La comarca de Valdeorras llega al Magosto con menos castañas que nunca. «Hay pocas, muy pocas», asegura Carlos Moral, responsable de Castañas Moral. Los incendios del verano, el calor extremo y la sequía de septiembre han dejado una producción corta y de fruto pequeño, aunque de buena calidad.
«Lo bueno que tiene es que sana, pero cantidad poca», explica. Muchos castaños se quemaron, y otros, aunque no ardieron directamente, quedaron dañados por el calor. «El árbol no se quemó, pero con el fuego al lado se arrelampó, y este año nada. El próximo volverán a producir, pero ahora no», añade.
A la pérdida de árboles se suma la falta de lluvia en la recta final del verano. «Los árboles estaban cargados de erizos, pero muchos se quedaron vacíos, sin castañas dentro», lamenta. Aun así, Carlos Moral asegura que el mercado nacional quedará abastecido: «Para los Magostos sobra. Hoy ya no se consumen como antes, la gente joven ha cambiado la tradición».

La castaña, de alimento diario a producto estacional
El productor recuerda que en otras épocas las castañas eran una parte importante de la alimentación. «Nuestros padres y abuelos las comían a diario. Hoy solo se compran para los Magostos o de forma puntual». Según comenta, el cambio de hábitos y la situación económica también influyen: «La economía está como está, y cuando llega la castaña al mercado, tras todo el proceso, se pone cara. Pasa por muchas manos y el precio sube».
El margen, explica, es muy pequeño para los almacenes: «Nosotros ganamos por volumen. Si no haces volumen, no hay beneficio. En el campo se paga a 1,40 o 1,60 euros el kilo, y luego llega a los supermercados a cuatro o cinco».
En Valdeorras conviven distintas variedades de castaña. «Aquí hay negral, raigona, campilla…», enumera Carlos Moral. «Cada castaña tiene su dulzura y su aguante», comenta Moral. «La raigona, por ejemplo, es muy rica y tiene buena textura».
El productor compara las castañas con las uvas: «La gente piensa que todas son iguales, pero no. Cada una tiene su forma, su calibre y su sabor. Como pasa con el vino, no es lo mismo una godello que una garnacha».
Para los Magostos, los ayuntamientos suelen pedir castañas dulces y de buena calidad, y las de Valdeorras cumplen con creces. «Si el año es bueno y no hay hongos, las de aquí son de lo mejor de España», afirma con orgullo.
Tradición y sabor
Carlos Moral lo tiene claro: «A mí me gustan mucho asadas, a las brasas, con un poco de sal por encima». Y recuerda un truco de antaño: cubrirlas con hojas de repollo o con sacos húmedos mientras se asan. «Así se reblandecen y quedan riquísimas».
Aunque la cosecha ha sido escasa, los Magostos volverán a llenar de humo y aroma los pueblos de Valdeorras. Porque, pese a las dificultades, la castaña sigue siendo símbolo de otoño y tradición.



