jueves. 30.11.2023

Pedro Puente: «Se han perdido los recuerdos de toda una vida, eso no se paga con dinero»

De las 34 casas que se quemaron en el incendio, registrado hace un año en A Veiga de Cascallá, sólo una se está rehabilitando. Hay otra familia que también quiere reconstruir la vivienda, pero de momento aún se encuentra realizando los trámites administrativos necesarios para poder iniciar las obras 

 

 

 

 

Hace un año a Veiga de Cascallá se convertía en pasto de las llamas. 365 días después nadie olvida lo sucedido. ¿Cómo hacerlo cuando una parte de ti se fue con el incendio? «Se han perdido los recuerdos de toda una vida, eso no se paga con dinero», lamentó Pedro Puente, uno de los vecinos, quien apostilló que las fotos o la colcha que había en la cama de tu abuela tienen un valor sentimental incalculable. «Una cocina, un sofá o una cama lo puedes volver a comprar, pero los recuerdos no tienen precio», apostilló.

Muchas personas no quieren hablar sobre lo ocurrido, aún duele, otras muchas no se atreven a volver a pasar por la zona. Regresar al lugar de los hechos resulta muy difícil. Los escombros algunos ya se han retirado. Pero, otros permanecen allí inamovibles dejando constancia de como el fuego carbonizó más de una treintena de casas. «Hay gente que ha bajado aquí dos veces en un año, sobre todo las personas mayores, que llegan y empiezan a llorar cuando ven que ardió la casa en la que habían pasado su infancia», relata Puente.

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El horror se sustituyó por color y humos y llena las calles de A Veiga de Cascallá

Otros muchos, aunque quieran venir no pueden porque no tienen casa a la que regresar. Son personas que habitualmente viven fuera de Valdeorras, algunas incluso fuera de España, y que en verano venían al pueblo a pasar las vacaciones en la que había sido la casa de sus padres o de sus abuelos. Ahora ya no tienen dónde quedarse. Y es que de las 34 casas que se quemaron sólo una se está rehabilitando mientras que otra está con los trámites administrativos necesarios para poder iniciar la reconstrucción.

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Tras un año este es el estado de las viviendas arrasadas por el fuego

Es el caso de la familia de Emilia Santín, que perdían la que había sido la vivienda de su abuela, un inmueble en el que hasta el día del incendio vivía su hermano, que ha tenido que regresar a casa de sus padres. «Hacía siete años que la habíamos restaurado y ahora mira cómo está, toca volver a empezar de cero», lamentó.  Reconoce que ha sido un año duro y que los trámites administrativos «son lentos», más de lo que esperaban. «Sales, ves la casa así y piensas en todo lo que gastaste en ella y en que ya ha pasado un año y seguimos sin poder construir», matizó.

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Vecinos que quieren volver a ver su pueblo como el vergel que era

Pedro es uno de los afortunados que aún puede seguir viviendo en A Veiga de Cascallá. Su casa se salvó gracias a que un vecino, Javier Fernández, sofocó las llamas con una manguera. Precisamente, a este vecino se le quemó una segunda vivienda, que utilizaba de almacén, por lo que perdió mucha maquinaria y material de trabajo.

Los escombros no son el único rastro que queda del fuego. «La mitad de las huertas que hay de aquí a la salida del pueblo tienen los cables en el suelo», reconocieron los vecinos. Dicen que les piden que desbrocen sus fincas, pero que no pueden hacerlo porque los cables están tirados en su propiedad, y no los pueden tocar. «Si los rompes pagas», señalaron.

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Mensajes bonitos en los bancos y también reivindicativos

Los propietarios de las fincas intentaron juntarse para hacer una petición conjunta a la compañía para que viniera a levantar los cables. Pero, según relatan, tampoco se podía hacer así, «hay que hacerlo uno por uno, y muchas fincas están aún a nombre de los abuelos o de los tatarabuelos, de gente que murió en Venezuela o en Cuba, cómo justificas tú que esa finca es tuya».

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Y, sí, también se ve como la ilusión renace con las nuevas construcciones

Y aunque nadie olvida, no quieren remover el pasado, sino ocupar su tiempo en que el pueblo vuelva a brillar como lo hacía antes de ser devorado por las llamas. Para ello, han pintado unos neumáticos de coches para poder plantar unas flores y además han lijado y pintado los bancos del pueblo, en los que los vecinos se sientan a charlar o a leer el periódico. En cada banco han escrito también una frase típica gallega. Además, en uno de ellos, el que está instalado junto al centro social, hasta han sentado a un señor y a una señora para que parezca que el pueblo vuelve a cobrar vida.

A Veiga de Cascallá un año después:

 

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