jueves. 18.04.2024
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Manuel Miranda, el hombre que "labró" una mina interior de pizarra (Foto: Alejandro Lorenzo)

Nació en el seno de una familia humilde y años después impulsó y diseñó una mina subterránea que hoy en día continúa siendo fuente de extracción de ese “oro negro” que tanta riqueza genera en Valdeorras. Manuel Miranda, Manolo, es el segundo de doce hermanos que se criaron en Pontenova —Lugo— con el ganado como principal forma de vida. Él mismo se encargaba de cuidar a las vacas hasta que el destino le puso en esta comarca.

Al echar la vista atrás, Manolo recuerda que comenzó la escuela a los 7 años, aunque no aprendió a leer hasta los 11. A los 13, se presentó a una prueba para obtener la beca que le permitió estudiar bachiller. El elemental lo cursó en Ribadeo; el superior, especializado en industrias lácteas, en Cangas de Onís.

Su idea era formarse en una carrera de grado medio, pero su padre y el director del instituto movieron algunos hilos por detrás para que se presentase a la prueba de madurez en Oviedo. Manolo aprobó y fue entonces cuando, en cuestión de horas, se replanteó y decidió su futuro. No tenía ninguna vocación y en la capital asturiana podía cursar el Selectivo de Técnicas, por lo que decidió matricularse in situ en cuanto recibió la nota. Después, se inscribió en la Escuela de Minas, que estudió gracias a una beca salario.

Manuel Miranda junto a BenignoBenigno y Manolo delante del frente de la cantera a cielo abierto anterior a la mina

 

Cuando terminó su formación tenía claro que quería ejercer su profesión por el esfuerzo que había supuesto este camino para sus padres. En ese momento las oportunidades estaban en Hispanoamérica, así que arregló los papeles para irse. Unos días antes de atravesar el océano, Valdeorras se cruzó en su camino. Era enero de 1980 y recuerda que recibió una llamada en la que le ofrecía incorporarse como técnico en el grupo Samaca —Santa María de Casaio—, una cooperativa que aunaba las canteras de la comarca. 

Manolo asegura que no lo dudó mucho. Cogió el coche y puso rumbo a Valdeorras para reunirse con José Luis Escribano y Rogelio López. Quedaron en el Restaurante San Mauro de O Barco, donde comió el primer chuletón de su vida. Mes y medio después, el 17 de marzo, comenzaba a trabajar en esta profesión que tantas alegrías, y algún que otro disgusto, le ha dado.

Manuel Miranda junto a Rogelio LópezManolo y Rogelio López presidente de Samaca

En aquellos años los ingenieros eran impuestos a las explotaciones mineras por la administración. Por eso él hacía falta, para repartirse con Escribano el trabajo técnico de Samaca. Entre su cartera de empresas se encontraba Pizarras Gallegas, donde acabó como parte fija de la plantilla en el año 1990. «Ellos buscaban a alguien y yo les pregunté si les valía. Su proyecto de ampliación me gustaba».

Hoy no duda en otorgarle el mérito a quien por aquel entonces era el máximo responsable de la cantera, Manuel Rodríguez. Y es que para Manolo lo más importante en el trabajo siempre fue sentirse cómodo y conseguir un buen ambiente. Allí, en Pizarras Gallegas, lo encontró.

Una mina interior de “oro negro”

En Pizarras Gallegas la concesión de explotación contaba con dos laderas, la “buena” y la “mala”. Pero la primera sufrió un fuerte desprendimiento. Fue entonces cuando Manolo llegó a la conclusión de que era necesario crear una mina de interior en la otra falda de la montaña. La idea comenzó a coger forma apenas una semana después de proponerla. «Manuel Rodríguez me preguntó qué necesitaba para hacerlo realidad. Era un hombre muy abierto. Las veía venir». 

somoscomarca_pizarra_minainterior_pizarrasgallegas_2021-09-21Cantera a cielo abierto anterior a la mina

En el 1996 se realizaron los estudios de geotecnia y en el 1999 empezaron a abrir mina. No fue un trabajo sencillo. Una empresa de obra civil se encargó de las operaciones en las dos primeras fases —1999 y 2002—, pero eran Manolo y su equipo quienes marcaban el recorrido. «Lo avances en cabeza de cámara se hacen con explosivos y sabías que se podían estropear 2 o 3 metros de pizarra. Por eso hacíamos sondeos cada fin de semana. Según donde estuviera la pieza, les mandadas subir o bajar con el Jumbo de perforación. Los volvía loco». La tercera fase, y última, se ejecutó en 2004.

somoscomarca_manuelmiranda_minasinterior_pizarrasgallegas_cupa_2021-09-29 (6)Quino y Manolo recordando viejos tiempos. Alejandro Lorenzo

A día de hoy Manolo tiene claro que fue «un acierto total y absoluto. Un trabajo de planificación de futuro. Sigue ahí, aunque hoy con otra cartelera».

Gran capitán, mejor equipo

Al construir esta mina la principal duda no estaba en cómo respondería el terreno —eso Manolo lo sabía perfectamente gracias a sus conocimientos—, sino en el comportamiento de los trabajadores. «No había estudios psicológicos sobre cuál sería la reacción de la gente al entrar en cámaras tan inmensas, con 80 metros de distancia al techo». Pero con el tiempo, preparándolos e incentivándolos, apenas hubo problema.

Todo ello fue gracias a dos factores claves. El primero, la «buena gente que tuve a mi alrededor». El segundo, y más importante, la gran confianza que Manolo daba a su equipo. «Siempre les dije lo que se iba a hacer y cómo. Nunca mandé a nadie entrar en un sitio donde yo no me atrevía. Yo iba delante».

Y es que al escuchar la historia de Manolo entiendes que el principal cometido de un ingeniero es ver los riesgos que otros no observamos. «Siempre pedí a mi equipo que, si veían algo que no les gustaba, aunque les pareciera una ridiculez, me lo dijeran».

somoscomarca_manuelmiranda_minasinterior_pizarrasgallegas_cupa_2021-09-29 (5)Manuel señala lo que queda de la vieja explotación a cielo abierto. Sonia R Losada

Esta confianza fue el motivo por el que todo siempre funcionó bien dentro la mina, aunque eso no evitó algún pequeño susto. «El ingeniero tiene que estar ahí día a día». Una figura que Manolo defiende a capa y escapada. Explica casi con tristeza que había algunas empresas que no aprovechaban los conocimientos de estos profesionales porque «el dueño sentía que perdía el control de su negocio». Un problema que él nunca tuvo. «Es una pena tener a gente muy cualificada y no saber explotarla. Pero como fuimos impuestos por la administración…».

¿Hay futuro para la pizarra?

No duda un segundo la respuesta: «sí». Pero con matices. El futuro de la pizarra en Valdeorras pasa «por arriesgar, por caminar hacía la mina de interior». Son muchas las razones que pone sobre la mesa para apoyar su teoría. En primer lugar, la ratio de escombro. Muchas explotaciones tienen que hacer viajes de 20 minutos hasta llegar a la escombrera, algo que no ocurre en la subterránea, donde se deposita en las cámaras ya explotadas.

En segundo, los costes de extracción a cielo abierto que, a la larga, acaban siendo superiores. «Todas las que puedan, deberían entrar. Si alguno no se atreve, acabarán vendiendo y quien venga lo hará pensando en la mina interior». Eso sí, Manolo resalta que no todas tienen esta posibilidad por falta de margen en el espacio de la concesión.

somoscomarca_manuelmiranda_minasinterior_pizarrasgallegas_cupa_2021-09-29 (3)Manuel y Aurelio Delgado, ingeniero de minas que lo sustituyó tras su jubilación. Alejandro Lorenzo

Un “hasta pronto”

A lo largo de su carrera Manolo tuvo tres sustos que casi le obligan a despedirse de las canteras. Hoy los relata entre risas. «Una fue con pólvora de un explosivo; la segunda, cuando caí a un hueco mientras la pala trabajada. Por suerte me vio el chófer. La tercera fue saneando un talud. Tropecé y quedé al borde del precipicio de 80 metros».

Sin embargo, fueron varios desprendimientos de retina los que causaron su adiós. Su visibilidad era cada vez peor, sobre todo en la oscuridad. Haciendo honor a sus principios, tomó la decisión más sabía: «bajo mi responsabilidad estaba la vida de 14 personas. Había mucha gente en paro y tocaba cerrar el ciclo».

somoscomarca_manuelmiranda_minasinterior_pizarrasgallegas_cupa_2021-09-29 (1)Manuel en una de las galerías de la mina de Pizarras Gallegas. Alejando Lorenzo

Manolo se despidió de Pizarras Gallegas y de “su mina” en 2012. Tiene claro que es necesario vivir con el riesgo, pero lo más importante es tenerlo evaluado, algo que él ya no podía ver con claridad. Ahí está la clave esta profesión que ejerció con tanta pasión durante 32 años en Valdeorras.

Aquí puedes escuchar parte de su historia:

Imágenes antiguas cedidas por Manuel Miranda/ Imágenes actuales de Alejandro Lorenzo. 

Manuel Miranda, el hombre que "labró" una mina interior de pizarra