En O Barco hay un aroma que anuncia la Navidad antes que las luces en las calles, el que sale cada mañana de Pastelería Artesana A Casiña. Allí, entre hornos encendidos, chocolate templado y cañas recién fritas, Darlene Dobao, gerente y maestra pastelera, vive la Navidad desde septiembre. «En mi casa la Navidad entra en septiembre», confiesa entre risas. Y no exagera: catálogos de bombones, panettones italianos Loison, latas navideñas y decoraciones de tartas empiezan a ordenarse mucho antes de que llegue diciembre.
La pastelería donde todo es artesano… y todo está hecho con cariño
A Casiña es un obrador donde el tiempo parece detenerse. Las tartas, las cremas, los bizcochos y los dulces que llenan sus vitrinas se elaboran a mano, siguiendo recetas tradicionales. Esas que huelen a infancia y saben a hogar.
«Nuestros bizcochos no llevan ningún secreto: huevos, azúcar, harina… como los de las abuelas», explica Darlene. Y quizá ahí resida el encanto de este establecimiento: en la sencillez honesta de lo bien hecho.
A lo largo del año, la maestra pastelera y su equipo elaboran tartas de hojaldre, milhojas al gusto del cliente, tartas de cumpleaños decoradas al detalle, cañas fritas, leche frita y, en Semana Santa, toneladas de buñuelos. Pero cuando se acerca diciembre, todo se transforma.
La Navidad en A Casiña: panettones, troncos, roscones y magia
La campaña navideña es la reina del calendario. En estas fechas, la pastelería ofrece una selección tan amplia como cuidada:
Panettones Loison, un clásico italiano que arrasa cada año.
Bombones y chocolate belga, perfectos para regalar.
Latas navideñas, tan bonitas que cuesta abrirlas.
Licores locales, ginebras, mermeladas artesanas de castaña o uva mencía, ideales para cestas personalizadas.
Galletas, dulces tradicionales y panettones propios para quien busca algo especial.
Pero si hay dos estrellas en el mostrador, son el tronco de Navidad y el roscón de Reyes. «Son los imprescindibles», asegura Darlene. Se piden por decenas, casi por devoción. Y no falta el toque creativo: en A Casiña cada fin de año elaboran una tarta-reloj hecha con petisús y chocolate, con sus aguijitas marcando las doce.
Cestas navideñas a medida y regalos que nunca fallan
A Casiña ofrece un concepto que encanta a los clientes: cestas navideñas artesanas hechas a gusto del comprador, combinando productos propios con joyas de la tienda. “Si quieren un licor, una mermelada, unas galletas o un panettone, lo preparamos”, explica Darlene. Cada cesta es única, pensada para sorprender.
Talleres para niños: sembrando pequeños reposteros
Desde hace años, la pastelería organiza talleres navideños para niños, una tradición que llena de ilusión a los más pequeños. Este año vuelven los días 10 y 12 de diciembre. Si se llenan —como casi siempre—, se añaden más fechas.
La clientela: el corazón de A Casiña
Cuando se le pregunta qué destacaría de estas ocho navidades, Darlene no duda: “Me quedaría con los clientes”. Familias que vuelven cada año, gente que viaja desde Madrid o desde otras ciudades y que, antes de ver a los abuelos, pasan por la pastelería a por su dulce favorito. Críticas constructivas, encargos especiales, fidelidad y cariño: esa relación es la espina dorsal del negocio.
El lado menos dulce de la Navidad
Si algo cambiaría la maestra pastelera, sería tener un poco más de tiempo para disfrutar de su propia Navidad. “Cuando todos se están poniendo guapos para la cena de Nochebuena, yo ya tengo ganas de meterme en la cama”, bromea. Pero luego reconoce que compensa: hay mucho trabajo, sí, pero también muchísima satisfacción.
¿Cumplen antojos imposibles?
«Lo intentamos», dice Darlene. Y ese «lo intentamos» es casi un lema. Tarta con sabor a la que hacía la tía, postre que uno recuerda de la infancia, combinaciones poco habituales… Si está en su mano, lo hacen. Y casi siempre está.
Navidad con sabor a hogar
Antes de despedirse, Darlene lanza un mensaje tan dulce como sus tartas: «Feliz Navidad a todos. Si quieren llevar un dulce a casa de los abuelos, de los tíos o de quien les invite, aquí estamos. Les asesoramos con lo que necesiten».
A Casiña está en calle Profesor Eloy Miguélez, 19, justo frente a la vía del tren, al lado del paso subterráneo que lleva al Colegio de las Monjas. Entre aromas de bizcocho, chocolate y tradición, este obrador se ha convertido en una parada imprescindible de la Navidad valdeorresa.
Porque, como dice Darlene, «No hay Navidades sin dulces… y no hay Navidad sin A Casiña».
