
La soledad no deseada es uno de los grandes desafíos que acecha a las personas mayores, especialmente durante épocas tan significativas como las Navidades. En estas fiestas, a pesar de ser fechas muy familiares, no todos se sienten acompañados, pero el problema viene cuando no saben reconocerlo o comunicarlo.
Patricia López, directora del Centro de Día O Salgueiral, señala que la soledad deseada, aquella que elegimos para disfrutar de momentos de introspección, es distinta de la soledad no deseada. Esta última surge cuando las personas mayores dejan de desempeñar funciones habituales en sus vidas, como trabajar, cuidar de hijos o realizar actividades físicas y sociales. Esta falta de ocupaciones puede generar un aislamiento que afecta gravemente la salud física, emocional y mental.
Entre las consecuencias físicas, Patricia destaca la aparición de enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial y alteraciones del sueño, muchas veces ligadas a la falta de una rutina diaria. «Cuando no tienes tareas que cumplir, pierdes la necesidad de establecer horarios. Esto deriva en hábitos desordenados que impactan en la nutrición y la salud en general», explica.
En cuanto a la salud mental, la soledad ralentiza el cerebro. «Somos seres sociales; necesitamos interactuar, compartir, escuchar y ser escuchados», subraya. La falta de estímulos y actividades puede afectar la memoria y la capacidad de procesamiento cognitivo, aumentando el riesgo de deterioro.
Cómo identificar y abordar la soledad no deseada
Detectar este problema no siempre es sencillo, ya que a menudo se confunde con momentos de soledad deseada. Según Patricia, las señales de alerta incluyen el descuido personal, la pérdida de rutinas, el abandono de la medicación y la falta de interés en actividades habituales.
Para abordar el problema, es esencial comenzar desde la observación y el diálogo. «No se puede entrar de forma brusca a decirles que están solos. Hay que hablarlo desde la normalidad, sin esconder el problema», aconseja. Las llamadas telefónicas diarias y las visitas regulares son formas efectivas de monitorear su bienestar.
Cuando el problema es evidente, la directora recomienda buscar apoyo médico. «Hay que tratar la soledad como lo que es: un problema de salud que requiere atención», afirma. Además, plantea la importancia de involucrar a los mayores en actividades que les motiven, siempre respetando sus preferencias y capacidades.
Una reflexión para las nuevas generaciones
Patricia hace un llamamiento a «bajarle una marcha a la vida». Considera que el estrés y el ritmo acelerado dificultan prestar atención a nuestros mayores y, en general, a las personas que nos rodean. «Si esta generación ha llegado a los 90 o 100 años, algo han hecho bien. Tenemos que aprender de ellos», concluye.
La soledad no deseada es un reto que afecta tanto a las personas mayores como a la sociedad en su conjunto, por eso es importante generar conciencia y trabajar en soluciones que mejoren la calidad de vida de nuestros mayores, recordándonos la importancia de construir un entorno más humano y solidario.