El IEV, cuando la memoria también necesita futuro

El Instituto de Estudios Valdeorreses cierra 2025 con una intensa actividad pública y con una cuestión ya sobre la mesa: cómo garantizar la continuidad de una entidad clave para la investigación y la memoria de la comarca

Desde hace décadas, de lunes a viernes, mañana y tarde, el Instituto de Estudios Valdeorreses abre sus puertas. En 2025, además, decidió mostrar hacia fuera una actividad que nunca se había detenido.

«Fue un año frenético», resume su presidente, Aurelio Blanco Trincado. Frenético por las actividades públicas, pero también por ese trabajo cotidiano que no suele verse: atender a estudiantes universitarios, orientar a investigadores, facilitar documentación a profesores que llegan desde fuera porque no encuentran en otros archivos lo que aquí sí existe.

Ese trabajo se sostiene con muy pocos medios. «La visibilidad va en proporción directa con las subvenciones y con la capacidad económica de las entidades», explica. El Instituto de Estudios Valdeorreses ha aprendido a funcionar con recursos limitados, sin cerrar y sin renunciar a su vocación de servicio.

Ese esfuerzo ha sido reconocido fuera de la comarca. El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, llegó a destacar públicamente que no existe en Galicia otra entidad cultural abierta todo el año, de lunes a viernes, mañana y tarde, con solo quince días de vacaciones en verano. Un dato que resume mejor que cualquier discurso el nivel de compromiso del Instituto.

En 2025 se recuperaron iniciativas que habían quedado suspendidas por falta de apoyo económico, como la Semana de la Historia, y se impulsaron actividades abiertas a la ciudadanía: concursos de fotografía, el certamen de espantapájaros o las jornadas de hermanamiento con el Bierzo.

Estas últimas responden a una idea largamente defendida por Blanco Trincado. La de recuperar una relación natural entre territorios vecinos que durante años compartieron intercambios culturales, sociales y personales. El hermanamiento, sostiene, no es solo simbólico, sino una forma de volver a tejer vínculos que nunca debieron romperse, en colaboración con el Instituto de Estudios Bercianos.

El Instituto sigue siendo, ante todo, un espacio de servicio. Desde trabajos escolares hasta investigaciones universitarias, pasando por profesores que necesitan consultar documentación específica. En algunos casos, incluso se han cedido documentos originales para facilitar su estudio fuera de la sede, una práctica poco habitual en entidades culturales.

Ese modelo de trabajo tiene costes. Algunos materiales no regresaron. «Forma parte de nuestra manera de entender el servicio», asume sin dramatizar.

Blanco Trincado recuerda el caso de un estudiante que no consiguió reunir en Ourense la documentación necesaria para su trabajo de fin de carrera. Media hora después de llegar al Instituto, salió con varios libros bajo el brazo. Días más tarde, el resultado fue un sobresaliente. «Sentí que el Instituto también formaba parte de esa nota», reconoce.

A lo largo del año, el Instituto también recibió una donación especialmente significativa. El cineasta Ignacio Vilar eligió al Instituto de Estudios Valdeorreses para entregar la totalidad de su biblioteca personal: libros, hemeroteca, revistas, películas, carteles de cine y guiones originales. Una decisión que, para su presidente, confirma el prestigio y la confianza que genera la entidad.

Todo este trabajo se sostiene, sin embargo, sobre una realidad incontestable: la media de edad de la directiva ronda los 80 años. Durante décadas, el peso del Instituto ha recaído sobre personas que hoy siguen activas, pero con menos fuerza.

En ese contexto, la incorporación reciente de Julio Pérez Veiga ha sido clave. Profesor recién jubilado, se ha convertido en un apoyo fundamental en el día a día del Instituto. Su implicación permite aliviar una carga que durante años recayó casi por completo en miembros de edad avanzada y garantiza que el funcionamiento cotidiano no se resienta.

Es a partir de ahí cuando aparece, ya sin rodeos, la cuestión del relevo. Blanco Trincado reconoce que lleva tiempo planteándose dejar la presidencia. No como una retirada abrupta, sino como un proceso que debe hacerse con tiempo y cabeza. La idea es ordenar, transmitir y facilitar una transición tranquila.

En ese camino, la ordenación de su archivo personal ocupa un lugar central. Se trata de un fondo acumulado durante décadas de investigación, con documentación que considera de interés público y que no quiere que quede dispersa ni se pierda. Su intención es dejarlo organizado y en manos de una institución que pueda garantizar su conservación y su uso.

No es solo una decisión personal. Es una reflexión sobre qué ocurre con todo ese conocimiento cuando quienes lo reunieron ya no están en condiciones de custodiarlo. Sobre la necesidad de que existan estructuras capaces de hacerse cargo de ese legado.

De cara a 2026, el Instituto trabaja ya en nuevos proyectos editoriales y en la preparación de una Semana de la Historia dedicada a la minería, un ámbito clave en la historia de Valdeorras y en su relación con el Bierzo.

Pero más allá de la agenda cultural, el debate de fondo permanece abierto. Conservar la memoria no consiste únicamente en guardarla, sino en garantizar que alguien pueda cuidarla cuando llegue el momento.

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