Armando Prada no recuerda nada. Solo que estaba en el centro del río, nadando, como tantas otras veces. Después, oscuridad. Y al despertar, la UCI. Entre medias, un infarto, la vida colgando de un hilo y varias personas que, sin pensárselo, se metieron en el agua y consiguieron sacarlo a tiempo. Hoy, un mes después, está bien. Y ha querido contarlo.
«Sé que me dio el infarto en medio del río y que me fui flotando, como un tronco. Me lo contaron después. Fueron mis compañeras las que se dieron cuenta de que faltaba y dieron la voz de alarma», explica con serenidad. Cada tarde, Armando acude al Malecón, en O Barco, con un grupo al que han bautizado «Las sirenitas». Son mujeres con las que comparte baños y charlas. Ese día no fue distinto. Hasta que dejó de estar.
Tres jóvenes, entre ellos Miguel y Andy Canosa, según le han dicho sus hijos, se lanzaron al agua. Lo sacaron inconsciente y empezaron a reanimarlo. También intervino Mónica Núñez, agente de la Policía Local, que ayudó en las maniobras hasta que llegó la ambulancia. Su mujer, que estaba allí, fue quien llamó al 112. Nadie se quedó quieto. Y eso lo cambió todo. «Estoy vivo porque ellos actuaron», dice Armando. «No sé quiénes son, no los conozco personalmente, pero les estaré agradecido siempre».
Pasó diez días en la UCI. Le implantaron un stent. Enseguida notó mejoría. «Me mandaron para casa rápido porque veían que recuperaba bien». Ahora sigue las recomendaciones médicas —dieta sin sal, sin grasas, sin esfuerzos— pero por lo demás, intenta hacer su vida como siempre. Ha vuelto a bañarse en el río. Con el mismo grupo. En el mismo lugar.
«El médico me dijo que hiciera vida normal, y eso es lo que intento», comenta. «Me encuentro bien. Estoy encantado. Sigo nadando, aunque con un poco más de respeto». Durante la entrevista, Armando no busca protagonismo. Viene a dar las gracias. «A quienes me ayudaron. Y a los vecinos del pueblo. Porque todavía me paran por la calle para preguntarme cómo estoy. Eso también te cura».
Antes de marcharse, deja caer una preocupación que nada tiene que ver con él: el estado del río. «Hay días que baja con espuma, muy sucio. No sé si son residuos, pero es una pena. Es un sitio bonito, al que viene mucha gente. Y el césped se está secando. Bastaría con regarlo un poco. No cuesta tanto».
Y con esa mezcla de gratitud, sencillez y sentido común, resume lo vivido con una frase que no suena grandilocuente, sino real: «El 16 de junio nací otra vez».
Puedes escuchar aquí la entrevista completa:
