En Valdeorras, pocas bodegas representan tan bien la esencia de la comarca como Alan de Val. Con uva de viñedo propio y un estilo que combina tradición y conocimiento técnico, sus vinos vuelven a situarse entre los más buscados estas Navidades. A la calidad de la última vendimia y a la preparación de la campaña se suma la implicación creciente de Silvia y Sabela Sánchez, tercera generación familiar, formadas en Viticultura y Enología en el IES Lauro Olmo y plenamente integradas en el día a día de la bodega. «Nos gusta, lo hemos mamado desde pequeñitas», comentan ambas al hablar de un oficio que sienten como propio desde la infancia.
Para ellas, la formación ha sido una pieza clave. «Una cosa es hablar de vino y otra estudiar el proceso, el comercio, aprender un poco de todo», explican al recordar su paso por el ciclo de Viticultura y Enología.
La cosecha de este año llegó marcada por circunstancias difíciles: los incendios de agosto afectaron a una viña de Mencía cercana a la hectárea, reduciendo de forma notable la producción. Aun así, el equipo destaca la excelente calidad de la uva. «Este año notamos una bajada de producción, pero con mayor calidad», resume Sabela.
En Godello también se recogieron menos kilos, mientras que la Garnacha ofreció un comportamiento especialmente positivo, con más cantidad y una maduración óptima. Los primeros vinos de esta cosecha verán la luz en marzo, mientras que el Pedrazais Godello, uno de los referentes de la bodega, saldrá en junio.
Una colección que expresa el viñedo
La gama de Alan de Val refleja su compromiso con trabajar únicamente con uva propia. «Sólo trabajamos con nuestra uva», recuerdan Silvia y Sabela, un principio que ha guiado a la familia desde el inicio. En blancos, destacan Alan de Val Godello, fresco y directo, y Pedrazais Godello, su vino de finca elaborado sobre lías.
En tintos, sobresalen el premiado Alan de Val Mencía; A Costiña, basado en Brancellao; y Castes Nobres, un coupage de Brancellao, Caiño y Sousón que reivindica la riqueza varietal de Valdeorras. «Mucha gente asocia Valdeorras al Mencía, pero apostamos por variedades que se recuperaron aquí, como el Brancellao y el Caiño», explican.
El rosado de Alan de Val —elaborado con Brancellao y Caiño— se ha convertido en una de las apuestas más singulares de la bodega. No es una novedad absoluta, pero sí la primera Navidad en la que llega plenamente consolidado. «Queríamos un rosado con color, con cuerpo, no un rosado pálido», explican Silvia y Sabela sobre su elaboración.
En Valdeorras todavía no hay rosados, y este destaca como una alternativa diferente dentro de la comarca. Su versatilidad lo convierte en un vino ideal para estas fechas: «Marida con casi todo: aperitivos, pescados, mariscos, carnes blancas, encurtidos…», recomiendan.
Enoturismo y regalos con sello propio
La Navidad es una de las épocas de mayor actividad en la bodega. «Este mes tenemos mucho trabajo: etiquetando, preparando estuches, cajas personalizadas y pedidos», cuentan. Se realizan envíos por toda España —Madrid, Asturias, Galicia, Barcelona, Málaga, Castellón…— y también al extranjero: Austria, Países Bajos, Baleares e incluso a Puerto Rico.
El enoturismo también vive un momento álgido: «Ofrecemos visitas a nuestra cova, catas y un pinchoteo largo», explica Sabela. Una propuesta que se está convirtiendo en un muy buen regalo en estas fechas y que permite descubrir de primera mano la historia y los vinos de la bodega.
La bodega ya cuenta con diez referencias y no se plantea nuevas incorporaciones inmediatas: «Creo que con el rosado tenemos el cupo, pero nunca se sabe», comentan entre risas. El objetivo del próximo año es claro: dar más visibilidad a los tintos, especialmente a aquellos elaborados con variedades autóctonas recuperadas. Silvia y Sabela estarán en primera línea de ese proceso, aportando formación, continuidad e ilusión a un proyecto que sigue creciendo sin perder sus raíces.
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