jueves. 19.06.2025

Coral Calvo: Fortaleza y humildad en la Guardia Civil

De las peligrosas calles de Madrid a la tranquilidad de O Barco pasando por Bosnia y San Sebastián. Guardia civil y madre con una historia que es ejemplo de fortaleza, compañerismo y dedicación
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Coral Calvo, Guardia Civil en el puesto de O Barco de Valdeorras

Coral Calvo es una guardia civil que ha transitado caminos muy diversos en su carrera. Desde las exigentes calles de Arganda del Rey, en Madrid, hasta la tranquila serenidad de O Barco de Valdeorras, pasando por San Sebastián en los años del final de ETA y una misión de paz en Bosnia. A lo largo de su vida, Coral se ha enfrentado a retos que no solo han forjado su carácter, sino que han demostrado que el servicio no es solo una profesión, sino una forma de vida.

Su historia comienza en 1999, cuando, a pesar de no tener referentes familiares en el ejército, decidió ingresar en las filas militares atraída por el sentido de servicio que había descubierto en el instituto de su Zamora natal. En aquella época, las mujeres eran aún una excepción en el ejército. Las instalaciones no estaban preparadas para ellas, y los obstáculos eran numerosos. En su primer destino en Ceuta, Coral vivió estas limitaciones de forma directa: «Había una hípica donde nosotras, las tres mujeres que estábamos allí, no hacíamos guardia porque solo había baños para hombres y no podíamos entrar. Hasta que no habilitaron uno para nosotras, no pudimos prestar servicio», recuerda Coral, con una sonrisa de resignación.

Más tarde, Coral formó parte de la prestigiosa Brigada Paracaidista, una de las unidades más preparadas del ejército español. Aunque su especialización no requería saltar desde un avión. «Hay muchos otros trabajos en la brigada que son igual de importantes. Mi labor allí era diferente, pero crucial para el funcionamiento de la unidad», afirma.

En 2001, su carrera militar dio un giro inesperado cuando fue seleccionada para una misión de paz en Bosnia. «Un día te dicen: 'Te vas de misión' y, de repente, ya estás en un avión rumbo a un lugar que apenas conoces», recuerda Coral. Así, a sus 25 años, se unió a una misión internacional en un país devastado por el conflicto. Coral fue destinada a una compañía de servicios al Cuartel General, donde su trabajo consistía en coordinar el transporte de personas y materiales entre diferentes bases. Aunque no estaba en la primera línea de combate, la intensidad del día a día dejó huella. «Allí formé amistades que aún mantengo hoy en día, como con un sargento alemán con quien sigo en contacto cada cumpleaños y Navidad», dice Coral con nostalgia.

Esa misión en Bosnia no solo fortaleció su sentido del deber, sino que afianzó uno de los valores que más atesora: el compañerismo. «Estar fuera de casa, trabajando codo con codo con personas de diferentes culturas y depender de ellos para todo, te hace crecer mucho», reflexiona.

Tras su experiencia en Bosnia, Coral comenzó a plantearse un cambio en su carrera. A principios de los 2000, muchos compañeros militares dejaban el ejército en busca de mejores sueldos en el sector civil. Coral, sintiendo que su entorno cambiaba, decidió opositar a la Guardia Civil en 2005, donde encontró una nueva forma de servir a la sociedad.

La transición no fue sencilla. Aunque muchas cosas habían cambiado, otras seguían igual. «No había uniformes de pantalones para mujeres, y si querías llevar pantalones, eran con hechura de hombre», explica Coral. Pero la adaptación no solo fue cuestión de uniformes. Su primer destino en la Guardia Civil la llevó a las calles de Arganda del Rey, donde se enfrentó por primera vez a la delincuencia urbana. Recuerda especialmente el día en que tuvo que tramitar su primer habeas corpus: «Llevaba solo 15 días de prácticas, y me temblaban las piernas cuando el juez me llamó para ratificarme en la detención. Yo pensaba: 'Me voy a la cárcel'. Al final, todo fue bien, pero en ese momento, me pareció que el mundo se me venía encima», cuenta entre risas.

Uno de los momentos más duros de su carrera llegó cuando fue destinada a San Sebastián, durante los últimos años de actividad de ETA. Aunque no presenció el atentado que ocurrió durante su estancia, aquella experiencia la marcó profundamente. «El apoyo mutuo y la confianza en los compañeros eran esenciales. En un ambiente así, el compañerismo te mantiene firme», asegura Coral.

Finalmente, la vida la llevó a O Barco de Valdeorras. Pasar de la acción frenética de Arganda a un entorno casi exento de delincuencia fue un reto inesperado. «Al principio fue difícil adaptarme, pero con el tiempo descubrí que aquí podía conectar más profundamente con la comunidad», reflexiona.

Como madre de dos hijas, Coral transmite a su familia el valor del trabajo y la importancia del servicio. Cada Día del Pilar, sus hijas la ven con orgullo, y una de ellas ya muestra interés en seguir sus pasos. Una tradición especial que Coral guarda con cariño es la de vestir a sus hijas con el uniforme de la Guardia Civil. «En 2012, mi hija mayor tenía solo dos años y medio, pero estaba emocionada de vestirse de guardia civil», recuerda con una sonrisa. Desde entonces, las madres se han pasado los trajes unas a otras para continuar la tradición.

Coral y su hija en la celebración del Día del Pilar en 2017

Coral Calvo es el reflejo de muchas mujeres que han roto barreras en un entorno dominado por hombres, demostrando que el servicio a la sociedad no tiene género. Cada desafío, por grande que sea, es una oportunidad para crecer, y Coral es un ejemplo de cómo el compromiso y el deber pueden forjar una vida plena.

Coral Calvo: Fortaleza y humildad en la Guardia Civil