Camiño de Inverno 2025: voces, paisajes y encuentros en el camino menos transitado

Un año de pasos lentos, encuentros improbables y relatos que dan sentido al «Camiño

Este año el Camiño de Inverno ha seguido consolidándose no solo como una alternativa al clásico Camino Francés, sino como una ruta con personalidad propia, menos masificada, más silenciosa, y profundamente humana. Entre historias de peregrinos, anécdotas inesperadas y conexiones que trascienden idiomas, el itinerario que atraviesa Valdeorras y enlaza con Santiago ha demostrado una vez más que el Camino no es un solo relato, sino muchos tejidos juntos.

Encuentros inesperados y paisajes que hablan

A finales de noviembre, en Fontei, un grupo de 17 peregrinos procedentes de Braga llegó justo al repicar de las campanas que anunciaban la procesión de San Andrés. No buscaban récords ni atajos; caminaban desde julio, a su ritmo, compartiendo risas, conversaciones entre acentos portugueses, y esa llamada silenciosa del paisaje gallego. Para ellos, el Camiño de Inverno era paz —un silencio distinto que baja de los montes y acompaña más que cualquier palabra— y hospitalidad, con buen vino, cerveza y, en aquel día, un pulpo á feira memorables tras la feria del año en A Rúa.

Este encuentro resume bien lo que muchos peregrinos han sentido, el Camino no solo es una ruta marcada por flechas amarillas, sino un recorrido donde los paisajes y la gente convierten cada jornada en un descubrimiento. Para muchos visitantes, incluyendo estos portugueses, el idioma no fue una barrera sino un puente: la cercanía del gallego y el portugués facilitó conversaciones sinceras que, más allá de traducciones literales, reflejaron una misma experiencia humana compartida.

El hospitalero: puente entre historias y personas

En el albergue de A Rúa, la figura del hospitalero es algo más que un sello en la credencial. Este año, Juan Antonio, un catalán jubilado, personificó el espíritu acogedor del Camino de Inverno con su mezcla de cuidado práctico y atención humana. Para él, cada peregrino que cruza la puerta no es solo un número, sino alguien con una historia única, desde italianos con restricciones alimentarias hasta mayores caminantes buscando alargar cada etapa sin romperse los pies.

Juan Antonio sabe que muchos peregrinos vienen no solo por la aventura física, sino por algo más profundo, una búsqueda interior, un deseo de conexión humana y una pausa en el ritmo acelerado de la vida cotidiana. Para él, escuchar —realmente escuchar— es tan esencial como ofrecer un plato caliente o una recomendación para la siguiente etapa. Su relato subraya que, incluso en un camino menos transitado como el de Inverno, los vínculos que se tejen quedan en la memoria.

Caminantes que reflexionan sobre la vida

No todos los protagonistas del Camino vienen con un plan cerrado. Jacob Nielsen, un peregrino que compartió su experiencia en noviembre, habló de cómo el Camino se convierte en metáfora de la vida misma, no se trata únicamente de llegar, sino de estar presentes en cada paso, aceptar la lluvia, el cansancio o el peso de la mochila como parte del aprendizaje. Para él, el Camino de Santiago fue un viaje interior tanto como físico, donde las amistades y risas compartidas con otros peregrinos marcaron tanto como el paisaje que se dejaba atrás.

Jacob confesó que el Día a día en el Camino cambió su forma de ver los obstáculos: «Resistirse solo genera sufrimiento; aceptarlo cambia tu actitud». Este enfoque interior conecta con la manera en que muchos describen hoy el Camiño de Inverno, una travesía menos apresurada, más reflexiva y profundamente conectada con uno mismo y con los otros.

Diversidad en las formas de peregrinar

El 2025 trajo historias que escapan de la típica caminata con mochila al hombro. Manuel y Pedro, dos cordobeses, recorrieron buena parte de la ruta a caballo, con sus caballos “Peregrino” y “Cáliz”, reflejando otra forma de vivir el Camino, a ritmos lentos, en contacto directo con la naturaleza y en constante descubrimiento. Para ellos, el Camino de Inverno no solo ofreció tranquilidad lejos de las multitudes, sino un espacio para juntar caballos, montes y humanidad.

Por otro lado, la familia formada por Nathalie, Toma y sus hijas Jade y Lía eligió una combinación aún más pausada, caminar con dos burros, sin horarios marcados, adaptando su ritmo al de los niños y celebrando cada día como un regalo. Su viaje desde Francia hasta Santiago —más de 1.200 kilómetros– es más que una travesía física: es una declaración de intenciones sobre lo que significa caminar juntos, sin prisa, observando, dialogando, escuchando.

Un diálogo más allá de las palabras

El Camino también rompe barreras culturales. En A Rúa, la periodista coincidió con Kim Hyoseon, peregrina coreana, y a pesar de no compartir un idioma común, usaron traductores, gestos y silencios para construir una conversación rica y profunda. Kim explicó que eligió el Camino de Inverno para caminar sola, hablar “con Dios paso a paso” y encontrar en la soledad una forma de autoexploración. Más allá de las palabras, lo que quedó fue una conexión genuina entre dos personas que no compartían lengua, pero sí humanidad.

Camino como comunidad y desafío

Aunque menos conocido que otras rutas, el Camino de Inverno va ganando adeptos y atención. Entre los peregrinos que pasan por la comarca, muchos coinciden en que el silencio, la poca afluencia y la convivencia con otros caminantes son partes esenciales de su encanto. A pesar de algunas carencias de infraestructuras —especialmente para aquellos que no caminan a pie o buscan servicios específicos— la hospitalidad local, la gastronomía y los paisajes valdeorreses compensan con creces.

Este diálogo entre tradición y novedad, entre caminantes de diferentes orígenes y ritmos, forma el tejido humano de este Camino: donde cada paso, cada conversación, cada amanecer y cada piedra en el sendero tienen algo que enseñar.

Mirando hacia el futuro

A medida que el Camino de Inverno sigue atrayendo a peregrinos de todas partes, las historias que emergen son una suma de relatos individuales que, juntos, hablan de una experiencia más rica y profunda que la simple llegada a Santiago. Es un Camino que invita a caminar con atención, con lentitud, con curiosidad, y con un corazón abierto a lo que pueda surgir.

Porque, como dicen quienes lo han vivido, el Camino de Inverno no se olvida; se integra en quien lo recorre.