Belén Sánchez dedica su vida a cuidar de quienes más lo necesitan. Su historia no comenzó con una simple elección, sino con un camino que la fue llevando hacia el cuidado de personas en situación de dependencia. «No he hecho esto así como así», explica Belén, recordando sus primeros pasos en una residencia y el curso que completó. «Empecé así, pero con el tiempo me dediqué más a un trato personal, cuidando de una o dos personas. Es mucho más complicado porque tienes que entender bien sus patologías y, si hablamos de Alzheimer o demencia, pues es más difícil todavía».
Belén estudió Derecho y Graduado Social, su vida estaba destinada a formar parte de un bufete, trabajar en una asesoría o en alguna empresa y así fue. Llevó las riendas de varios negocios y hasta tuvo el suyo propio. Pero los caminos de la vida no siempre son los que uno quiere, sino que ella los elige por ti.
Vivió toda la vida en A Coruña, pero el destino la trajo a la tierra de sus padres y ella decidió que era la mejor opción, aunque las oportunidades no fueron las esperadas para las expectativas que tenía. Enlazaba trabajos con mayor o menor agrado, hasta que una amiga le propuso trabajar en una residencia de mayores y no se lo pensó, pero la experiencia no fue muy satisfactoria. No podía tomarse el tiempo necesario para dedicarle a aquellas personas que lo único que les sobraba era el tiempo y lo que precisaban era cariño.
Dulce, entregada, con una paciencia infinita y siempre la sonrisa en los labios, eran unos buenos «ingredientes para cuidar» a quien se le pusiese por delante, y así lo hizo. Y, es que Belén no solo cuida, sino que hace sentir su cariño y su alegría,incluso cuando es entrevistada trasmite esas sensaciones.
La labor de Belén es mucho más que un trabajo, ella la define con pasión, algo que, asegura, se lleva dentro, como el médico o la enfermera que ponen el corazón en lo que hacen. «A mí me gusta ayudar a la gente, ya sean personas mayores o más jóvenes. Al final, el cariño se lo coges a todos», dice.
Este cariño y respeto por los demás han sido su brújula a lo largo de los años, permitiéndole superar los momentos más duros. Recuerda con ternura a un anciano ciego al que cuidaba en la residencia: «Era como un niño. Necesitaba que lo entendieras y, si no era así, se ponía nervioso».
Su trabajo no es sencillo, y Belén no oculta que hay días difíciles, momentos en los que la enfermedad y el desgaste emocional hacen mella. Sin embargo, cada mañana, al llegar y ver las sonrisas de quienes cuida, esos días quedan atrás. «A veces tienes días malos, sí», admite, «pero sabes que, cuando vuelves, te reciben con una sonrisa y un cariño especial, entonces todo vale la pena».
El trabajo de Belén Sánchez es un recordatorio de que el cuidado de los demás no solo implica atención y asistencia, sino un vínculo humano irremplazable que se construye cada día.
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