La noche y la oscuridad ya cubrían Valdeorras cuando el silencio comenzó a reinar. El dolor de la Madre en Soledad ante el hijo muerto había cubierto como un manto toda la comarca cuando los caracoles, como una leve esperanza comenzaron a iluminar las calles.
O Castro
Dominando, como la torre, la villa barquense, O Castro se envolvió, en la noche de Viernes Santo, de solemnidad y devoción. La procesión de la Dolorosa es una de las citas más esperadas de la Semana Santa para los vecinos.
A las diez de la noche salió el paso de la Dolorosa para recorrer las calles de O Castro alumbradas por la luz que desprenden cientos de caparazones de caracol, situados a lo largo del recorrido.

El origen de esta tradición, que se celebra de forma casi ininterrumpida desde hace más de un siglo, no está clara. Una de las versiones más extendidas es que, algunos vecinos decidieron, a finales del siglo XIX, en tiempos de escasez, utilizar las conchas para iluminar el recorrido de esta procesión. Hasta bien entrado el siglo XX, la comitiva llegaba al pazo de los Flórez, donde honraban a otra imagen que se guarda en la capilla del siglo XVII, convertida hoy en el hotel rural Pazo do Castro.

Desde entonces, los vecinos luchan por mantener viva esta tradición, que aparece recogida dentro de la programación religiosa.

Durante el recorrido, los hombres se encargan de encender las conchas y mantenerlas con luz que sirve para guiar el paso de la imagen de la Virgen vestida de luto y que es portada por mujeres jóvenes mientras los acompañantes entonan cánticos y rezos.

Petín
Casi a la misma hora, salió la procesión en Petín, una de las procesiones más populosas de la comarca de Valdeorras. Aparte de conservarse la tradición de los caracoles en la escalera de una casa, destaca el solemne canto del miserere en latín a cargo de un coro de hombres, por las calles en penumbra del pueblo. Las voces resuenan en la noche creando un ambiente que muchos asistentes cada año no dudan en calificar de sobrecogedor.
Las calles de la parte más antigua de Petín se dejan invadir por el silencio de las gentes, solo roto por el sonido del miserere, a cargo de un grupo de hombres del pueblo que en la penumbra hacen sonar sus potentes voces.

Otra peculiaridad de esta procesión es la escalera adornada con caracoles de los que sale una titubeante llama. Esta tradición procede de antiguo, la familia de Pili “A Mansa”, como así se conoce en Petín, es la encargada de por luz en la rúa da Carreira.

Los vecinos esperaban ansiosos, tras el parón de la pandemia, esta tradición tan ancestral que no debe perderse en el tiempo.
