Caminaban dos amigos, pasadas las 21.30 horas de este lunes 6 de marzo, por la parte baja del malecón de O Barco —por la zona de las canchas— cuando un sonido que provenía de la orilla del Sil atrajo su atención, suponían que era de una nutria, pero a esas horas y con la luz de sus teléfonos sería imposible averiguarlo.
Tras escudriñar con su mirada el lugar desde el que salía el sonido, allí estaba, entre las raíces de un árbol de ribera, pero no era una nutria, eran dos.
Las vieron perseguirse, nadar y esconderse, pero sobre todo las escucharon y se quedaron prendados con su presencia.
Dada la época del año en la que estamos es muy probable que asistieran al cortejo de esta pareja de nutrias. Estos animales de pequeño tamaño, pelaje impermeable y ágiles nadadores gracias a la larga cola que les ayuda a moverse en el agua, una vez se separan de su madre, emprenden una vida ermitaña hasta que llega el momento de la reproducción. En estos momentos, «las nutrias no paran de jugar, perseguirse por el agua y acicalarse mutuamente», creo que era lo que estaban haciendo a tenor de las imágenes que nos han hecho llegar.