miércoles. 01.10.2025

El Camiño de Inverno visto desde seis bicicletas andaluzas: paisajes, silencios y cicatrices

Entre pedales y silencios, seis voces descubren que el Camino siempre transforma. La ruta menos conocida del Camino de Santiago revela a los ciclistas su encanto discreto, su hospitalidad… y las huellas del fuego

Hoy nos montamos en una bicicleta y pedaleamos por la ruta jacobea que pasa por Valdeorras, lo hacemos por el Camino de Inverno. Apenas hace unos años incorporado oficialmente a los caminos jacobeos, tiene mucho que contar. Menos conocido que otros, guarda en su trayecto una belleza discreta, una historia profunda… y, en tiempos recientes, también cicatrices.

Desde Ponferrada, atravesando el Bierzo y Valdeorras, hasta llegar a Compostela por las riberas del Sil, el Camino de Invierno serpentea entre montañas, viñedos centenarios y pueblos con alma.

Nos encontramos con seis andaluces —Francisco Ávila, Ramón Eduardo, Ramón García, Moisés Vázquez, Antonio Flechoso y Hugo Ralla—, que decidieron recorrer esta ruta en bicicleta. «Más que nada, esto empezó como un reto deportivo. Éramos tres amigos, lo compartimos en redes... y acabamos siendo seis. Este es ya nuestro sexto camino», nos cuentan.

Lo que nació como una manera de desconectar se ha convertido para ellos en una tradición anual y, al mismo tiempo, en un reencuentro consigo mismos.

Una ruta con menos ruido… y más alma

Eligen esta variante precisamente por lo que no tiene: «Menos peregrinos, menos masificación… más tranquilidad».

En sus palabras, el Camino de Invierno ofrece algo que otras rutas han perdido, una conexión auténtica con el paisaje y con los pueblos.

«Aquí vas pedaleando y te cruzas con gente del lugar. Aunque no haya muchos peregrinos, siempre hay alguien que te ayuda, que te habla… eso te hace sentir dentro del territorio».

Esa tranquilidad, sin embargo, también tiene su precio. Lo contaban con humor: «Hemos pasado por tramos vírgenes, sin señalizar... ¡si nos sale un jabalí, nos lo comemos con la bici!».

Se enfrentan a caminos poco marcados, a la escasez de alojamiento… y aun así, lo recomiendan. «Es muy bonito, muy tranquilo. Pero necesita más visibilidad. Más señalización, más apoyo».

Pedalear entre las cenizas

De repente, la naturaleza les habla… aunque no como esperaban. Atravesaron zonas como Quereño, en Rubiá o Pumares, en Sobradelo, y todo el valle del Sil desde O Barco a Arcos; lugares marcados por los incendios forestales de este verano.

«Nos impresionó el olor a quemado… y ver que a izquierda, derecha, al frente... todo estaba negro. Hablamos con vecinos que nos contaron que el fuego llegó a metros de sus casas, que pasaron noches sin dormir…». Entonces, lo que era un reto deportivo se transforma. «En la tele lo ves… pero aquí lo vives. Aquí lo sientes».

Para ellos, este Camino también es una forma de dar visibilidad a lo que ha pasado. Una manera de acompañar a la tierra herida, con el simple gesto de caminar… o pedalear.

«Nosotros amamos la naturaleza. Y esto que hemos visto aquí nos ha tocado. Hay que cuidar el entorno. Porque muchas veces lo que se quema... es provocado. Y eso duele más».

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Casa que los acogió en Arcos

 Hospitalidad y detalles que dejan huella

En A Rúa de Valdeorras no encontraron alojamiento en buscadores. La casualidad los llevó a una casa rural donde, además de cama, hallaron calor humano.

«Carlos, el casero, nos enseñó una ruta al río Farelos que había limpiado con sus propias manos. Eso no lo ves en Booking». Pequeños gestos que hacen grande al Camino.

Un viaje de amistad, reflexión… y Betis

Se nota que son amigos. Algunos, incluso, primos. Comparten risas, bromas… y hasta el amor por el Betis, aunque eso, dicen, es casi lo único verde en su tierra.

«Nos acoplamos muy bien. Si uno quiere pan, se come pan. Si el otro quiere bizcocho, bizcocho. Pero vamos todos juntos. No peleamos. Si no vamos a una, no venimos».

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Apunto de iniciar la salida

Aunque este grupo comenzó con un reto deportivo, ya saben que el Camino transforma.

«Hay momentos que te quedas solo pedaleando… y reflexionas. Aunque vengamos a hacer deporte, este camino te conecta contigo, con la naturaleza… y con lo que de verdad importa».

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Dejando el pueblo de Arcos

El Camino de Invierno no es nuevo. Pero sí diferente.

Nació como alternativa al duro puerto de O Cebreiro, especialmente en invierno, cuando la nieve lo hace casi intransitable. Pero este camino tiene vida propia.

«No sabemos por qué seis andaluces acaban viniendo a Galicia a hacer este camino... pero es que Galicia lo tiene todo. Verde, aldeas, historia, cariño. No hay color».

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Seis voces, un solo camino. Una ruta menos transitada, pero llena de paisajes que sanan y de paisanos que abrazan. Este es el Camino de Invierno. Quizás no sea el más cómodo, ni el más famoso… pero quienes lo recorren, lo recuerdan.

Porque aquí, entre pedales, piedras y silencio, se respira verdad.

Buen camino… y hasta la próxima.

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