Estrenarse como directora de un colegio nunca es tarea fácil. Lo sabe bien Mercedes López García, que este curso ha asumido la dirección del CEIP Ramón Otero Pedrayo de Viloira tras ocho años como tutora de Primaria en el mismo centro. «Todos los que alguna vez estuvieron en un equipo directivo saben que el mes de septiembre es un poco horrible por la cantidad de papeleo y burocracia que tenemos», comenta con una sonrisa. Ahora, ya en octubre, empieza a coger ritmo.
Con un total de 119 alumnos y una línea educativa única —una sola aula por curso—, el Otero Pedrayo es, según su nueva directora, «un colegio muy familiar, donde conocemos muy bien a todos los niños».
Las ratios son reducidas, con clases de entre 12 y 15 estudiantes, lo que permite una enseñanza muy individualizada. Además, se promueve la interacción entre edades, creando un ambiente de convivencia que va más allá del aula.
La estabilidad del equipo docente también es una de las claves. «La mayoría somos profesoras definitivas. Trabajamos con más ilusión y siempre pensando en el futuro, no solo en el presente.
Eso también es mérito del equipo directivo anterior, que siempre se preocupó mucho por mejorar el colegio», señala Mercedes. En total son 17 profesores, incluidos dos itinerantes con base en el centro. «Funcionamos muy bien y eso se nota», resume.
Esa implicación se traduce también en los espacios del colegio, cuidados al detalle para que resulten funcionales, agradables y acogedores. Es un centro de esos que invitan a quedarse, con cada rincón pensado para enseñar y estimular.
El patio permite practicar todo tipo de deportes e incluso cuenta con un rocódromo que aprovecha el muro que lo separa de la calle. La biblioteca está equipada con esmero, y la sala de música ofrece numerosos instrumentos para que el alumnado explore su lado más artístico.

Una de las señas de identidad del colegio es la diversidad del alumnado. Un porcentaje importante procede de otros países, sobre todo de Sudamérica, aunque también hay niños y niñas de Siria o Ucrania. «Sus familias vienen buscando mejoras salariales y una vida mejor», explica la directora. «Con el castellano no suele haber problema, pero sí con el gallego, por lo que adaptamos contenidos. En los casos en que no comparten ni uno ni otro idioma, el esfuerzo es mayor. Pero los niños aprenden muy rápido y se integran perfectamente».
Las actividades fuera del aula también forman parte del enfoque educativo. «Procuramos que nadie se quede fuera. Hasta llenar el autobús, hay sitio para todos. Y si hacen falta dos, se buscan dos», asegura Mercedes. Una de las más esperadas es la “excursión grande”, de tres días, a la que pueden apuntarse todos los alumnos de Primaria, desde primero a sexto. «Nos los llevamos a dormir fuera y estamos tres días con ellos. Se genera una convivencia muy especial».
También hay espacio para celebrar las festividades. Halloween es un ejemplo: decoraciones elaboradas, reciclaje creativo y disfraces colectivos. «Tenemos un grupo de profes que son unas locas de la decoración», bromea Mercedes. «Lo disfrutan tanto o más que el alumnado. Reciclamos muchísimo y cada año intentamos reutilizar lo que tenemos para dar nuevos usos».
Respecto a las necesidades del centro, la directora señala dos prioridades: «Nos vendría bien algún especialista más de apoyo, y también obras, que nos concedieran dinero para seguir mejorando». Aun así, insiste en que la clave está en aprovechar al máximo lo que se tiene: «Se trata de eso, de intentar con lo mínimo tener lo máximo».


