domingo. 23.11.2025

Valdeorras Pueblo a Pueblo - Oval (Rubiá)

Nos adentramos en rincones que solo sus moradores conocen, descubrimos la riqueza natural y artística, y desvelamos los secretos de una tierra y de sus gentes. Conocemos las aldeas de la comarca de la mano de sus vecinos, que comparten con nosotros su manera de vida, sus tradiciones y su historia.

En Valdeorras Pueblo a Pueblo, hacemos parada en Oval, el último pueblo de Rubiá que limita con O Barco, el pueblo resiliente, auténtico y hospitalario.

Entre los cuatro accesos que hay para llegar a nuestro destino desde la OU-622, elegimos el que se encuentra en el centro de Rubiá y pasa por el barrio de Xeadre.

El monte quemado del incendio reciente acompaña el recorrido, pero sorprende ver cómo los viejos alcornoques han resistido intactos, guardianes silenciosos del entorno. Desde allí se abre la primera vista de la aldea, asentada en una ladera orientada al este, iluminada por el sol desde los primeros minutos del día.

Antes de cruzar el arroyo Regueiral, aparece la capilla de San José Obrero, desde allí se contemplan las Tres Peñas Marías, elevándose sobre el paisaje, vigilantes de todo el valle.

Esta capilla, tal y como la conocemos hoy, se reconstruyó gracias a la Ruta de las bodegas de Oval que, durante más de una época recaudó fondos para reformar y mantener el templo. Los impulsores de la primera edición fueron Sergio —ya fallecido— y Ángel que organizaron la primera edición, que llegó a reunir hasta diecisiete bodegas e implicó a la mayor parte de los vecinos.

Hoy la «Convivencia das adegas de Oval», celebrada cada tercera semana de agosto, reúne a más de un millar de personas en una aldea de apenas 50 habitantes.

Si hablamos de fiestas, la principal es la que se celebra el primero de mayo, une a todo el vecindario. Y, por supuesto tampoco falta el magosto, encuentro imprescindible de cada otoño.

El arroyo Regueiral sigue siendo vital: sus pozas se usaban para lavar la ropa y sus aguas riegan las huertas y alimentan la fuente del pueblo que bebe de las aguas que bajan desde Repolicelo, donde estaba la antigua escuela; la maestra recogía cada día a los niños para llevarlos a la aldea vecina, ya perteneciente a O Barco.

La vida de O Val se sostenía con el trabajo del campo, los viñedos y la cantera de caliza. Las mujeres cuidaban las huertas y los animales; los hombres repartían esfuerzos entre la cantera y los viñedos. Era una vida dura, pero compartida, cercana y profundamente unida al territorio.

Hoy, esa esencia sigue viva: el paisaje ha cambiado, los ritmos también, pero el vínculo con la tierra continúa intacto.

Es momento de despedirnos de O Val. Dejamos atrás una aldea que combina la tradición de sus viñedos, las huertas y las bodegas con la calidez y hospitalidad de su gente.

Nos llevamos sus senderos, sus historias y su memoria viva… pero sobre todo, el cariño de quienes nunca dejaron de querer a O Val, aunque la vida los llevara lejos.

Gracias a sus vecinos por abrirnos las puertas y compartir sus recuerdos; y muy especialmente a Ángel, Dolores, Graciana, Fefa, Mari, Sinda y a Kiva, la perrita que nos acompañó durante todo el recorrido.

Nos vemos en la próxima parada de Pueblo a Pueblo.

Valdeorras Pueblo a Pueblo - Oval (Rubiá)