a lo largo de esta pandemia, hemos ido conociendo a muchos vecinos que habitan en otros puntos del globo terráqueo. Hoy hemos querido hablar con dos de ellos que están viviendo realidades distintas; mientras que Elisa deberá pasar la Nochebuena en cuarentena en una hotel de Nueva Zelanda; José podrá estar con sus seres queridos durante estas fiestas.

Navidad en Nueva Zelanda

El positivismo y la energía positiva de Elisa Alonso Fernández la conocimos en este reportaje, cuando nos narró que, junto a su familia, vivía en Australia. Allí fue donde paso su cuarentena voluntaria y donde ha estado todo el tiempo puesto que no ha podido salir de la isla para visitar a su familia ni a la de su marido, natural de Italia. “El covid nos truncó dos viajes a España y a Italia”, detalla.

Elisa en Sidney, despidiéndose de Australia

Pero su historia se ha recrudecido ligeramente ya que, ella y sus hijos, estarán hasta el día de Nochevieja en un hotel en Nueva Zelanda. “Mi situación es como un cuento de Navidad. Salimos de Sidney porque a mi marido le destinaron a Nueva Zelanda. Al principio pensamos en que los niños terminaran el curso escolar, que finaliza en diciembre y que él se fuera primero y yo con los niños”, ha explicado Elisa quien continua narrando que después optaron por no dividir la familia, hecho que finalmente fue imposible. “La empresa reclamó a mi marido por lo que él se fue a Nueva Zelanda en septiembre y yo me quede sola con los niños”, relata.

Así, comenzó su aventura para acceder a un país tan estricto como Nueva Zelanda. “Nos hicieron un visado. Después de muchos contratiempos conseguimos llegar el día 17. Queríamos llegar antes porque sabíamos que íbamos a estar 14 días en cuarentena pero fue imposible porque el Gobierno de Nueva Zelanda te da un plaza en un albergue por si es necesario aislarte. Ahora mismo ese permiso no lo dan hasta marzo así que hasta marzo no puede entrar nadie”, explica Elisa quien señala que los tramites se demoraron varios días. “Éramos cinco personas en el aeropuerto, en el avión éramos las mismas cinco personas y todo estaba cerrado. Cuando entramos en Nueva Zelanda, no había nadie. Nos escoltaron hasta el hotel, parecía que llegabas a un país fantasma. Nuestra salida está prevista para el día 31, pero primero tenemos que dar negativo en dos pruebas PCR”, detalla esta valdeorresa.

Elisa no pierde el buen humor y a pesar de estar encerrada con sus hijos de 15 y 12 años ve el lado positivo. “Podemos salir a pasear por el parking y lo llevamos bastante bien. La actitud cuenta. Mi marido nos viene a ver a través de una valla todos los días y podemos hablar. Además nos trajo unas raquetas de bádminton para que jugáramos”, narra sobre su actual experiencia.

Imagen en el parking del Hotel de Nueva Zelanda. "Si alguien lo ve y lo busca en Google Maps conoce nuestra comarca", destaca Elisa

Una experiencia que parece de película puesto que están rodeados de militares, “Son muy educados y no te sientes encerrado. Pero aquí las normas son muy estrictas. Me preguntaron si me gustaría salir un poco antes y les dije que sí, y me dijeron que en vez de a las 19.35 podría salir a las 19.25 horas”, se ríe.

Sobre cómo celebraran las fiestas desconoce cómo qué harán. “Las redes sociales para mis hijos están siendo un alivio pero les hare cantar villancicos…Esta Navidad va a ser para recordar pero no solo por mi situación, sino para todos”, asume. “Después en Nochevieja si vamos a estar juntos, intentaremos poder ir a cenar a algún sitio…. Yo lo único que quiero es poder comer las uvas”, detalla.

Con tristeza reconoce que hace año y medio que no pisa Valdeorras. “Hablo muchísimo con mi familia y mis amigas, por Skype y WhatsApp. Siempre estoy informada de todo lo que pasa, hay amigas que me dicen que parece que vivo allí”,  bromea detallando que está muy unida aunque siempre tiene en mente poder viajar a Valdeorras. “Hay días que duele y mucho. Yo quiero volver en condiciones, poder besar a mi padre y no tener miedo”, asevera.  

Elisa no entiende aquello de estar quieta y en el anterior confinamiento escribió un libro. Esta vez se ha inspirado en lo ocurrido a su hija, a quien su mejor amiga le entregó un regalo para cada día que la pequeña estuviera encerrada. “Cada día abre un regalo con un mensaje. Y yo escribo la historia que me inspiran y la publico en mis redes sociales, explica señalando que su hija salió del país muy ilusionada por abrir estos regalos.

Concluye Elisa recordando a sus seres queridos: “Le quiero dar un beso a toda mi gente, los quiero mucho y me gustaría estar con ellos. También saludar a toda Valdeorras que yoddonde voy, hablo de Valdeorras, Petín y A Rúa”, concluye.

Navidad en casa desde Cambridge

Totalmente diferente es la historia vivida por José Franco. A él lo conocimos en mayo cuando pasaba un auto confinamiento en Cambridge, donde este joven barquense realiza un doctorado de investigación sobre células pre cancerígenas en el Cáncer Research UK Cambridge Institute.

Desde hace unos días, José está en España después de pasar varias pruebas PCR negativas. “En mi instituto nos haces estos test todas las semanas para poder trabajar, sobre todo porque tratamos con pacientes de cáncer y toda precaución es poca”, destaca.

Para volver a España le exigían un test negativo en coronavirus, el tipo de test fue cambiando a medida que avanzaba el tiempo. “Mucha gente pagaba 200 euros por un test. Los laboratorios se están montando en el dólar, porque un test en realidad cuesta 10 euros. Yo y mis compañeros decíamos que si teníamos que hacer ese test no veníamos a España”, destaca.

Finalmente el instituto en el que trabaja, de la Universidad de Cambridge, certifico su negativo en la prueba realizada por la entidad. “También en el aeropuerto tenías la posibilidad de hacer otro tipo de test pero había gente que después se quedaba sin volar porque dijeron que esa prueba no valía…”, señala destacando la incertidumbre existente. “Además del test te piden un Código QR de un formulario que haces con la compra del billete. En él das tu palabra de que no has estado con alguien que tenga COVID detectado o que no has tenido ningún síntoma en las últimas semanas. También tienes que informar de los lugares donde vas a estar”, explica.

Tras estas vacaciones navideñas, la vuelta a Inglaterra supone otra cuesta arriba. “No sé cuándo podré volver a España después. Tengo que ir a Cambridge porque allí tengo mi apartamento y mi trabajo pero las cosas allí cada vez están peor, más restrictivos con la nueva cepa…”.

Respecto a esta nueva cepa surgida en Inglaterra, José aclara que no es su campo de estudio pero que ha visto que tiene 17 mutaciones diferentes. “Pero son mutaciones muy inestables de un virus. Éstas le permiten expandirse más y esto era lo esperado. Las vacunas que tenemos están enfocadas en las regiones estables de un virus que es por donde hay que atacarle”, destaca el estudioso quien añade que se prevé que el virus siga mutando y al final se convertirá en algo estacional, como es la gripe, pero no será tan mortal.

En definitiva, pequeños cuentos de Navidad los vividos por estos valdeorreses que son el reflejo de otros cientos que han visto como este virus truncaba sus planes.


Valdeorreses en la diáspora