lunes. 20.10.2025

El idioma del Camino

Una historia que no puede expresarse con palabras
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El idioma del Camino

El reloj se acercaba a las cuatro. Era una tranquila y soleada tarde de octubre. Yo no había comido aún, así que entré en un supermercado para comprar algo con lo que matar el hambre. Allí estaba ella, una peregrina de rasgos asiáticos que, mientras esperaba a que abriera el albergue, hacía la compra. Pan, fruta, agua. La historia comenzó ahí.

Yo no hablo coreano y ella apenas sabía unas palabras de español. Pero gracias al traductor del teléfono —y quizás también a esa magia silenciosa que tiene el Camino de Santiago— conseguimos conversar. Las frases eran torpes, las pausas largas, pero la conexión, sincera. Había en su serenidad algo que traspasaba cualquier idioma.

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Nos sentamos en el banco que hay a la puerta del supermercado. Antes de hablar, quisimos saber nuestros nombres: el suyo era Kim Hyoseon.

Mi primera curiosidad fue saber por qué había elegido el Camino de Invierno. Me respondió que le gustaba porque «hay poca gente y puedo ir sola, hablando con Dios». No buscaba multitudes ni albergues llenos de historias ajenas, buscaba silencio, escucha y esa oración que solo se pronuncia caminando.

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Yo, que soy miedosa, no concebía viajar sola por caminos desconocidos y sin hablar el idioma local. Ella sonrió, con esa calma de quien parece haber hecho las paces con el mundo: «Viajo sola, pero no tengo miedo», me dijo. «La gente que encuentro en el Camino es muy amable».

Procedía de Seúl y había conocido el Camino gracias a un amigo. Como traducir resultaba incómodo, le propuse enseñarle algunos rincones de A Rúa: el pantano de San Martiño, la zona de O Aguillón y la iglesia de San Esteban, donde se conserva una lápida romana del siglo II dedicada a Lucio Pompeyo Reburro Flavio, testimonio del paso de la Vía Nova romana por estas tierras valdeorresas.

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Le hablé también del puente romano de A Cigarrosa, donde el pasado y el presente aún se estrechan la mano. Ella escuchaba en silencio, observando cada detalle: una piedra, una rama, el reflejo del agua en el pantano. Todo parecía tener para ella un significado.

Casi eran las cinco y las tripas ya empezaban a rugir. La acompañé hasta el albergue y allí nos despedimos. Antes de marcharse, me dijo que, si quería hacerle alguna pregunta, se la enviara por correo: «Así será más fácil responderte», sonrió.

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No lo dudé. Al llegar a casa me puse a escribir lo que me gustaría saber de ella. Esto fue lo que me contó después.

Palabras desde el Camino

Somos Comarca: ¿Por qué elegiste el Camino de Invierno?

Kim Hyoseon: No lo había planeado desde el principio. Comencé en el Camino Francés, pero había demasiada gente y empecé a cansarme. Entonces descubrí el Camino de Invierno. Había poca información y eso me daba algo de miedo, pero decidí intentarlo. Cada día confirmo que fue la decisión correcta.

S.C.: ¿Qué te ha impresionado más de Galicia?

K.H.: En Corea tenemos algo llamado byungpung, un biombo decorativo que se coloca detrás de la silla del anciano de la casa. Después de caminar por las llanuras infinitas de León, al entrar en Galicia me encontré rodeada de montañas como si fueran ese biombo. Su majestuosidad me deja sin palabras, sobre todo al amanecer, cuando el sol tiñe de rojo las cumbres. Es uno de los mayores placeres del peregrino madrugador.

S.C.: ¿Ha habido un momento especialmente emotivo?

K.H.: El Camino en sí mismo es conmovedor, pero lo que más me emociona son las personas. Las distintas emociones y gestos de la gente que he conocido permanecen en mí. Ojalá yo también pueda quedar en el recuerdo de alguien así.

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S.C.:  ¿Cómo te sientes al caminar sola?

K.H.:Soy una persona muy controladora, pero cuando camino sola siento una libertad total, una sensación de liberación. Por eso puedo caminar tan feliz.

S.C.:¿Qué significa «hablar con Dios»?

K.H.:Entro en cada iglesia que encuentro y rezo. Camino unos 30.000 pasos al día y le digo a Dios: «Dios, que acepta mil sacrificios, en cada uno de mis pasos va una oración. Escucha mis 30.000 plegarias diarias». En el Camino siento que camino junto a Él y agradezco cada instante. Así sé que me acerco más a Dios.

S.C.:¿Es tu primera vez en España?

K.H.:No. Hace diez años completé el Camino Francés.

S.C.:¿Qué piensa tu familia o tus amigos de que viajes sola?

K.H.:Viajo sola con frecuencia. Al principio todos se preocupaban, pero ahora me llaman valiente; algunos incluso me envidian un poco. Pero no me afecta lo que piensen: son sus emociones, no las mías.

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S.C.:¿Qué te motivó a volver al Camino?

K.H.: Creo que la fe, la aventura y la búsqueda interior. Durante la pandemia sufrí física y emocionalmente, y mi fe se debilitó. Después perdí a un ser querido y, cuando pude, compré el billete y regresé. Esta vez empecé en Le Puy-en-Velay, en Francia, porque la primera vez el viaje terminó demasiado pronto.

S.C.:¿Qué sientes al encontrarte con otras personas?

K.H.: Entre peregrinos hay un sentimiento de pertenencia, de compañerismo. Aunque no nos conozcamos, nos saludamos, nos ayudamos. Y cuando los vecinos de los pueblos me dicen “¡Buen camino!”, me llena de alegría. Me hacen sentir bienvenida, no extraña.

S.C.:¿Tienes una palabra española favorita?

K.H.: Sí: “¡Venga!”.El día que comencé el Camino de Invierno, una amiga me la enseñó para darme ánimo. Desde entonces, me recuerda su apoyo y se ha convertido en mi palabra favorita.

S.C.:¿En Corea se conoce el Camino de Santiago?

K.H.: Sí. En los últimos años se han hecho programas de televisión sobre él, y muchos coreanos sueñan con venir. Ahora mismo, mientras hablamos, hay muchos caminando por el Camino Francés.

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S.C.:¿Qué diferencias ves entre Seúl y los pueblos de Galicia?

K.H.: Seúl es una ciudad enorme, rápida y ruidosa. Es difícil tener paz interior o cuidar de los demás. En cambio, en los pueblos gallegos, si alguien tiene un problema, todos intentan ayudar. Al principio me sorprendía, pero ahora lo agradezco profundamente. La temperatura humana aquí es más cálida.

S.C.:¿Cómo crees que te sentirás al llegar a Santiago?

K.H.: Últimamente lo imagino mucho. La primera vez fue una emoción tranquila. Esta vez creo que lloraré, recordando cada esfuerzo, cada alegría, cada persona amable. Aunque quién sabe… quizá cuando llegue lo viva con serenidad otra vez (ríe).

El fuego y la esperanza

S.C.: Has pasado por zonas quemadas como Las Médulas o Valdeorras. ¿Qué sentiste?

K.H.: Me quedé sin palabras, abrumada por la tristeza. Amo los colores de la naturaleza, y verlos convertidos en negro me dolió. Pero al ver los brotes verdes y los pájaros regresar, sentí esperanza. Aunque ahora todo sea ceniza, incluso esa imagen tiene una belleza extraña. Volveré algún día, cuando todo renazca.

S.C.:¿En Corea también hay incendios forestales?

K.H.: Sí. En marzo hubo varios muy grandes. Corea es pequeña, pero cuando ocurre una tragedia, el país entero se une para ayudar. La gente envía donaciones y miles de voluntarios participan en la reconstrucción. Aún hoy muchos trabajan para que los afectados recuperen su vida normal.

S.C.:¿Crees que el Camino puede ayudar a valorar el mundo rural y la naturaleza?

K.H.: Sí. Solo conocía la vida urbana, y aquí he aprendido a admirar la amabilidad y el orgullo de la gente del campo. En la naturaleza he descubierto mi propia fortaleza y la necesidad de protegerla.

S.C.:¿Qué sientes al caminar entre bosques quemados: tristeza o esperanza?

K.H.: Las dos cosas. La tristeza es inevitable, pero los brotes entre la ceniza me enseñaron que la naturaleza es fuerte, que ya está creando esperanza mientras nosotros aún lloramos.

S.C.:¿Qué te gustaría decir a las personas afectadas por los incendios?

K.H.: Nunca he vivido una catástrofe, y soy solo una viajera extranjera, así que no puedo entender del todo su dolor. Pero sí entiendo la impotencia ante algo tan grande, y les envío mi cariño y apoyo. En los lugares que visité sentí energía y esperanza. Creo sinceramente que podrán recuperarse pronto. Rezo por la sanación de sus corazones y de su tierra.

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Este breve encuentro fue una conversación más allá del idioma.

La fe y la serenidad de una peregrina coreana me recordaron que el Camino de Santiago no es solo un viaje: es una forma de volver a encontrarse con uno mismo y con el mundo.

«A veces el Camino no se entiende con palabras», me dijo antes de despedirse. Y tenía razón.

Gracias, Kim, por tener tanta paciencia contestando a todas las preguntas. Gracias por tanta paz. ¡Buen Camino!

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