Este viernes, Pablo Lesuit actuará por primera vez en A Rúa, una parada que llega en pleno tramo gallego de su gira. Tras presentar su nuevo disco en ciudades como Vigo, A Coruña o Santiago, y con Ferrol esperando al día siguiente, el artista encara este concierto como un cierre del año, un punto de pausa antes del parón navideño. «Estamos súper contentos con la acogida», adelanta, con la serenidad de quien está disfrutando de un momento importante.
A Rúa será uno de los escenarios más pequeños de esta ruta, pero para él eso no establece diferencias jerárquicas; solo matices. Ha visto imágenes del Centro Cultural —un antiguo cine que le llamó la atención— y llega con las mismas ganas que a cualquier auditorio grande. Cada concierto, asegura, genera su propia energía.
Y añade un detalle que habla de su forma de relacionarse con el público: en lugares donde hay menos oferta cultural, la conexión a veces es más intensa porque la gente llega con un tipo de expectativa distinta, más abierta, más entregada.
Durante la conversación, Lesuit vuelve varias veces a la idea del viaje, no como una manera de escapar, sino como lugar desde el que observa y crea. Camino de las rocas, su nuevo disco, nació en Buenos Aires en 2024 y está atravesado por una estética que mira al rock de los 60 y 70.
Él lo relaciona con sus años de trabajo en Latinoamérica, donde lleva viajando desde 2018 para tocar, producir y seguir formándose. También con su infancia: el cierre del bar de rock que tenía su tío en Vigo en los 80 convirtió su casa en un pequeño archivo de vinilos, y ese universo musical lo marcó desde muy pequeño. «Este disco captura esa idea del viaje y también la de conectarme con el origen», resume.
Galicia aparece de forma inevitable en su música. Cuando habla de su tierra, la voz se le suaviza, como si sonriera sin querer: esa sonrisa que se te escapa cuando piensas en algo que realmente te apasiona. La morriña le acompaña en cuanto se aleja del mar, y esa necesidad casi física de volver explica también su relación con el surf.
Para él no es solo un deporte: es un modo de respirar, de ordenar la cabeza y, a veces, de encontrar ideas que terminan en canciones. Camino de las rocas nace en parte de ese paisaje: el lugar donde surfea está lleno de rocas, y esa imagen se convirtió en una metáfora clara de su propio oficio. «La música es un sitio muy bonito en el que pasan cosas increíbles, pero la industria es muy dura; hay que tener cuidado para no caer en rocas peligrosas». En esa tensión entre belleza y riesgo, entre lo que impulsa y lo que exige prudencia, se construye el corazón del disco.
Además de a Camino de las rocas, en el directo, Lesuit se siente especialmente conectado a Me equivoqué y Vaya bendición. No porque sean mejores, sino porque en esta etapa de la gira le colocan en un punto de presencia que reconoce como necesario. «Por momentos te conectas más con unas canciones que con otras», explica. Y ahora son esas las que lo acompañan con más claridad.
Para la cita en A Rúa llega con muy buenas sensaciones. Nunca ha tocado allí, pero ya son varias las personas que le han escrito diciendo que irán. «Espero que esté lleno el auditorio», comenta con ilusión contenida. Más que una expectativa, suena a deseo genuino de encontrarse con la gente y cerrar el año en un escenario que, aunque pequeño, lleva días ocupándole la cabeza.
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