viernes. 19.04.2024

Hasta hace no tantos años, no era extraño que las mujeres que tuvieran hijos fuera del matrimonio fueran apartadas y no estuvieran bien vistas por el resto de la sociedad.

Una realidad que también llegó a Galicia donde, en el siglo XVIII existía la mayor tasa de ilegitimidad de España con diferencia. Por esa razón, surgió un proceso para que las mujeres que estuvieran embarazadas y fueran solteras o viudas pudieran declarar ante notario este hecho; las denominadas espontaneadas.

¿Por qué ese nombre? Porque ellas “espontáneamente” declaraban su estado de buena esperanza. Aunque en realidad, detrás se escondía una maniobra de control del estado sobre ellas, a cambio de evitarle el ataque de sus vecinos.

Una práctica que no se dio en toda Galicia, pero si en la zona de San Xoán de Río. Aquí, la peculiaridad es que el archivo municipal guarda documentos del siglo XIX, cien años más tarde que en el resto de la comunidad.

Unos archivos que estudia el historiador (y vecino del municipio) Miguel García-Fernández. “Seguimos buscando porque aquí se dio más tarde, seguramente sea porque es una zona rural y apartada pero eso nos lo dirán los estudios que ahora hacemos”, explica mientras señala que estudia expedientes entre 1847 y 1852.

“Según la documentación, el objetivo de los poderes públicos era evitar las prácticas abortivas, lo que, precisamente, acaba constituyendo un sólido indicio para pensar en su existencia en el marco de una sexualidad femenina más abierta y diversa de la que se suele imaginar para el siglo XIX. Estamos ante una fuente ciertamente excepcional, que, sin embargo, permite conocer una realidad social posiblemente más generalizada del que reflejan otros documentos históricos y literarios del momento”, destaca el historiador.

Así, lo que se pretendía con este proceso era conocer si estaban embarazadas y quién había sido el responsable. “Esto evidencia el  paternalismo absoluto existente por parte de las autoridades masculinas respecto a las mujeres al entender que las prácticas sexuales no podían estar motivadas por el propio deseo de ellas sino únicamente por el engaño o abuso de los varones”, asegura García-Fernández quien añade que las autoridades municipales querían poner a las embarazadas bajo la tutela de algún familiar o miembro del vecindario. “Por ejemplo, Francisca Álvarez del  Reboledo fue entregada a su ama, Rosa Arias de los  Abeledos, para “celarla,  y  vigilarla, para que en el derrame lana prole que en  su  vientre abriga”, destaca.

Aunque muchas de ellas hablan de una "seducción con palabras de casamiento", como es el caso de Ramona Gómez, viuda y vecina del Reboledo, dice que “su dañante fue su primo Donato Álvarez, quien la sedució con palabras de casamiento, y bajo ellas a él si subjetó”.

Aun así, se documentan otros casos de “espontáneas” en los que parece ser real el deseo de casar, como sucede con Ana Rodríguez,  viuda y vecina del Aciveiro, en la parroquia de Cerdeira, de la que sabemos que “ su dañante Domingo Fernández, chico soltero, y vecino de San Pedro del Vurgo, a quien se subjetó bajo palabras de casamiento, al que hallándose presente dijo ser cierto (…)con quien trataba de cumplir, y casarse, lo que no podía hacer por lo de ahora, en cuanto no quita la licencia de sus jefes, mediante es soldado”. En esta ocasión, se trataría de una manifestación clara de prácticas sexuales prematrimoniales que, pese a ir contra las normas, podrían llegar a aceptarse socialmente si finalmente era celebrado el casamiento.

Lo curioso es que algunas plantean su deseo sexual: Manuela Pérez, vecina de  Valdemiotos, que declara el nombre del “ danante”, “a  quien si  sujetó  vajo una  amistad  entablada  ya  hace algún  tiempo”, o lo de Cecilia Diéguez, joven soltera y vecina de Seoane, que declara que su “ dañante  fue Ramón Álvarez de lanas Cortes, a  quien se  subjetó  bajo un apetito carnal”. Esta es la misma respuesta que ofrecen Magdalena Álvarez de las Cabanas al hablar de su embarazo de seis meses y Catalina Álvarez, de la parroquia de Castrelo, embarazada de siete meses.

A veces las “espontáneas” se negaron a “manifestar su dañante”, como Benita Rodríguez, de la parroquia de Santa María de Castrelo, que estaba embarazada “de ocho meses sobre poco más el menos”, o Silvestra Pérez de Villardá que “en el descubre su dañante, mediante en el lee eres conveniente hacerlo”. ¿Cabe sospechar de algún hombre de la iglesia o casado? También hay algunas que declaran no estar seguras de su embarazo como Dominga Álvarez, joven soltera de la parroquia de las Cabanas, que “en el sabe ciertamente sí se se la ha embarazada, aunque eres cierto que ha tenido encendido carnal” con un vecino suyo llamado Andrés “ ya hace tres meses y medio, quien lana sedució con palabras amorosas”, por lo que fue “depositada” en poder de su padre Pascual Álvarez.

Finalmente, hay incluso mujeres que no reconocen su estado, como Francisca Vázquez, joven soltera, vecina de las Guístolas. Esta mujer, sin duda tratando de escapar del control de las autoridades municipales, dice tener el vientre crecido porque “vana a hacer un cordero que lee andaba su regla, y habiendo comido un poco de pulpo en este estado, se lee detubo, y aún en el lee volvió asta hoy día”. No parece ser una respuesta que convenza a José González, alcalde constitucional de San Xoán de Río, quien la entrega finalmente a su madre, Josefa Rodríguez, para que la “ cele, vigile, y repare de su hija, a fin de que en el eche a perder lana prole, sí acaso lana abriga en su vientre y para que de ocho en ocho días se presente ante te lo dice Sr. Alcalde”.

Una investigación que continuará y de la que Miguel García-Fernández ira dando más datos para dar a conocer la realidad histórica de San Xoán.

 

Las espontaneadas de San Xoán de Río, un siglo más tarde