domingo. 26.10.2025

Luis Posse y las campanas de Petín, la memoria que sigue sonando

El teleclub de Petín acogió la presentación de «E dobraron as campás! En Petín de Valdeorras», obra póstuma en la que Luis Posse Vidal mezcla recuerdos, personajes reales y ficción para celebrar el pueblo que marcó su vida.

En Petín, las campanas siempre han hablado. Lo hacían para anunciar fiesta, para avisar de peligro y también para recordar a quienes ya no están. Así vuelve a hacerlo «E dobraron as campás! En Petín de Valdeorras», el libro en el que Luis Posse Vidal convirtió sus memorias infantiles en una novela luminosa y cercana. El teleclub del pueblo fue el escenario elegido para una presentación que terminó por convertirse en homenaje, en reencuentro y en despedida.

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La familia Posse: André García, Marta, Ramón, Rita Fernández, Saro, Dani García, Carlos Otero, Lucía García  y Mari

El acto estuvo conducido por Juan José Rodríguez “Chavito”, quien comenzó situando al público en esa Petín de los años 50 y 60 que se recoge en el libro: la plaza como centro de todo, los veranos eternos en el patio familiar a la sombra de la gran higuera, las guitarras al caer la tarde, el bullicio de las fiestas de Santiago y Santa Ana, el mercado del día 21, los vinos —buenos y no tan buenos— compartidos en las bodegas y las «cantarenas» para terminar la noche.

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Carlos Otero disfrutando de las palabras de Juan José Rodríguez «Chavito»

Luis, contaba Chavito, observó aquel mundo con los ojos de un niño curioso, supo fijarse en los paisajes y, sobre todo, en los paisanos que daban vida al lugar. Muchos de ellos —el maestro Don Manuel Rollón, Don Amadeo, secretario del Ayuntamiento y abuelo materno de Luis; Don Pepito el médico, compañero de paseos y tertulias; los curas Don José y Don Urbano; las tenderas Elodia y Angustias, Benita, el Bujía…— aparecen en el libro con nombre y memoria reconocibles. Otros se llaman de otra manera, como Anselmo y Miguelón, pero cualquier petinés los identifica al instante entre las páginas.

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Mari Posse reflexiva y muy atenta a lo que se dice de su hermano y de su libro

La novela es un retrato amable de la vida cotidiana, con sus anécdotas, sus bromas, sus pequeñas intrigas y hasta sus travesuras con petardos que hacían enfadar a las mozas en pleno baile. Y es, a la vez, una forma de conservar una identidad que el paso del tiempo amenaza con diluir: la feria con su pulpeira bajo los dos gigantescos negrillos —ya desaparecidos—, los magostos, el camino del cementerio, la rondalla, el estraperlo…

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Chavito amigo personal de lo Posse con Ramón y Mari

Después intervino Carlos Otero, cuñado de Luis y persona muy cercana a él en la madurez. Emocionado, recordó al autor como alguien culto, inquieto, siempre dispuesto a aprender y debatir. Contó su faceta de tertuliano en el aeroclub de Santiago, rodeado de personajes ilustres a los que aportaba datos, ironía y una sonrisa inesperada. Y repasó sus colaboraciones en temas históricos —especialmente la tesis gallega sobre el origen de Colón—, su afición a la fotografía de Santiago y su manera de escribir despacio, con una exigencia casi artesana, como si cada frase debiera encontrar su forma exacta antes de avanzar.

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A Carlos Otero se le hace un nudo en la voz al recordar a su cuñado Luis Posse

Así fue tomando cuerpo el libro. Lo trabajó incluso en el hospital, ya consciente de que la vida empezaba a pisar el freno. «Acabó la novela casi como un testamento», confesó Otero, con la voz quebrada. «Le habría encantado estar aquí para dedicarlo en persona».

También tomaron la palabra Dani y Lucía, sobrinos nietos del autor, quienes recordaron al tío Luis más tierno: el que compraba chuches, el que explicaba qué era la Santa Compaña y parecía hacer magia al convertir la historia en aventura. Sus breves intervenciones arrancaron sonrisas y guiaron de nuevo al corazón del acto la bondad y el saber que definían a Luis.

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Dani y Lucía hablan de su tío abuelo en presencia del su abuelo muy emocionado

Luis Posse vivió su madurez con humildad, curiosidad y fina ironía, dedicándose a la historia, la fotografía y la escritura, conservando siempre su independencia intelectual y cerrando su obra con una novela que fue casi un testamento personal.

El último en hablar fue Pablo Quiroga, primo del escritor, quien puso el broche recordando esa risa inconfundible que heredó de su madre y que llenaba cualquier estancia.

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Pablo Quiroga puso el acento en la sonrisa de Luis que «era igual a la de su madre»

La presentación terminó con aplausos cálidos y con la sensación de que, más que un libro, se había presentado un puente. «E dobraron as campás!» recupera un Petín que muchos reconocen, otros añoran y algunos —los más jóvenes— podrán descubrir por primera vez.

Las campanas que anuncia el título no doblan por tristeza, sino para celebrar la vida que fue y que, gracias a estas páginas, seguirá siendo. Una vida que Luis Posse contempló con amor, humor y un profundo sentido de pertenencia.

En cada historia del libro hay un guiño al pasado, pero también un recordatorio al presente, los pueblos se mantienen vivos mientras alguien siga dispuesto a contar lo que en ellos ocurre.

Luis lo hizo. Y Petín se lo agradeció.

Luis Posse y las campanas de Petín, la memoria que sigue sonando