
La primera imagen que abre este reportaje podría ser la de una película. Sobre la escena de un pueblo las letras sobreimpresas muestran el año 1932. Mes de julio en Quereño. Los habitantes de esta localidad del concello de Rubiá trabajan en sus labores bajo el calor del sol valdeorrés cuando un grupo de personas —un tanto estrafalarias a ojos de los paisanos— recalan en el pueblo. Vienen cargados de películas, libros y una máquina que casi ninguno sabe qué es. Pero con la caída del sol, proyectan imágenes que forman una película. Los vecinos de Quereño les preguntan quiénes son. Las Misiones Pedagógicas, es la respuesta que reciben.
Este es uno de los proyectos puestos en marcha por el gobierno de la II República con el fin de que todos los rincones de España tuvieran acceso a la cultura y al saber (además de que en el campo se mejorara la opinión sobre el gobierno republicano). Hasta 1.200 localidades recorrieron los maestros (entre ellos nombres como Antonio Machado, María Zambrano u Otero Pedrayo) y la comarca de Valdeorras no fue ajena a ello, comenzando por Quereño.
«Es natural que queráis saber, antes de empezar, quiénes somos y a qué venimos. No tengáis miedo. No venimos a pediros nada. Al contrario, venimos a daros de balde algunas cosas. Somos una escuela ambulante que quiere ir de pueblo en pueblo. Pero una escuela donde no hay libros de matrícula, donde no hay que aprender con lágrimas, donde no se pondrá a nadie de rodillas, donde no se necesita hacer novillos. Porque el Gobierno de la República, que nos envía, nos ha dicho que vengamos ante todo a las aldeas, a las más pobres, a las más escondidas, a las más abandonadas, y que vengamos a enseñaros algo, algo de lo que no sabéis por estar siempre tan solos». Estas palabras no son las exactamente utilizadas en la aldea de Rubiá pero seguramente fueran similares ya que así se presentó la primera sesión de cine y música en Ayllon, Segovia; los mismos proyectos que llevaron a Quereño.
Quereño visto desdePuente de Domingo Flórez. Sonia Rodríguez
Y es que las misiones pedagógicas se componían de diversas iniciativas a través de las cuales daban a conocer el cine, la lectura o el teatro, entre otras artes, a las personas más alejadas de la cultura. Quienes instruían las mismas —los llamados misioneros—recorrían cientos de kilómetros por aquella España rural mal conectada, con pésimas infraestructuras pero llena de vida. A veces en carro y otras andando llegaban a rincones como a Quereño, lugar en el que recalaron tras atravesar la vecina comarca leonesa de La Cabrera.
Quereño
En concreto fueron Alejandro Rodríguez, inspector de Primera Enseñanza de Madrid; Salvador Ferrer, José Ruiz Galán, inspector de Primera Enseñanza de la provincia, y Gonzalo Menéndez Pidal, licenciado en Letras quienes entraron en la localidad llevando el cinematógrafo de acumuladores. Según ellos mismos relataron, con gran impedimenta y bajo un sol abrasador se encontraron con pueblos que desconocían en absoluto el cinematógrafo, y muchos de ellos el gramófono. «La Misión fue recibida con entusiasmo indescriptible en todas partes, acudiendo a sus actuaciones hombres y mujeres desde largas distancias», detallaron ellos mismos. En Quereño estuvieron desde el 23 hasta el 30 de julio de 1932.
Un año más tarde, el 11 de agosto de 1933, la misión recala en O Barco. En esta ocasión no solo acuden con el proyecto del cine sino con varios más como son el Museo del Pueblo, la biblioteca, la música y el Retablo de Fantoches. Los misioneros fueron Rafael Dieste, escritor; Ramón Gaya, pintor; Antonio Sánchez Barbudo, auxiliar de Misiones; Otero Espasandín, profesor de la Escuela Plurilingüe, y Arturo Serrano Plaja, estudiante. El Retablo de Fantoches fue posible porque esta misión, que recorrió diferentes partes de Galicia actúa en colaboración con el Museo Circulante de Arte, al que sigue, completa y auxilia en su recorrido; poniendo en marcha también, por vez primera, dicha nueva institución artística de Misiones: el Guiñol infantil, ideado, construido y animado por los citados misioneros.
Así, llega el arte a O Barco con el Museo del Pueblo. Éste se componía de dos colecciones itinerantes de pintura, cada una con catorce copias de cuadros de los pintores más famosos de la escuela española. La visita a O Barco se completó con la música. En ella, la Misión dejaba un gramófono y una colección de discos que eran renovados periódicamente. Antes de poner los discos se hacía un comentario sobre el compositor y la música que se iba a escuchar: tradicional, de distintas partes de España o de los grandes compositores clásicos.
Las Misiones Pedagógicas también estuvieron en Lardeira, Carballeda de Valdeorras, entre el 1 y el 10 de septiembre de 1934. Allí los vecinos disfrutaron de los proyectos de cine y música gracias a los misioneros Rafael Álvarez, Pablo Cortés Reyes, Francisco García Mochales y Modesto Medina Bravo.
Tal y como se narra en el libro Patronato de las Misiones Pedagógicas buscando alfabetizar a una población en la que el 42,30% era analfabeta (un 31,1% de los mayores de 10 años) y en el caso de las mujeres ascendía al 38,1% de las mayores de 10 años, el proyecto incluía la creación de bibliotecas populares como la realizada en Vilamartín de Valdeorras y en Viana do Bolo donde los maestros nacionales eran los encargados. Las bibliotecas tenían un doble uso. Por una parte, los maestros y alumnos las usaban durante el periodo lectivo para después abrirse a todos los vecinos que podían hacer uso de ellas y solicitar libros en préstamo. «Cada biblioteca inicial comprende cien volúmenes de las varias materias, sólidamente encuadernados. Todas las cajas llevan hojas de papel para forrar los libros, registros de páginas con sencillas indicaciones para el cuidado y conservación de aquéllos y talonarios para su préstamo y para la estadística de las lecturas».
Así, la iniciativa recorrió varios pueblos de España aunque decayó con la derrota de las izquierdas en las elecciones de 1933 y el presupuesto destinado para las Misiones fue siendo más paupérrimo hasta que fue prácticamente insignificante en el año 1935. Aún así, las misiones continuan hasta la sublevación militar de 1936.