jueves. 28.03.2024

Ramón García, Ragar lleva toda una vida tras el visor de una cámara. Todos los vecinos de A Rúa, en los últimos 60 años, han pasado por su objetivo. Es el retratista de A Rúa.

La cámara de fotos llego a su vida antes de nacer. Ramón García, Ragar, vinó al mundo, en Valdeorras, en 1935 y en ese momento en su casa su padre ya hacía fotografías y las revelaba. “Antes de casarse, mi padre viajo a Cuba y a Nueva York. De allí se trajo una cámara, la primera kodak con rollo fotográfico”, relata. “Después, más tarde y con mis ahorros me compré mi propia cámara, lamentó no conservarla porque fue el primer modelo que se fabricó en España”, rememora.

Ramón García con Roblido al fondo

Ramon y su mujer

Así, Ragar creció rodeado de negativos y olor a revelador. Un olor que impregno su pituitaria marcando su futuro. “Mi padre tenía una tintorería en A Rúa, después en O Barco, A Coruña, Villafranca del Bierzo… pero a mí no me gustaba esa profesión”, señala Ragar quien se lanzó a estudiar fotografía en una academia cuando tenía 17 años.

Fotografías de un joven Ramón García en la exposición de fotografia en el Centro Cultural Avenida de A Rúa
Fotografías de un joven Ramón García en la exposición del Centro Cultural Avenida de A Rúa

Y entre foto y foto, Ragar se casó en Bembibre con la persona que toda la vida le ayudaría en el estudio. Allí decidió instalarse, formar una familia y dedicar su vida a su pasión. “En aquel momento necesitabas un permiso especial de la Dirección Nacional de Seguridad para no ser tratado como espía. Si te veían haciendo fotografías te detenían y te juzgaban como espía”, aclara Ramón quien señala que en toda la provincia de León solo se otorgaban 32 licencias y él tenía 20 demandantes de la licencia por delante de él.

Ramón con su hija y su mujer en la terraza de su casa
Ramón García junto a su mujer y una de sus hijas en su casa de Roblido

“En aquel momento las fotografías se hacían, sobre todo, en las fiestas. Muchas veces coincidían en la misma fecha pero en diferentes sitios. Así que hablé con el fotógrafo de Bembibre y comenzamos a colaborar”, señala García a quien esta pericia le duro poco tiempo. “Yo tenía mucho trabajo y él cada vez menos así que un día llegó la Guardia Civil a mi casa”, detalla. La Benemérita le recomendó que dejara la profesión antes de que ellos le detuvieron pero Ragar no quería renunciar a su pasión.

Así supo que A Rúa no contaba con fotógrafo sino que recibía la visita de otro, que tampoco tenía licencia, dos veces a la semana. Por eso decidió empezar a trabajar a sabiendas de que su competencia no le iba a denunciar.

“Poco a poco monté el estudio, mi mujer me ayudaba porque trabajaba muchas horas…Hasta 16 seguidas” rememora el fotógrafo quien trabajaba en A Rúa aunque, por prescripción médica y durante el invierno vivía (y vive) en Roblido, el pueblo de su padre para que sus hijos respirasen aire puro.

Los hijos de Ramón en la exposición de fotografia en el Centro Cultural Avenida de A Rúa
Los hijos de Ramón en la exposición de fotografía en el Centro Cultural Avenida de A Rúa

“Al principio yo iba a las fiestas y la gente que quería fotografiarse venía a mí. Para las bodas me avisaban y después en el estudio venían”, señala anunciando que acudió a bodas en León, País Vasco, Santiago de Compostela, Portugal… “Cuando llegó el color era muy caro y se notaba en las bodas que solo se hacían dos o tres fotos en color”, asevera.

Retratos

“La fotografía que más me gustaba hacer eran retratos. No le solía decir a las personas que posasen si no que les decía que preparaba la cámara y les pillaba con la expresión que a mí me gustaba, que yo quería transmitir”, recuerda el fotógrafo quien asegura que cuenta con más de dos millones de negativos. “Muchos los perdí, incluidos los negativos de mi boda”, lamenta. Y es que en su mudanza de El Bierzo a Valdeorras olvidó negativos y fotos en la zona de la casa que utilizaba de estudio de revelado.

He fotografiado todo lo que se me ha puesto por delante; hasta a políticos o a algún pésimo alcalde de A Rúa…siempre estaban dispuestos a salir en la foto”, detalla.



Aunque en la academia aprendió nociones básicas de fotografía, Ragar se considera autodidacta, llegando a crear su propio liquido revelador. “El que más se utilizaba era el de Kodak pero a mí me parecía que daba mucho contraste y no había detalle en las sombras. Así que empecé a hacer pruebas y cree un revelador que se hizo conocido en todo la provincia”, asegura.

Respecto a la moda actual de fotografiar cada paso Ragar no está de acuerdo. “Yo no utilizo el teléfono para eso, pero veo a mis hijos y nietos que almacenan cientos y cientos de fotos. Es una fotografía sencilla, fácil y son demasiadas”, admite.

Así, con una foto fija de su historia; Ragar continúa guardando en su memoria y en el obturador de su ojo la historia de A Rúa y reconoce que no podría quedarse con una solo fotografía, porque todas son especiales.

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El hombre de los dos millones de negativos