Todo empezó con una boda familiar. La de Valeria, la prima de José María Bustillo, hace 20 años, celebrada en el patio de su propia casa: la Casa Grande de Portela. Fue tan especial que después llegaron otras, como la del propio José María Bustillo, y con ellas, la certeza de que este lugar no podía quedarse solo para la familia.
Ahora, este pazo gallego del siglo XVII, vinculado a los linajes de los Losada y los Quiroga y recogido en el inventario de pazos del Colegio de Arquitectos de Galicia, se abre al público para acoger bodas y cualquier tipo de celebración con alma, con historia. Con vistas que se quedan grabadas en la memoria. Tanto si se trata de un gran evento como si es una reunión íntima, la Casa Grande de Portela ofrece un escenario único para compartir momentos especiales en un entorno auténtico y privado.
La experiencia empieza por el jardín de la fachada oeste. Allí, entre boj y piedra, es habitual ver llegar a los novios, atravesando un pasillo natural que lleva directamente a la entrada principal. Dentro, el patio interior lo cambia todo: columnas de piedra, una galería de madera, una fuente que brota desde una pila bautismal del siglo XVI. Este tipo de construcción, más habitual en las casas señoriales de León, es una rareza en Galicia. Solo en esta comarca se conserva esa influencia, lo que hace aún más singular el conjunto.
Después, el jardín se despliega hasta llegar a una plataforma de 300 metros cuadrados donde se instalan carpas. Allí tiene lugar el banquete, con capacidad para unas 250 personas. Todo rodeado de verde, con las montañas de fondo. «La idea es que cada boda sea única. Tenemos catering propio, pero también nos adaptamos a lo que los novios sueñen. Aquí, la imaginación manda», señala Bustillo.
Todo está pensado para disfrutar, pero también para recordar. Cada rincón parece diseñado para una postal: desde la luz que entra por los ventanales del claustro hasta las vistas abiertas al valle. Es el tipo de lugar que no necesita filtros para enamorar en Instagram.
Privacidad, historia y libertad
Lo que distingue a la Casa Grande de Portela no es solo su belleza, sino su autenticidad. No hay nada prefabricado. Lo que hay es historia —más de mil años documentados de linaje familiar, desde los Quiroga en 1150— y una sensación de libertad difícil de encontrar. Aquí no hay bodas en serie ni eventos encadenados: solo una celebración única y personalizada, con todo el espacio disponible para los preparativos, las fotos, la fiesta y, sobre todo, la calma.
«Muchas parejas vienen unos días antes, pueden preparar todo con tiempo, y vivir el lugar antes del gran día», explica Bustillo. «Aquí no se celebran bodas, se acompaña a las personas a vivir la suya». Y esa filosofía se nota en cada detalle: desde la libertad para elegir hasta el tiempo extra que se da para preparar cada celebración sin prisas.
Aunque él vive en Madrid, José María no dudó en regresar a sus raíces para celebrar su boda. «Cada vez más gente busca lugares con alma, diferentes. Lo rural está volviendo con fuerza, y esta casa es perfecta para quien quiera algo singular, íntimo, y con historia», apunta.
Y razón no le falta. La Casa Grande de Portela no es solo un lugar bonito. Es una invitación a celebrar rodeado de siglos de memoria, de naturaleza, de verdad. El tipo de sitio que hace que los invitados recuerden esa boda como algo único.
Y quien sabe… tal vez incluso un poquito mágico.
