domingo. 08.06.2025

Kilómetros de fe: La falta de vocaciones multiplica el trabajo de los sacerdotes en el día de Todos los Santos

La falta de vocaciones religiosas obliga a los sacerdotes del rural gallego a recorrer decenas de kilómetros para atender a sus parroquias durante el Día de Todos los Santos y el de Difuntos, jornadas de profundo arraigo en las aldeas de Valdeorras
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Don José Fernández de Abajo

En los días de Todos los Santos y de Difuntos, los sacerdotes de Valdeorras, como Don Juanjo Prieto y Don José Fernández de Abajo, inician jornadas maratonianas para llevar consuelo y esperanza a sus feligreses repartidos en decenas de parroquias rurales. Con la falta de vocaciones y el envejecimiento de la comunidad clerical, estos días se han convertido en una prueba de resistencia y compromiso para cada uno de ellos.

Don Juanjo, párroco de Sobradelo, empieza su jornada a las ocho de la mañana, como cada día. Tras una breve oración personal, aseo y desayuno, a las nueve sube al coche. Estos días recorrerá sus 18 parroquias repartidas en varios kilómetros para oficiar misas y llevar a cabo la bendición de difuntos. «Este año nos viene bien que el Día de Todos los Santos caiga en viernes; así puedo aprovechar tres días para cubrir todas las aldeas», comenta. A lo largo del fin de semana tendrá unas cinco celebraciones diarias, un ritmo agotador que, sin embargo, asume con resignación: «Los cementerios, ese día, están llenos. Es importante para la gente, y ahí estaremos.»

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Don Gonzalo Vitoria

En A Rúa, Don José Fernández de Abajo y su joven compañero, Don Gonzalo, también preparan su día. Con la reciente pérdida de Don Lisardo, la carga de trabajo ha aumentado para ambos. Don José organiza su itinerario para cubrir 26 pueblos en estos días especiales, por suerte este año cuenta con la ayuda de Don Gonzalo, con 25 años y recién ordenado, que asume con energía su labor: «Este año me toca ir a los pueblos más lejanos, algunos tan distantes que solo puedo rezar un responso en el cementerio antes de ir al siguiente lugar», explica. «Significa mucho para las familias».

La realidad de la escasez de sacerdotes

Las estadísticas en el rural gallego son claras y preocupantes. En la unidad pastoral de Valdeorras, hace 20 años, cuando Don Juanjo llegó, había hasta 14 sacerdotes para cubrir el territorio; hoy, comenta, «quedan solo 5». En esa fecha, tanto él como Don Javier atendían a tres parroquias. Hoy el párroco de A Rúa atiende a 26, mientras que su compañero de Sobradelo tiene 18. «Cada vez somos menos, y cada uno lleva el peso de muchas parroquias. Hay que adaptarse, y la gente también lo entiende. Intentamos hacer lo que podemos», explica Don Juanjo.

Don Gonzalo aporta una perspectiva fresca sobre el tema, aunque con plena conciencia de la realidad. A pesar de ser nuevo en la diócesis, ha sido testigo de las dificultades que enfrentan los sacerdotes rurales: «Durante mi formación en el seminario, ya nos preparamos para esta realidad. Sabemos que la vida en el rural implica mucho movimiento y pocos recursos. Cuando llegues, te das cuenta de la responsabilidad que esto conlleva»

Juan José Prieto
Don Juan José Prieto

El Día de Todos los Santos, una fecha inquebrantable

Estos días, pueblos de apenas tres habitantes se llenan de familias que llegan desde lejos para honrar a sus muertos. Como explica Don Gonzalo, «Es casi más importante que la fiesta del pueblo. En pueblos donde el resto del año no hay apenas actividad, este día se reúnen 40 o 50 personas para la misa y la oración en el cementerio». Todos coinciden que Los Santos, sigue siendo la fiesta con más arraigo en la comarca.

Organizarse no es tarea fácil. Lo habitual es trasladar celebraciones a los fines de semana anterior y posterior a los Santos. También optimizar el tiempo en cada parroquia. Las mejores para ello son las que tienen el cementerio junto a la iglesia, porque el tiempo que ganan en desplazamiento lo dedican a celebrar misa y bendición de difuntos, una tradición que los vecinos agradecen, pero no siempre es posible.

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Los sacerdotes lamentan no poder atender a los feligreses como les gustaría. Ni en estos días, ni el resto del año. Les falta tiempo para confesiones, para escuchar a los vecinos y para conocer de primera mano las inquietudes del pueblo. «Muchas veces llego, celebro la misa, hago la oración en el cementerio y tengo que marcharme corriendo», añade Don Gonzalo. «La gente te invita a un café, quiere hablarte de sus problemas, de lo que pasa en el pueblo… pero no siempre es posible. Nos gustaría dedicarles más tiempo, pero no llegamos a todo».  

La adaptación de la Iglesia ante el cambio

El futuro parece incierto para la Iglesia en las zonas rurales. Tanto Don Juanjo como Don José ven con resignación el día en que las parroquias deberán contar con laicos capacitados para realizar algunas tareas. «No somos dioses, somos humanos», reflexiona Don Juanjo. «Llega un momento en que la Iglesia tiene que adaptarse y empezar a preparar a laicos para que ellos puedan dirigir algunas celebraciones.» Esta es la realidad que ya se contempla en algunas parroquias, donde la escasez de sacerdotes ha llevado a los fieles a asumir un papel más activo.

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Anochece y el día va terminando para estos sacerdotes. A pesar de las dificultades y el agotamiento, hay en ellos un sentido de misión que los mantiene en pie. «Celebrar la Eucaristía es lo más grande que podemos ofrecer. Al final, estamos aquí para eso, para recordar a los fieles el fundamento de la fe cristiana, que es la resurrección y la esperanza», concluye Don José, en una reflexión que muestra el compromiso inquebrantable de estos guardianes de la fe en el rural gallego.

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