
Paseando por las calles de la comarca de Valdeorras, Viana o Vilariño de Conso, es común encontrarse con fachadas que exhiben intrincados diseños en relieve: motivos florales, geométricos, escenas de caza, figuras antropomorfas y zoomorfas que adornan casas, hórreos y otras construcciones tradicionales.

Estas decoraciones, realizadas mediante incisiones en el revestimiento de cal aún húmedo, revelan patrones que resaltan por su contraste y detalle. Esta técnica artesanal, conocida como esgrafiado gallego, es un tesoro de la arquitectura popular que ahora la Xunta quiere proteger.
Mar López Sotelo, educadora social y directora del área de Historia y Antropología del Instituto Europeo Campus Stellae, observaba desde niña estas decoraciones en las casas de los alrededores de su Monforte natal. «La primera fotografía que hice de una fachada con esa decoración, por supuesto, no tenía nombre. Nadie lo conocía. Indagué en las referencias que había en Galicia, pero no le llamaban esgrafiado, desde luego», recuerda.

Convencida de que se trataba de un arte propio de Galicia, decidió investigar su origen. Con el tiempo, lo bautizó como esgrafiado gallego, lo registró oficialmente y lo convirtió en el centro de sus investigaciones y publicaciones. Ya ha publicado tres libros sobre el tema. “Esgrafiados en la Ribeira Sacra y el Camino de Santiago”. “Obras de Arte y Simbolismo en las Paredes” y “Esgrafiado Galego. Un Museo al Aire Libre” (2023) y ha elaborado este mapa, que tiene en su web www.redribeirasacra.blogspot.com con algunos de sus hallazgos.
El esgrafiado gallego consiste en aplicar una mezcla de cal, arena y agua sobre las paredes aún húmedas, en las que se realizan incisiones para crear imágenes que luego se destacan con pintura. Lo que lo hace especial es su esencia: las escenas reflejan la vida cotidiana del rural gallego. «Es un arte propio nuestro, no se parece a ningún estilo que habíamos estudiado», afirma López Sotelo, quien compara su sencillez y naturalidad con el arte rupestre.

La historia del esgrafiado en Galicia comienza en el siglo XI, en pleno auge del románico, cuando las rutas del Camino de Santiago conectaban la región con el resto de Europa. Según López Sotelo, era habitual que los peregrinos recogieran piedras de cal durante su recorrido para depositarlas luego en hornos situados en localidades como Arzúa.

También era habitual que utilizaran esa cal para otras cosas. «Los peregrinos pagaban su comida y alojamiento dejando su trabajo, decorando las fachadas», explica. Gracias a estas contribuciones, el esgrafiado se expandió a lo largo de las rutas jacobeas. «Donde hay románico, hay esgrafiados», asegura. Esta técnica se mantuvo viva durante siglos, llegando incluso a practicarse hasta el siglo XIX o XX en algunas zonas.

Entre los lugares que más destacan por la riqueza de sus esgrafiados se encuentra la comarca de Valdeorras, sobre todo en A Veiga, y Viana do Bolo. Son, según Mar López Sotelo, auténticos museos al aire libre. «Aquí encontramos escenas preciosas: animales, cruces, caballeros montados en burros, y hasta peces como símbolo cristiano. Estas decoraciones están presentes en todo tipo de construcciones rurales, desde hórreos hasta bodegas», señala. También queda algún ejemplo en O Barco, en el Castro, donde la parte superior de las paredes están decoradas con esgrafiados que imitan cenefas.

Cada esgrafiado cuenta una historia y conecta con las raíces del rural gallego. Sin embargo, muchas de estas piezas están en peligro, bien por abandono o por restauraciones inadecuadas. Por ello, la reciente inclusión del esgrafiado gallego en el Censo de Patrimonio Cultural de Galicia representa un hito importante. «Ahora tenemos la oportunidad de protegerlo como se merece, igual que hacemos con otros tesoros históricos como los petroglifos o las cuevas pintadas», celebra Mar.

Para Mar López Sotelo, el reconocimiento oficial es solo el comienzo. Su sueño es que los esgrafiados se conviertan en una atracción turística que dinamice el rural gallego. «Imaginemos rutas que permitan a los visitantes descubrir estos detalles únicos mientras exploran el Camino de Santiago. Sería una manera de preservar nuestra historia y, al mismo tiempo, revitalizar nuestras aldeas».

El esgrafiado gallego no es solo una técnica decorativa; es una expresión de la vida rural y una muestra del ingenio de quienes lo crearon. Gracias a personas como Mar, que lo vieron con nuevos ojos, hoy podemos empezar a entenderlo, valorarlo y protegerlo como parte esencial de nuestro patrimonio.

Puedes escuchar la entrevista completa aquí