Un chapuzón todo el año, no hace daño
Cada mañana Antonio Paradelo Afreijo ,«Toño», comienza un ritual de baño a orillas del río Sil, en O Barco de Valdeorras, que no se interrumpe ni con la llegada del invierno,
Cada mañana Antonio Paradelo Afreijo ,«Toño», comienza un ritual de baño a orillas del río Sil, en O Barco de Valdeorras, que no se interrumpe ni con la llegada del invierno,
Paseaba tranquilamente en la mañana, para comprar su pan, cuando su vista se centró en una figura varonil que se bañaba en el río Sil. Comenzaba a hacer frío y a refrescar y, aunque la temperatura del agua podía ser agradable, pensó que el hombre usaría alguna prenda de neopreno.
Habían llegado las primeras heladas cuando le volvió a ver de nuevo, cambiándose de ropa para iniciar el día. A lo lejos, el termómetro de la farmacia del Malecón marcaba temperaturas próximas a los cuatro grados.
Como dice el refrán: no hay dos sin tres. Y aquel tercer día el verde manto a orillas del Sil amanecía totalmente blanco. « Esta vez sí que sí. ¿No se meterá en el agua con el frío que hace?». Por prudencia, y también por decoro, miró a su alrededor antes de detenerse frente a la balaustrada. A esa hora, las pocas personas que transitaban por el lugar permanecían ajenas a lo que estaba sucediendo.
Tras unas leves abluciones para atemperar el cuerpo, el hombre se sumergió en las gélidas aguas. « No puede ser», exclamó. «Puede». La mujer giró sobre sí misma para encontrarse con una cara que, tras la mascarilla, se intuía sonriente. «Se llama Toño y es el kiosquero. Lleva años haciendo lo mismo». « ¿Siempre?», preguntó ella. « A lo mejor algún día no... pero, sobre esta hora, es raro no verle. Luego creo que se viste y se marcha a trabajar».
Toño Paradelo Afreijo decidió un buen día que se iba a dar un baño en el río para refrescar tras el reparto de los periódicos. «Llegaba todo sudado y mal a gusto. Y, aunque te lavas, no es lo mismo. Así que un día me pegué un baño para refrescar y hasta hoy», señala.
La afición continúo con el transcurso de los años « más de quince» y, desde entonces, no falta a su cita con el Sil salvo que esté lloviendo. « Vengo todos los días del año salvo que llueva porque claro, ahí se me moja la ropa».
Y es que, como él mismo dice «no hay agua fría, sino agua que está para beber». Sin miedo a enfrentarse al gélido río, cada día Toño acude al margen del Sil donde nada unos minutos.
Desde el Malecón de O Barco sus vecinos le observan mientras realizan las primeras compras de la mañana. Ya se han acostumbrado a una imagen que, sin duda, es todo un icono en el concello.
« A veces siento más frío cuando salgo del agua que cuando entro para bañarme», cuenta. Por esto, tras tantos años, ha creado su propio ritual. « Hago un par de ejercicios para atemperar de nuevo el cuerpo, me mojo un poco más, y después ya me visto para empezar la semana».
« Me encanta mi rutina y, aunque todo el mundo piensa que me tengo que enfermar cuando llega el invierno, es raro que lo haga. Yo creo que bañarse en el río es bueno para la salud».