
Esta semana O Barco se ha transformado en escenario de Dopamina Zero, el cortometraje dirigido por Rodrigo Marini que ha llenado las calles de cámaras, focos, actores… y también de vecinos implicados. Uno de ellos es José María Rodríguez, colaborador de Más de Uno Valdeorras en Onda Cero y presidente del Cine Club Groucho Marx, que en esta ocasión ha cambiado la programación cinematográfica por un pequeño papel frente a las cámaras.

«¡Parecía un náufrago!», contaba entre risas al recordar su caracterización, que le dejó tatuajes falsos en los brazos, el cuello… y hasta provocó algún sobresalto doméstico. Pero como él mismo dice, «Sarna con gusto no pica».
Rodríguez no solo ha participado como actor, también ha colaborado en tareas de producción y ha vivido de cerca la intensidad del rodaje. Un rodaje que, como explica, se está alargando por un motivo claro: la perfección. «Son tan perfeccionistas que no cortan hasta que tienen varias tomas perfectas. Repiten desde todos los ángulos, hasta lograr lo que buscan».
Él mismo lo vivió en carne propia: comenzó a grabar a las seis y media de la tarde y terminó a medianoche. «Y eso que solo tenía cuatro frases», bromea. El equipo llegó incluso a terminar algunas jornadas a las cinco y media de la mañana. «Lo más complejo lo tienen Juanjo (Juan José Ballesta) y la protagonista, Veki Velilla. Sus escenas están llenas de matices y son muy exigentes, sobre todo para mostrar los efectos físicos del Parkinson».
José María, que ya había participado en otro cortometraje con Marini, conoce bien su forma de trabajar. «Es muy metódico, le gusta ensayar antes del rodaje para que todo salga lo más pulido posible. Pero también deja espacio para la improvisación. De vez en cuando te sorprende con algo fuera del guion para ver cómo reaccionas».
Lo que más destaca es el ambiente que se respira. «Aunque los interiores no permiten público, fuera, por ejemplo en la tienda de Ton y Son, había mucha gente viendo cómo se rodaba. Y Juan José Ballesta se portó de diez, cercano y accesible: a todo el mundo que le pidió una foto, se la hizo sin problema».
Rodríguez lo tiene claro: lo que está viviendo O Barco esta semana es especial. Y aunque reconoce que aquí se juega con ventaja —por amistades, por cercanía, por lo fácil que resulta conseguir permisos— también subraya el potencial que tiene la comarca como plató. «Aquí se rueda con otra energía. Y más barato que en Madrid, desde luego. Allí necesitas mil papeles para cortar una calle. Aquí, lo pides y lo tienes».
Cansado, pero satisfecho, José María resume la experiencia con una sonrisa. «Es una oportunidad única, para quienes participan y para quienes lo están viendo desde fuera. Ojalá no sea la última vez que el cine pasa por aquí».